(01 de enero, 2015).- Veintiún años atrás, Epigmenio Ibarra mostraba al mundo al Subcomandante Insurgente Marcos, hoy Subcomandante Galeano. El levantamiento del primero de enero en la Selva Lacandona estremecería al mundo, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se tornaría un referente histórico de lucha.
Más de dos décadas después de aquella noche aciaga y estruendosa en que indígenas tzotziles, choles, zoques, mames, tojolabales, tzeltales y demás indignados se levantaban en armas, la histórica Primera Declaración de la Selva Lacandona daba vuelta al mundo.
“Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de leyes de Reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin inmortales que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos.”
Aquel primero de enero de 1994, entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y la respuesta de los pueblos en armas fue la creación de 38 municipios o territorios rebeldes en Chiapas, planeados desde el 17 de noviembre de 1983 entre las montañas y selvas que vieron nacer el proyecto que buscaba otro mundo posible donde se mandara obedeciendo.
En pleno 2014 el EZLN recordó que siguen en pie de lucha, y desde esa trinchera se solidarizaron con los compañeros y familiares de los 43 estudiantes detenidos y desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.
Por eso les damos las gracias.”
Y es a pesar del paramilitarismo, la condena mediática, el ofrecimiento de “pedir perdón a los que depongan las armas” de Carlos Salinas de Gortari, una fracasada comisión de solución del conflicto presidida por Manuel Camacho Solís e intentos que más tarde derivarían en incumplidos los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, pero sobre todo, a pesar de una tragedia tan grande como el asesinato de 45 indígenas tzotziles en Acteal, que el Ejército Zapatista se mantiene presente en la vida nacional, en las luchas de los sin voz y en la “rabia, rebeldía y resistencia” de los oprimidos.
“Lo que sabemos y recordamos en esta lucha de Ayotzinapa es que sólo como pueblos organizados vamos a encontrar la verdad.
No sólo la verdad desaparecida en Ayotzinapa, también todas las verdades que han sido secuestradas, encarceladas y asesinadas en todos los rincones del planeta Tierra.
Sobre esa verdad ahora ausente podremos construir la justicia.”
Como zapatistas, declararon desde la Selva Lacandona, “estamos seguros de que sus ausentes, que son también nuestros, cuando se hagan de nuevo presentes no se maravillarán tanto porque sus nombres tomaron muchas lenguas y muchas geografías. Tampoco porque sus rostros recorrieron el mundo. Ni porque la lucha por su aparición con vida fue y es global. Ni porque su ausencia haya derrumbado la mentira hecha gobierno y denunciado el terror hecho sistema”.