Por: Valentina Pérez Botero
Twitter: @vpbotero3_0
El exceso –de ruido, CO2, de imágenes- ha convertido a la cotidianidad humana en una acción contaminante en sí. La suma de cláxones, llantas, choques: el tráfico, tiene como resultado una de las poluciones que más afecta la vida en las ciudades, el exceso de ruido.
La Organización Mundial de la Salud estableció en 65 decibelios el límite máximo de ruido. La contaminación acústica se relaciona con la perturbación del sueño, irritabilidad, falta de concentración, problemas cognitivos en los niños, entre otros.
La necesidad de alertar a los ciudadanos sobre la omnipresencia del ruido en la vida urbana ha llevado a que se creen figuras como Los Inspectores del Silencio en España –país con más contaminación después de Japón- en el que se realizan jornadas en sus principales ciudades, como Madrid, en el que los decibelios van desde los 70 hasta los 90.
En la capital mexicana se han hecho algunos esfuerzos por reglamentar –con el fin de poder sancionar- la producción de ruido. En enero de 2013 se instalaron 70 decibelímetros en el Centro Histórico con el fin de poder dar seguimiento a la Norma Ambiental del DF que estipula un máximo de 65 en el día y 62 en las noches.