¿Cuántos medios tienen la consigna editorial de “aquí no se le pega a Enrique Peña Nieto”? ¿Es tan poco evidente la inexistencia de la libertad de expresión en este país?
En este sexenio, distintos políticos (principalmente de derecha), han dado acompañamiento a la repetitiva (y por demás falsa) frase de Enrique Peña Nieto “la libertad de expresión conquista social irrenunciable”. Indiscutiblemente la realidad es otra, porque ha sido durante su gobierno, que se ha desatado de forma irrefrenable la censura periodística que va desde los despidos por “cuestionar al señor presidente”, las presiones para cerrar espacios editoriales críticos, las amenazas abiertas de perder el trabajo “si te metes con el presidente”, hasta los asesinatos masivos.
Sin dudarlo el gobierno de Peña Nieto, así como en otras capas poblacionales, ha sido el asesino serial y a sueldo de la libertad de expresión en México. Aquí y ahora ha limitado a ésta bajo la burda consigna ya institucionalizada, “nadie se mete con Peña Nieto y de paso con las fuerzas armadas”.
La muerte física no solamente es la que acompaña a la libertad de expresión en este país, también una muerte del debate, de la crítica, porque, principalmente, los medios impresos han seguido el camino de la televisión y se han convertido o en voceros de la Presidencia, o en los enterradores de las tragedias que se viven y padecen a diario. Y no, no todo tiene que ver con los reporteros, los analistas de opinión, sino también con los dueños de los medios, quienes los han convertido en empresas de publicidad presidencial ‘porque eso les reditúa más’; es claro que son ya muchos los medios que tienen la consigna “aquí no se le pega a Enrique Peña Nieto”, porque en efecto este sexenio es la mina de oro para quienes ejercen el periodismo servil y rastrero.
Lo que también deriva en autocensura, que ha provocado un lóbrego ambiente donde no circula la información y prevalece el secretismo y la exclusión. Son pocos los medios que se han atrevido a crear su propia libertad de expresión y a defenderla, en efecto, a defenderla no solamente del poder gubernamental, sino de los ‘grandes’ medios de comunicación que lanzan campañas de desprestigio, convirtiéndolos en enemigos, al no permitirse una alineación con el presidencialismo corrupto.
El correlato del sistema político y gran parte del sistema mediático, ha traído como grave consecuencia un constante golpeteo a la democracia. Los medios de comunicación en este país no son “una plaza pública” y libre de exponer argumentos y fundamentos, con Peña Nieto se ha intensificado la transformación a una plaza donde la mayoría es obligada a callar y donde muy pocos pueden circular.
La sociedad mexicana no conoce la libertad de expresión, pero sí la libertad de la manipulación de medios, la compra de programas de televisión, de radio, la de canales y diarios, que alaben a un presidente espantajo, pagados con el erario público.
Recordemos pues, que Peña Nieto es en forma obvia la figura más desprestigiada en este país. Es por ello que la ya ahorcada libertad de expresión no solamente puede ser producto de la dictadura priista a la que no le gusta, ni tolera ‘los golpes’, sino por el constante temor en el que ha caído Peña Nieto al saberse un ‘mandatario’ incapaz de obtener respeto por sí solo, ante sus constantes errores, desconocimiento, ignorancia y pareciera poca inteligencia, las criticas, las burlas (justificadas) y los cuestionamientos han dolido profundamente porque son reales, es por eso que deben ser acallados, y no ‘lastimar’ más la ya tan pisoteada autoestima de ese hombre que se dice presidente.
Entonces bien, libertad de expresión ¿para qué y para quién?