Por: Estela Garrido
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¿Mikey o Mykki? No importa. Para este drag queen, rapero, artista provocador y poeta, el género no es lo relevante. Mykki Blanco, Mikey Quattlebaum Jr. se presentó en el Auditorio Blackberry por la representación de Sicario TV.
El gig se convirtió en un intercambio poco convencional para el país que está acostumbrado a un setlist y a que la banda toque en el escenario. Blanco interactuó, fumó, bailó, saltó en las mesas y se desnudó con el público en medio de éste.
El exponente del universo ‘Queers Rappers’ es, además de un cantante, un artista provocador drag queen en quien el término polifacético alcanza matices fluorescentes.
“El hecho de que me convertí en músico y de que doy conciertos o shows como éste no me sorprende, porque siempre fui muy dedicado y siempre he puesto toda mi energía en lo que hago. De hecho, es gracioso para mí porque todo el asunto empezó de otra forma”, explica Mykki cuando se le cuestiona acerca de su carrera.
Para Blanco, que un negro, gay, travesti, rapero tenga una intrínseca relación con artistas del calibre de Gang Gang Dance o ARABMUZIK no es gratuito. Mykki asegura que todo se debe al trabajo duro y a la dedicación a escribir y hacer arte.
“Escribía algunas canciones, pasaban un par de meses y escribía algo más. Realmente sucedió de una forma muy orgánica. Pareciera como que todo tiene que despegar desde el principio, pero en realidad antes de eso hay mucho trabajo. Es solo arte, arte y arte y sólo hice algo que mantendría en el mundo del arte en el mismo sentido”.
Con un flow agresivo e impredecible, toques de moda, glamur, y un raro sentido de la humildad y la confianza, Blanco se desarrolla de la misma manera en el escenario: de forma orgánica, casi intuitiva. Las letras y rimas van adquiriendo sentido en la medida en la que Blanco se adueña del escenario con cada beat del dj.
El universo hip-hop y la cultura transgénero parecerían estar en contraposición. Sin embargo, para la iconoclasta mezcla entre Big Poppa, Cher y un toque de Lil’ Wayne que personifica Blanco, este mundo no le representa ningún problema ni ningún espacio.
“La gente tiene esta idea de mi en un cuarto con Dr. Dre o Eminem o todos estos raperos, pero yo toco en mis propios festivales en mis propios conciertos. Estoy más involucrado con la música tecno, la escena rap underground y el arte mezclado con la música y la moda. Para ser sincero, no necesito estar en ese mundo porque ese mundo no me deja nada económicamente. No me da dinero. Ese mundo no me trae fans y ese mundo no entiende lo que yo estoy haciendo. De hecho, ni siquiera tiene influencia en mí”, aseguró.
El originario de California y residente de Nueva York ha pasado de rapear en las calles ‘entaconado’, con vestido entallado y largas extensiones de cabello a recibir elogios de Grimes o Devonté Hynes. Ser fotografiado por Terry Richardson, ser mencionado en las publicaciones especializadas en música como Pitchfork y que su primer videoclip lo dirija una de las leyendas del mundo de la moda internacional: Francesco Carrozzini.
Aún es pronto para encasillar a Mykki Blanco en algún camino. Podría despegar y marcar tendencia, o bien, podría quedarse en el ámbito del glamur que ofrece la moda. Por lo pronto, su discurso de libertad impreso en sus letras suena a nivel internacional.
“La gente es como es por el lugar de donde provienen. Yo soy como soy porque me gusta ser muy libre. No me gusta mucho ‘fu fu fu’, no me gusta mucho equipaje ni mucha gente alrededor mío. Me gusta ser capaz de levantarme e irme. Soy independiente y creo en la libertad. Como la libertad en la música”, finalizó.