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Adiós a las escondidas, los niños juegan al narco #Video

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(30 de abril, 2014).- A raíz de la declaración de guerra contra el narcotráfico emprendida por Felipe Calderón Hinojosa, el ejemplo a seguir de la niñez mexicana -principalmente en el norte- cambió radicalmente. Ya no soñaban con ser doctores, bomberos o maestros, sino con ser sicarios, capos o miembros de algún cártel del narcotráfico que les otorgara una identidad y oportunidad económica, de la cual, en buena medida, el Estado no se ha hecho cargo mediante políticas sociales y educativas para alejarlos de estos menesteres.

Revolución 3.0 conoció el testimonio de una maestra de Sonora cuyo trabajo ha sido muy cercano a la infancia sonorese. Ella contaba a este medio que cuando preguntaba a los niños qué querían ser de grandes, en mayor medida todos respondían con tres personajes: narcos, militares o sicarios. E incluso, ellos mismos, descalificaban a los policías dado que no vivían en la opulencia y eran corruptos. En cambio, la propia imagen del narco representaba dinero y poder. Es por ello que, las costumbres en sus juegos cotidianos han tornado totalmente, pues ahora ya no es jugar con la cuerda, el trompo o a las escondidas; el discurso cambió: se trata de jugar a levantones, balaceras o reproducir narcoejecuciones.

Sin embargo, a pesar de que los niños piensan que escalarán en la jerarquía del narcotráfico hasta llegar a ser grandes capos -como muchos lo han soñado a través de los relatos en los narcocorrido, propios de una cultura en mayor medida concentrada en el norte-, la realidad es otra: son mano de obra barata, desechable y fácil de manipular.

Este reportero conoció la perspectiva del director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), Juan Martín Pérez, quien apunta que “los criminales no usan a los niños, niñas y jóvenes para convertirlos en líderes con una carrera delictiva. Los usan literalmente como algo desechable. Para ellos sólo son mano de obra barata para el traslado de la droga; pocos son los que llegan a convertirse en sicarios”.  De igual modo, el investigador, Héctor Castillo Berthier, publicó en el portal electrónico Diálogo que son reclutados voluntaria o forzadamente, por lo cual, de esa manera, De “se les paga  menos que a los adultos, pues son más fáciles de controlar; cuando son capturados, por lo general no son enjuiciados”.

Y mientras el crimen organizado continúa devorando sus infancias, el Estado enmudece, tan sólo basta mencionar una cruda cifra: En el periodo 2006-2010, alrededor de 30 mil niños y adolescentes ingresaron a las filas de la delincuencia; algunos lo hicieron de manera voluntaria, otros fueron obligados, de acuerdo con el informe México, la guerra invisible de la organización Cauce Ciudadano, A.C.

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