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Crecer o seguir siendo un niño: psicopatología en la adolescencia

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Anaid Zulema Jasso Romero / @PsicoanalistaAJ

 

(6 de octubre, 2o13).- La adolescencia es un tema que interesa a la opinión pública, pero que al mismo tiempo se rehúye, por los conflictos que conlleva. Es la última etapa del desarrollo, donde el individuo adquiere una identidad. La normalidad en esta etapa es difícil de establecer, ya que suceden grandes cambios en la estructura de la personalidad.  De ahí que el diagnóstico de alguna patología se deba tomar con mucha cautela, tomando en cuenta diversos factores como el psíquico, familiar, biológico y social.

La adolescencia es un proceso de duelo al cual se opone el individuo. Los 3 duelos son: por los padres, el rol de la infancia y el duelo del cuerpo. El conflicto del adolescente se centra entre crecer o seguir siendo un niño dependiente de los padres.

La parte biológica, es decir, la hormonas, juegan un papel desencadenante en la pubertad, puesto que éstas comenzarán no sólo con los cambios físicos, sino con los impulsos que llevan a cambios psíquicos. La lucha del adolescente está en adaptarse a esos cambios. Un cambio en la autoimagen corporal y una reevaluación del ser a la luz de nuevos poderes y sensaciones físicos, son dos de las consecuencias psicológicas del cambio en el estado físico.

La sociedad absorbe el impulso de maduración de la pubertad dentro de su organización y lo pone en uso para sus propios propósitos. La designación de un nuevo rol y nuevo status ofrece al adolescente una autoimagen que es definitiva, recíproca y comunitaria. Sin este tipo de refuerzo del medio ambiente, la autoimagen pierde claridad y cohesión.

El adolescente, en un proceso normal, está dejando sus objetos internalizados con los que ha crecido y se ha identificado (padres), por otros nuevos, para formar una identidad definitiva. El adolescente tiene que sobrevalorarse para vivir sin esos objetos que deja, para identificarse con otros nuevos; su defensa para sobrevivir esta etapa es esta sobrevaloración, más el sentimiento de omnipotencia, de ahí que veamos estas conductas disruptivas, oposicionistas y desafiantes: el adolescente cree que todo lo puede… La estructura mental (SuperYo), que se encarga de las normas y las reglas adquiridas es ineficaz de tal manera que el autocontrol baja y se dan las conductas delictivas y adicciones.

La situación actual en México, hace al tema de la violencia uno de los principales, ya que se encuentra en boca de todos. No es de extrañar que un adolescente que se encuentra en esta etapa de conflictos, donde busca objetos con los cuales identificarse, lo haga con figuras idealizadas tendientes a la psicopatía, por ejemplo, narcotraficantes, psicópatas y otros personajes que vemos, leemos y escuchamos diariamente. El adolescente se identifica con la parte omnipotente de las conductas de estos personajes.

Muchas de las historias de adolescentes psicópatas son de padres ausentes y/o maternajes ineficientes, aunadas a historias de violencia familiar. Lo anterior, sostenido por un sistema económico, político y social en donde la prioridad de las familias mexicanas está puesta en sobrevivir, más que en el bienestar psíquico de sus integrantes, agrava la situación.

El adolescente, ante una situación real de violencia y abandono, tendrá que hacer uso de todas las identificaciones que hizo cuando niño para poder sobrevivir ante una realidad abrumadora; su única salida, la psicopatía: la identificación con el agresor. Su discurso interno tendría que ver con: “es mejor matar a que me maten, es mejor agredir a ser agredido”.  Es frecuente que si alguien tiene miedo a ser dañado, su forma de comunicación sea a través de la actuación de la agresión.

El Estado promueve la rehabilitación de este tipo de problemas mediante la enseñanza de la ley y la consecuencia por su acción, es decir, cumplir una pena con el encarcelamiento ante una conducta violenta.  Para funcionar, esta ley tuvo que haber sido internalizada a través de un padre y el –llamado en psicoanálisis– complejo de Edipo, en el que los procesos de identificación se internalizan, para adquirir las normas, reglas sociales, reglas morales, es decir, la formación de la estructura psíquica llamada Superyo.

Un psicópata dejó de funcionar bajo las reglas de la sociedad, no hay ley que le impida cometer algún acto homicida, no hay culpa que le posibilite reparar el daño, no hay conexión entre el acto y la consecuencia. En la psicopatía hay un falso self en donde se ve al propio cuerpo como falso, como un objeto, como una cosa sin identidad.  Una vez instalada ésta caracterología, no habrá marcha atrás; no habrá leyes, rehabilitación o ayuda terapéutica que permita la posibilidad de un cambio.

Lamentablemente, la coyuntura en México no ayuda para un diagnóstico favorable en cuanto a esta patología, es decir, cada vez los actos que suceden en el país son más sanguinarios y cada vez se castigan menos. Sin embargo, en todos los casos es siempre mejor la prevención. Aunque en la naturaleza humana esté implícito el conflicto, esto no disminuye la posibilidad de vivir en un ambiente favorable para el desarrollo de un menor, en las áreas familiar y social.

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