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AMLO: ¿peligroso para quién?

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Para no perder la costumbre, Andrés Manuel López Obrador, que en más de una ocasión ha demostrado su capacidad para colocar temas en la agenda, da nota. Ahora lo hace al afirmar, en entrevista con Ciro Gómez Leyva, que podría ir en alianza con el Partido de la Revolución Democrática después de sostener, en más de una ocasión, que “con el PRD ni a la esquina”.

A la pregunta de Ciro, ¿te sentarías con un PRD que busque la alianza de la izquierda? AMLO responde: “Lo tendríamos que analizar. Ellos tendrían que ser muy claros de no involucrarse, de no hacer acuerdos con los partidos de la ‘mafia del poder’ y con el gobierno (…) nosotros no queremos actuar como paleros del régimen (…) Sí, si está de por medio la transformación de México y si se marca una sana distancia con el régimen.”

Para algunos analistas este es un AMLO desconocido que va en contradicción con lo que ha dicho y hecho antes. Nada más alejado de la manera en la que poco a poco se ha ido construyendo como un político antisistema y de una estrategia que lo ha colocado como el más importante líder opositor, razón por la cual, nuevamente en 2018, será el rival a vencer, toda vez que se va decantando en México un sistema bipartidista de centro derecha, PRI-PAN, en el que la izquierda contestataria no tiene lugar, a menos que se someta a los intereses de esta nueva diada y esté dispuesta a ir de comparsa. En este escenario, la única izquierda política que podría recoger algunas migajas del pastel, con la venia de los dos más grandes partidos, es la del PRD.

Por su parte, Andrés Manuel se distanció del PRD para poder crear y definir a un nuevo partido político de izquierda que no estuviera ligado a los vicios de un partido que finalmente, ante la naturaleza corruptible de algunos de sus dirigentes, se dejó infiltrar por intereses que van más allá de su compromiso con las clases sociales menos privilegiadas y que después de la firma del Pacto por México se desdibujó y perdió la tesis con la que nació, aquella ligada al bienestar de los más desprotegidos, para colocar en su lugar intereses personales y de grupo. Un partido que perdió el rumbo para viajar a la deriva como rémora de alguna de las dos grandes fuerzas políticas ya mencionadas.

El distanciamiento era necesario, pero una vez reafirmado el carácter de Morena, las alianzas con las otras instituciones de izquierda se convierten en una posibilidad, siempre y cuando éstas disuelvan sus nexos con el PRI y con el PAN y que aspiren transformar a México y no sólo a ocupar puestos de poder.

Visto así, es por demás obvio que se trata del mismo AMLO y que la tesis sobre un cambio “radical” no se sustenta. Lo que se observa es más bien parte de una estrategia electoral, nacida de los números que demuestran que la izquierda dividida tiene muy escasas, sino es que nulas, posibilidades de alcanzar el poder de la presidencia.

El mismo Obrador por sí mismo, como demuestran la gran mayoría de las encuestas, puede competir en igualdad de condiciones con el posible candidato del PRI, Miguel Ángel Osorio Chong, y con la probable candidata del PAN, Margarita Zavala, siempre y cuando sus tres partidos vayan solos. Sin embargo, la fragmentación del voto ha demostrado que aumentan considerablemente las posibilidades de ganar cuando el partido grande va acompañado de los partidos pequeños, la denominada “chiquillada”, esa de la que el PRD está a punto de formar parte, toda vez que Morena lo ha desplazado del lugar de tercera fuerza a nivel nacional.

En otro asunto y en la misma entrevista, Obrador repitió lo que ha dicho en otras ocasiones en torno a que él respeta el proyecto y forma de lucha de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación) y que no pretende imponer su propia visión en torno a lo que debe ocurrir con la Reforma Educativa, aunque sostuvo que no se debe abrogar dicha reforma, sino modificarla de cara a sus principales actores, los maestros, sean de la CNTE o del SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación).

Pero no fue eso lo único que dijo, al referirse a la Reforma Educativa y la petición de la CNTE para que sea derogada expreso una serie de posturas, las cuales llevan a preguntarse por el supuesto cambio que en él se ha operado. Sostuvo “pedir que se derogue es… la   claudicación del gobierno, no nos conviene a nadie. Nosotros no queremos construir el nuevo México a partir de escombros… Tiene que haber autoridad y tenemos que llegar al 2018 con estabilidad, con paz social, para que la entrega de la estafeta se dé en un ambiente de normalidad política. Si se le vence por completo… a Peña, pues eh…, no va a haber estabilidad, no va a haber gobierno.”

