“Carlos López se confiesa exilado por naturaleza, errabundo por vocación e inconforme con el medio donde nació. Quiso cambiarlo y le costó el exilio. México fue beneficiario de su talento. Allá se insertó en la eterna lucha de los que usan las palabras para hacer más habitable el mundo real.”
Cree en la inmortalidad del libro. Las películas y la tecnología lejos de acabarlo han ayudado a crear más lectores. La única garantía de su subsistencia son los buenos autores. Escribir un libro es para él poner en juego toda la inteligencia acumulada. Su grandeza nace de su humildad y su espíritu de servicio. Es generoso en todo y especialmente con sus conocimientos. Quizás por eso ha ejercido la docencia por casi 40 años. Ha escrito más de 30 libros y coescrito más de 20. Tiene no menos de quince más en salmuera.
Afirma no conocer el éxito, pero le acompaña a donde va. Vive modestamente entre cientos de libros y una pinacoteca que hace palidecer las mejores colecciones de la región. No usa celular.
En 1981 inició la quijotesca labor de difundir poesía, mientras las grandes editoriales se dedican a publicar obras más rentables, como las narrativas. Así nace Editorial Praxis. Para él la cultura no es un negocio, si no un proyecto de vida. Esto no le ha impedido publicar más de 700 títulos y posicionarse como la editorial más productiva de Mesoamérica. Todo esto con un equipo que nunca pasó de diez personas.”
He querido anteponer estas estrofas a la entrevista que hicimos a Carlos López en ocasión de haber recibido el Premio Nacional de Literatura 2012, Miguel Ángel Asturias, para dar una breve antesala a lo que Carlos tiene en en su corazón en sus pensamientos, ese espíritu sencillo y humilde que le caracteriza, pero que engalana con su talento y lo engradece.
¿Como te defines en relación con tu trabajo?
Como aprendi. Así lo declaro en los formatos que me hacen llenar en algunas dependencias oficiales. A nadie llama la atención la manera como contesto, lo que me hace pensar que el sentido común existe, pues un oficio no se termina de aprender ni definir. Creo que me voy a morir sin haber aprendido algo. Esta tristeza es la única certeza que tengo.
Recientemente ganaste el Premio Nacional de Literatura, uno de los más altos honores en nuestra nación. ¿Cómo te sentiste cuando te enteraste que ibas a recibir este premio? ¿Qué significa para ti? Me sentí igual que siempre. Si un premio me hiciera mejor o peor, lo buscaría o rechazaría de inmediato. Pero no, la realidad no te da esas salidas mágicas. Además, nunca he participado en concursos. Enfrentar la escritura como debe ser es una responsabilidad cotidiana. ¿Cómo debe ser? Éste es un problema todavía no resuelto. Por supuesto que agradezco la distinción y valoro el trabajo de quienes dictaminaron el premio que por fortuna lleva el nombre de nuestro escritor más grande.
¿Cuándo te diste cuenta por primera vez de tu amor por la escritura? ¿Qué hiciste después de darte cuenta de esto?
Hace muy poco; no más de cinco años. Dije: «¿Y ahora qué hago». Sentí pánico. Lo bueno es que poco a poco lo he ido asimilando. Lo que me reconforta es mi pasión por la lectura, que salva, sana y da ganas de vivir.
¿Quiénes son algunos de tus escritores favoritos?
Son muchos; para no ser injusto, no mencionaré nombres. Me impresionan los libros fundadores de la literatura universal de todos los rincones de la tierra, empezando por la Biblia y terminando en el Popol vuh. Desde el Poema de Gilgamesh hasta Hojas de hierba. Pero mis gustos cambian, por supuesto; si no fuera así no seguiría leyendo.
¿Qué te inspira en tu poesía?
Nada específico. De pronto te llega una idea y dependiendo de tu momento la atrapas o la dejas pasar. A partir de eso empiezas a trabajar según la forma como llegó. Los recuerdos de la niñez, la experiencia acumulada, una imagen inesperada, todo contiene poéticas únicas y diversas a la vez.
Concretamente, ¿cómo es tu día como escritor profesional y editor?
Igual que el de todos. La única diferencia con otros tal vez es el horario. A mí me gusta trabajar de madrugada. Una circunstancia adicional, de la que no me jacto, es que laboro en lo que me gusta, sin horario rígido, lo cual no implica que afloje la disciplina, el rigor, el compromiso. Entiendo que mi trabajo es una excepción, puesla necesidad económica obliga a la mayoría de la población a aceptar contratos laborales neoesclavistas que no dejan lugar para el ocio, para el disfrute del arte; y que a veces hay que tener más de un trabajo para poder ganar para las cosas esenciales.
Aunque sueño con un mundo en el que cada uno trabaje en lo que quiera, con la remuneración justa, estoy consciente de que el sistema económico impuesto por el Banco Mundiales antihumano y cada vez más se acentúa la oferta de labores enajenantes, exprimidoras no sólo de sangre, humillantes.
¿Como ves la escritura en Guatemala? ¿Será que Guatemala está pasando por un despertar en la literatura? ¿Dónde estamos contextualmente en el mundo en la literatura en comparación con el resto del mundo?
Desde hace más de 500 años, la literatura guatemalteca ha estado presente en el mundo. El libro más conocido es el Popol vuh, pero también están el Rabinal achí, el Chilam Balam, el Memorial de Totonicapán.Cuesta trabajo creer que la potente tradición oral se agote en la letra impresa, que termine en esos títulos; tanta imaginación, tanta filosofía desbordan los cánones. Me parece que no ha habido igualdad de oportunidades para todos y que el desdén por las culturas ágrafas ha hecho mucho daño. La deuda de los escritores contemporáneos con la creación originada en el pueblo es grande por más palimpsestos y malabares escudados en la preceptiva literaria que se inventen.
¿Cómo la realidad actual de Guatemala (la violencia, el narcotráfico, los desastres naturales, la corrupción) impacta tu trabajo?
Afecta igual en mi trabajo que en la vida de todos. Lo más terrible es que para donde uno voltee ve lo mismo. El país donde vivo está igual o peor. Y los desastres naturales no son nada comparados con los desastres ocasionados por los seres humanos que devastan más que cualquiera de los seres vivos y que los fenómenos naturales juntos. ¿O acaso se compara un terremoto con los bombardeos de Israel en Palestina, o los de Estados Unidos en Afganistán? En términos comparativos, hubo más muertos durante la guerra en Guatemala que con los terremotos y demás desastres naturales en el mismo periodo. Hace poco visité Pajapita y en nada se parece a la tierra donde nací.
La contaminación visual, auditiva, la ocasionada por los desechos, el plástico, la basura está a tono con la degradación humana. Hubiera preferido guardar en mi memoria la naturaleza que inspiró mis versos; pero no hay que engañarse y lidiar con lo que existe: el horror, la barbarie, la desolación. ¿Quién le robó el alma a mi pueblo, quién lo convirtió en un basurero, en un mercado de productos chatarra, lleno de tráilers, de merolicos? Hasta la geografía cambiaron en su afán depredador. ¿Van a acabar con los ríos, con los árboles, con los animales? A ver si una vez consumado el ecocidio tienen el valor de asumirse como suicidas. Mucho me temo que no, que pronto hallarán culpables en otro lado mientras van a la iglesia a lavar sus pecados.
¿Qué te gustaría compartir con los aspirantes a escritores?
Mis lecturas con las de ellos.