(6 de junio, 2014).- El fenómeno de las barras bravas en Argentina, trasciende mucho más allá lo que acontece con el club que apoyan, pues sus vínculos con las autoridades deportivas, políticas y demás funcionarios públicos les han permitido evolucionar en un ente criminal caracterizado por sus expresiones violentas.
De acuerdo con el sociólogo argentino José Garriga, experto en este tipo de agrupaciones, el término “barra brava” fue acuñado en los años setenta y al principio se refería a los hinchas organizados para alentar con música y fuegos artificiales a su equipo desde la tribuna aunque para los ochentas se comenzaron a teñir de violencia desde su propio seno.
Lo que en su génesis era todo un ritual acompañado de tambores, trompetas, banderas y riñas con barras rivales –muchas veces para hacerse de una entrada al partido- años más tarde se convirtió sólo en agresiones incluso internas que han dejado ya varios muertos; según la ONG dedicada al combate de las barras, Salvemos al Futbol, de 2000 a 2009 cinco personas murieron al año por violencia alrededor del futbol, cifra que para este año se ha duplicado.
Sin embargo, para el sociólogo las barras conforman cierta función social, basada en el sentido de pertenencia que estos grupos generan, donde el uso de la violencia implica honor ante los demás. “La violencia que practican las barras, la violencia de “El Aguante” es muy prestigiosa, el que toma parte en las peleas se alimenta de este prestigio”, asevera Garriga.
Dicho prestigio se traslada al barrio, donde un barra brava puede conseguir distintos favores en la comunidad como un trámite gubernamental o hasta una cama de hospital. Contrario a lo que se pudiera pensar, estas comunidades acogen de mejor manera a los tipos violentos en lugar de rechazarlos.
No obstante, el crecimiento mostrado en las barras, no se refiere únicamente a la violencia, pues también lo han hecho en materia económica y criminal. Si en un principio los clubes los apoyaban con entradas y viajes, ahora les dan efectivo; cambio paralelo al que las barras mostraron tras ser simples comerciantes de boletos entre sus miembros, para llegar a ser dueños de los estacionamientos en los estadios.
Tan lucrativo el negocio de los “franeleros” que el diario La Nación reportó que La Doce –barra del Club Atlético Boca Juniors- obtiene en un día de juego obtiene ganancias cercanas a los 30 mil dólares.
Otros de sus negocios en las inmediaciones de los inmuebles deportivos van desde la inocente venta de refrescos hasta el comercio de drogas. De acuerdo a un reporte de la Secretaría de Seguridad de Argentina, en 2013 la policía decomisó 170 kilos de mariguana, cocaína, éxtasis y precursores químicos que estaban junto a 150 boletos de futbol, en una casa relacionada a una barra brava en San Martín, provincia de Buenos Aires.
Tiempo más tarde, una pequeña red de narcotráfico y prostitución fue desarticulada; la operación además de dejar la incautación de armas, autos y miles de dólares, trajo consigo el arresto de 11 personas, una de ellas era dirigente en la barra de San Martín. Este caso es similar al de Rosario, en la cual un líder de barra igualmente fue arrestado por vínculos con Los Monos, la organización criminal de la ciudad.
Para Garriga, a pesar de que los dirigentes de las barras bravas no trabajan para los cárteles locales, sí existen fuertes lazos criminales de ciertos miembros.
Entre otras de sus actividades lucrativas, también se encuentran los tours en los estadios a extranjeros y la venta de dólares en el mercado negro, negocios ampliamente relacionados como lo demostró una investigación de La Nación, donde revelaba que la Doce hacía lo propio con el dinero que foráneos les pagaban para vivir su famoso “Adrenalina Tour” en la Bombonera.
Como bien es sabido, las actividades criminales no serían posibles sin la existencia de relaciones y protección con funcionarios de cualquier orden. Se dice que las barras -la cuales ya ejercen un fuerte control sobre las directivas, al grado de pugnar por despidos- han llegado incluso a recibir “comisiones” de hasta 30 por ciento por los jugadores del club vendidos o un 20 por ciento de los salarios de los jugadores, tal como declaró un periodista argentino especializado al rotativo británico The Guardian.
Del lado de los vínculos con políticos e instituciones de seguridad, ha trascendido que algunos funcionarios contratan a las barras para conseguir votos o hacer propaganda. El caso más explícito de ello, fue cuando en las tribunas de El Monumental, la hinchada de River Plate sacó una enorme manta que decía: “Clarín miente”, en referencia al periódico opositor, que ha sido fuertemente golpeado en la administración de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Para el periodista argentino, Nicolás Balinotti, dicha característica es la que diferencia a las barras de su país a todas las demás, pues incluso Fernández sin hablar de ellos explícitamente les ha expresado su respeto. “Ellos tienen legitimidad y son vistos como parte del espectáculo del fútbol argentino. Esto, más que cualquiera de sus actividades ilegales, significa que es poco probable que desaparezcan en el corto plazo”, sentencia el especialista.