Con esta afirmación, echa por tierra la idea que diversos medios de comunicación, los hegemónicos, han tratado de sembrar en la mente de las y los votantes durante 10 años y que, muy probablemente, acentuarán durante las próximas elecciones, aquella según la cual Obrador “es un peligro para México”, a la que se añade la imagen de un político que desea que a México le vaya mal, pues eso no puede más que beneficiar sus aspiraciones de poder.

Bien mirado, AMLO, el político, sabe leer el momento histórico y situarse discursiva y prácticamente, casi siempre, en la línea correcta, en particular para los sectores menos favorecidos de la sociedad, entre los que se cuentan por supuesto los más pobres, pero también ciertas capas de la clase media empobrecida y en algunos casos ilustrada, que por lo mismo cuenta con más información y con datos que le permiten observar desde otra óptica el rumbo que lleva México.

En este contexto, cobra notoriedad lo que AMLO dijo, citando a Benito Juárez García, durante el mitin con que concluyó la marcha del 26 de junio en favor de la CNTE: “Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho. Esa es la postura de Morena en la actualidad.” Igualmente, en un video publicado en YouTube, el 8 de junio, afirmó: “Lo cierto es que no soy ni un riesgo ni un peligro para el pueblo de México, para nuestro país. Puedo ser un riesgo y, eso depende como lo vean, para los corruptos, para los de la mafia del poder, los que se han dedicado a saquear a México, porque eso es lo que va a cambiar cuando logremos la transformación del país. Se va a acabar la robadera.”

Lo singular aquí no es sólo la postura de este político opositor, que en el video hace notar que ahora ya no se le señala como un “peligro” sino como un “riesgo”, “pues ya le bajaron una rayita”, sino que comunicadores como Lilly Téllez, de TV Azteca, hayan “tenido la iniciativa” para publicar también un video en YouTube, donde la conductora confirma que, justamente, AMLO no es un peligro para México.

Lo interesante del video no es sólo la postura de Téllez en torno a que Obrador ha tenido razón en muchas de sus aseveraciones como la lentitud con que cambian las cosas en México, el poder intacto del narcotráfico y la corrupción que nos hunde y que hoy Obrador sí es un peligro, pero no para México sino para los partidos políticos dominantes y su guerra sucia por el poder. Por supuesto, ella no pierde oportunidad para atacar a Obrador al decir que es un peligro para sí mismo dados su carácter y su intolerancia. En fin, este video amerita un análisis minucioso para encontrar los intereses que hay detrás, los mensajes ocultos y sus destinatarios y lo que supone lo obvio, la razón por la cual hoy AMLO “ya no es un peligro para México”.

No hay inocencia ni en AMLO ni en Lilly Téllez. No la hay en Obrador al matizar sus posturas y llamar “presidente” a Peña, en lugar de espurio o ilegítimo, no la hay cuando habla de procurar la estabilidad y la paz social, no la hay tampoco en su intención de atraer al PRD.

Cierto es que Obrador no ha estado nunca por la vía violenta, por más que se le quieran colgar santos, como algunas acciones de la CNTE; cierto es también que su distanciamiento del PRD o de las fracciones que lo tienen al borde de la extinción fue una sana medida si de fundar su propio partido se trataba; cierto es que una alianza electoral con toda la izquierda partidista le daría más posibilidades de llegar al poder de la presidencia. Todo eso es cierto, pero también es cierto que no hay inocencia en quienes afirman y confirman ahora que, efectivamente, él “no es un peligro para México”, como afirmó la conductora citada.

Es así que las dudas aparecen: ¿qué ve AMLO en el presente mexicano que teme por la estabilidad y la paz social y apuesta por una transición pacífica como también dijo en el mitin de la marcha por la CNTE, en la que conminó a Peña a formar un equipo de transición de aquí al 2018? ¿Qué ven las élites en el poder para dar luz verde a una comunicadora importante de TV Azteca, para decir que Obrador no es ni ha sido un peligro para México? ¿Cuál es la conveniencia política de negar el slogan que permitió construir una imagen negativa de López Obrador y restarle un número importante de votos además de “justificar”, lo que para muchos fue un fraude electoral en 2006? ¿Por qué, desde el punto de vista estratégico y político, Obrador ya no es un peligro para México? Si, en todo caso, ya no es un peligro ¿quién o qué grupo se beneficia?

Si se puede observar con claridad que las declaraciones y posturas de Obrador pueden servir al propósito mediático de demostrar que no es un peligro para México, la opacidad se encuentra en las intenciones últimas de quien o quienes hoy “aflojan la cuerda” y dejan “respirar” al contendiente opositor más “peligroso” de las últimas décadas.

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