Por: Valentina Pérez Botero
Twitter: @vpbotero3_0
Del avistamiento de ballenas, las empresas turísticas de Baja California y Baja California Sur pasan a ofrecer avistamiento de aves o aviturismo. La alternativa conjuga un potencial regional –América tiene el 70 por ciento de especies en el mundo– y una necesidad medioambiental de los estados: la conservación de la biodiversidad y sus hábitats.
El turismo aporta 9 por ciento del producto interno bruto mexicano y más de 7.5 millones de empleos, de acuerdo con la Secretaría de Turismo (Sectur), pero también tiene fuertes impactos ambientales por su acaparamiento de servicios –agua, luz– y la contaminación que genera. La pregunta del sector radica en cómo conciliar este polo económico con la mitigación de sus externalidades negativas, y una de las respuestas es la explotación del ecoturismo.
En México la zona de las Baja Californias representa un lugar idóneo para una modalidad de turismo ecológico: el “aviturismo” u observación de aves. El mangle –que alberga ostiones y otra fauna marina– representa un banquete para los cientos de aves que visitan la costa diariamente. Los operadores turísticos ofrecen tours de cinco horas con un costo inferior a los tres dólares por adulto.
Guatemala, país limítrofe de México, también ha explotado este recurso e incluso tiene un manual guía para que poseedores privados de fincas u administradores de áreas naturales protegidas puedan incorporar el avistamiento de aves a sus servicios turísticos y así incrementar sus recursos económicos con bajo impacto ambiental.