Ahora Enrique Peña Nieto llamó a las fuerzas políticas a fortalecer el Estado de derecho, a lo cual los tres principales partidos respondieron con igual dramatismo e hipocresía. Algo semejante al Pacto por México, pero ahora con un sentido meramente retórico, porque la terrible situación nacional no cambiará por decreto, mucho menos cuando las políticas públicas están encaminadas a debilitar a las instituciones, de hecho secuestradas desde hace buen tiempo por la oligarquía. Sin embargo, el reconocimiento de la clase política al resquebrajamiento de la sociedad no pasa de las declaraciones y los discursos, como lo evidencia su propia actuación.
Lo único que logran con semejante hipocresía es el enojo de la ciudadanía, la cual, aunque desinformada y desorganizada, empieza a conocer las causas y efectos de los problemas que la agobian, cada vez con mayor vigor y deshumanización de quienes tienen la responsabilidad de apuntalar el Estado de derecho. Con su forma de proceder, desde las alturas en que están colocados, los miembros de la burocracia dorada se apartan día tras día de la sociedad mayoritaria. Creen que pueden seguir mintiendo y engañando con un cinismo demostrativo de su carencia de ética y de escrúpulos. Se hacen tontos solos.
La ciudadanía común sabe que lo que nos está pasando a los mexicanos en la actualidad es producto de las ambiciones desmedidas de la oligarquía y sus lacayos en los tres poderes de la Federación. La corrupción y la impunidad son consecuencia de dicho fenómeno, y la realidad cotidiana nos muestra que no hay un mínimo interés del Ejecutivo en cambiar esta dramática y estrujante realidad. Hay que reconocer que aunque quisiera no podría hacerlo: el Estado mexicano es rehén de los poderes fácticos, a quienes lo que menos interesa es que México sea un país de leyes. Las aceptan mientras les beneficien, en tanto contribuyan a garantizar la impunidad con la que actúan cuando las circunstancias así lo exigen.
¿No lo patentizó así la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de cerrar el paso a la consulta popular sobre la reforma energética? Sus argumentos demostraron claramente su atadura al Ejecutivo, pues si en verdad los magistrados estuvieran preocupados por los ingresos del gobierno federal, habrían apoyado la demanda ciudadana expresada en más de 5 millones de firmas. Con la reforma energética, los ingresos del Estado mexicano se reducirán en la misma proporción que se reparta la renta petrolera a las trasnacionales que vendrán a depredar el territorio nacional como lo están haciendo las empresas mineras.
¡Qué bárbaros, no se midieron los señores magistrados! Pasarán a la Historia como lo hicieron los legisladores y magistrados que apoyaron el golpe de Estado de Victoriano Huerta. Deben saberlo pero eso les tiene sin cuidado, al fin que dentro de un siglo quién sabe si exista México como nación soberana. Al paso que vamos desde hace tres décadas, seguramente no, para escarnio de los tecnócratas que se pusieron servilmente al servicio de una oligarquía voraz y apátrida, a su vez entregada a grandes intereses trasnacionales. ¿No es un hecho que los principales negocios mexicanos son ahora propiedad de extranjeros, incluido el tequila y las cervezas?
Así que no tiene ningún caso la demagogia de Peña Nieto y de los dirigentes de los tres principales partidos y sus respectivos corifeos. Las cosas no van a cambiar en el país nomás porque se les ocurra firmar un rimbombante Pacto para Reforzar el Estado de Derecho o como quiera que se le llame a la convocatoria hecha ayer lunes por el inquilino de Los Pinos. Será un acto demagógico más, excelente para que los medios electrónicos y la prensa maniatada se deshagan en ditirambos y elogios fuera de tono.
Para que funcionara un acuerdo de tal naturaleza, en primer lugar debería haber una elemental división de poderes, lo que por ahora es una entelequia. El sistema político debería contar con una base democrática, lo que en la actualidad es inexistente. Las instituciones deberían tener una notoria independencia de los poderes facticos, lo que también es un sueño inalcanzable en las actuales condiciones. Pero ni quien se acuerde de cosas tan fundamentales, cuando todo mundo está inmerso en laabsurda masacre en Iguala. Hasta parece un crimen de Estado que se premeditó con esa finalidad.