(12 de mayo, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- Es mediodía en Tepito. Un miércoles que trajo en su haber la muerte de un hombre y la persecución de otro. Ambos hechos muy cercanos de la interjección que forma la calle Mineros y la Avenida del Trabajo. Sin embargo, Arturo, un joven comerciante, asegura que el “barrio bravo” está en calma.
“Antes los de la Morelos estaban peleados con los de Tepito, pero ahorita ya se calmó. Se fueron matando uno a uno. En aquellos años esta calle (Mineros) era peligrosa; no podías pasar sin bajar la vista cuando estaban aquí reunidos en la esquina. Ahorita hay inseguridad, pero por chamacos que no entienden lo que significa el barrio, porque andan asaltando ni siquiera por necesidad, sino porque, supongo, quieren sentir esa adrenalina. Los líderes de antes incluso tenían un código, pero como ya no están ahora, cualquier niño quiere sentirse grande sólo porque tiene un cuete (pistola)”, detalla Arturo, mientras sus pasos largos y firmes se abren camino por el pavimento de esta demarcación que desde siempre ha sido estigmatizada por ser “cuna de lobos”.
Con seguridad. Esa es la forma de caminar aquí, recomienda el joven, porque en este barrio de luces y sombras situado en el corazón de la Ciudad de México, si te observan con timidez o con miedo es un detonador para ser víctima de asalto.
Cuando esos fenómenos de violencia son explicados por Arturo, un hombre pasa corriendo a toda velocidad, y un policía detrás de él. Segundos más tarde otros dos uniformados, ahora caminando, avanzan sin rumbo y desconcertados.
“Lo van a agarrar. Ya iba cansado”, dice de forma elocuente Arturo. Y detalla que, “todo Tepito está lleno de cámaras. No hay ni una calle sin alumbrar. Ya no cualquiera se avienta a andar asaltando”.
El joven explica a Revolución TRESPUNTOCERO que la infraestructura es para mantenerlos vigilados o, incluso, para aparentar vigilancia, pues las cámaras no siempre lo detectan todo, y todas esas herramientas se encienden a totalidad cuando hay cacería o un operativo o “un muertito” o cuando algún funcionario del gobierno de la Ciudad de México quiere dinero y “chingar”.
Ingenuo pensar que en Tepito no hay narco
Martín Gabriel Barrón Cruz, experto en temas de seguridad nacional, refiere que Tepito es un lugar que no ha sido analizado por las autoridades, pero “sería ingenuo pensar que ahí no operan los cárteles de la droga. Es ahí donde los narcomenudistas encuentran su mercado para surtirse. Lo peor de todo es que estas actividades se realizan a unos metros del Palacio Nacional y del Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Esto indica que existe corrupción para que no se entre a ver lo que está ocurriendo”.
En entrevista con Revolución TRESPUNTONCERO, Barrón Cruz explicó que no se sabe a ciencia cierta qué cárteles operan, “hace falta labor de inteligencia, que los expertos de la Procuraduría local o federal nos digan lo que ahí ocurre. ¿Cómo operan? y ¿Cuántos operan?”.
En tanto, Tepito, sigue siendo un misterio.
En octubre de 2015, el presidente de la organización civil Procéntrhico, Guillermo Gazal Jafi, detalló la actuación de grupos delictivos que operan en la zona del Centro Histórico. Aseveró que al menos siete cárteles de la droga mantenían operaciones en Tepito.
Arturo dice que no conoce a ningún hombre que diga que es de tal o cual cártel, pero lo cierto es que la droga tiene que venir de alguna parte. Y para encontrar armas o drogas uno tiene que meterse a las vecindades. “Antes era la 40, pero cuando la expropiaron las otros comenzaron a repuntar, como la 17 o la 21, hasta hay otra: la 6”, dice el vendedor.
Caminar sobre las calles Tenochtitlán o Jesús Carranza supone ir evadiendo miradas agresivas, olor a mariguana y vendedores que ofrecen droga que muestran en sus manos.
Ahí se puede comprar de todo, desde juguetes sexuales, afrodisiacos, películas “clon” en dos pesos al mayoreo, ropa, electrónicos, hasta armas y drogas.
“Qué necesitas, rey. Aquí tenemos de todo. De la buena”, dice un sujeto mientras muestra en su mano una bola verde, que en apariencia es mariguana. “Aquí si hay que andar al tiro, porque puede que te venda, o puede que sea el despiste y te metan a la vecindad para atracarte”, comenta Arturo, quien ya conoce los pasillos que se forman entre los puestos ambulantes de estas dos calles.
La vecindad 40 que refiere el entrevistado, fue expropiada en 2007, con la mano dura de al menos 600 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, durante el gobierno de Marcelo Ebrard Casaubón.
En aquel predio, que tenía el número 33 de la calle Jesús Carranza con salida al número 40 de Tenochtitlán, vivían 40 familias. Justo ese lugar era una de las fortalezas del mercado negro en Tepito. Ahora, a casi 10 años de distancia, es un Centro de Desarrollo Integral de la Familia (DIF).
El barrio de Tepito
Arturo explica que Tepito no sólo es un lugar donde se vive “como animales, como lo han querido mostrar”, dice mientras toma asiento en un predio denominado la “casa blanca”, donde existen casi 400 departamentos.
“El barrio es más que eso. Aquí lo que valoramos es la familia y el trabajo. Todos los mercados y tianguis son una fuente importante de empleo, para personas de todo el país. Aquí hay unión, ése es el Tepito que queremos recuperar”, explica.
Los ojos de Arturo se dilatan al sol cuando habla de boxeadores, futbolistas y luchadores que nacieron o se hicieron en este barrio. Con orgullo muestra los rines, las canchas profesiones donde ha corrido sangre y sudor en nombre del deporte.
Esos lugares donde murales narran la historia y la alegría de la gente de Tepito. Las figuras que han sido héroes y también figuras que han sido condenadas a la crítica porque se han olvidado de su familia.
“Como el (luchador) Místico, que dejó a su madre trabajando”, refiere Arturo mientras señala a una señora que cobra cinco pesos por entrar al baño de un deportivo bautizado como “El valle de los mamados”.
¿Ella es su mamá?, se le pregunta. “Sí, ella es. Hay muchos que salen de aquí y les va bien. Y justo esa es la idea: salir para ayudar a la familia, pero no pasa. Cuauhtémoc Blanco no nació aquí, pero de aquí es su familia. En uno de los mundiales su abuelito murió y le dedicó un gol, pero la gente de aquí lo criticaba porque el señor, ya como de 90 años, seguía vendiendo tlacoyos en una esquina. Obviamente no sabemos la historia, quizá al señor le gustaba trabajar, pero eso es lo que molesta a la gente, ver que se olvidan de la familia”.
Mientras camina entre los puestos de ropa y zapatos Arturo dice que esa mercancía llega a los puertos y con dinero y algunos contactos en el gobierno es como finalmente esos productos van a parar Tepito.
Y no niega que exista crimen dentro de este sitio, sin embargo, asegura que no todo es así. Refiere que existe gente honrada que tiene ganas de trabajar y salir adelante. Agrega que vivir en el barrio es coexistir entre dos mundos opuestos y cada quien toma un camino, no obstante, no juzga a nadie. Y con esa empatía, dentro de esos claroscuros, es como se da la convivencia. Y la paz.