Por ABC.es
(05 de agosto, 2014).- Los virus son sistemas biológicos que se caracterizan por su minúsculo tamaño. Miden entre 10 y 300 nanómetros, (un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro) y son tan pequeños que no llevan consigo la maquinaria necesaria para obtener energía, al igual que el resto de los seres vivos. Por ello, siempre «toman prestada» la maquinaria de otras células para que estas hagan el trabajo por ellos.
Por eso, actualmente se considera que los virus no son seres vivos. Se trata de microorganismos que tienen capacidad de adaptación, evolución y transmisión de su información genética pero que carecen de metabolismo y por ello se considera que no están vivos.
Según el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV), un virus es un «biosistema elemental que posee algunas de las propiedades de sistemas vivientes como genoma y capacidad de adaptación a cambios medioambientales».
Un virus es un agente ultramicroscópico compuesto por una cápsida (cascarón) de proteínas que protegen un genoma, es decir, un conjunto de moléculas de ácidos nucleicos (ADN o ARN). El cascarón protege el interior del virus y permite que el virus reconozca y se ancle a la célula a la que infectará. Una vez que se une a la célula que será su víctima,inyecta las instrucciones necesarias para que la célula fabrique nuevos virus. Algunos virus tienen además una envuelta de lípidos y proteínas extra.
Los virus no son células y carecen de maquinaria para obtener energía, alimentarse y crecer. Por ello son parásitos intracelulares obligados, es decir, «están obligados a ser dañinos». Se meten en las células, se dice que las infectan, y las convierten en productores de virus, (entonces se dice que la célula es un hospedador).
El resto del tiempo, cuando no están dentro de las células, se comportan como macromoléculas inertes, una especie de vehículo de genes que no interacciona con el medio.
Su forma de crecer y multiplicarse es darle instrucciones a las células (inyectándoles ciertas proteínas y genes) para que estas fabriquen nuevos virus. Y en el camino, las células sufren daños que pueden llevar incluso a su muerte (necrosis, lisis) o a su suicidio (apoptosis).
Los virus tienen dos modos de producir nuevos virus aprovechándose de las células. El ciclo lítico, en el que las células explotan (lisan) y expulsan millones de nuevos virus y el ciclo lisogénico, en el que el virus inyecta en la célula parte de su genoma (se dice que está en estado de profago) y permanece en estado latente o produciendo virus de forma continua.
Virus espía
Así, algunos virus optan por infectar las células rápidamente y destruirlas después (polio, catarro común), otros establecen infecciones persistentes (hepatitis C) que pueden ser fatales para el huésped y otros establecen infecciones latentes durante años (herpes tipo 1), que dan la cara en ciertos momentos.
Y además hay casos en los que los virus son capaces de llevar a las células al suicidio (apoptosis) para camuflarse ante la respuesta del sistema inmune, algo así como un virus espía que asesina a su víctima de forma sutil para pasar desapercibido.