Por: Estela Garrido
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El ruido clásico de la máquina de bobinas comienza. La aguja del delineado impregnada con tinta negra entra en la dermis, la primera capa de la piel. Crack empieza a dibujar la figura en la tez sin que la tinta entre en el torrente sanguíneo o en las venas. Primero, para evitar errores, se hace la silueta, luego se rellena de color con otra aguja que tiene más puntas y, al final, se da luz o sombra al tatuaje.
“Siempre me dan nervios cuando tatúo. Tienes que estar atento a que quede bien. Le estás dibujando en la piel algo que se quedará toda la vida”, comenta Crack mientras limpia el exceso de tinta vegetal.
Egresado de la Universidad Tecnológica de México (UNITEC), de la carrera de Diseño Gráfico, Cracktox ha tatuado más de mil diseños. Satisfecho con su trabajo, asegura que ser tatuador es más que un oficio o una labor. Es un estilo de vida.
“Conoces personas, viajas, una vez que ya entras al mundo del tatuaje no lo ves como un trabajo. No tienes horarios, ni precios fijos”.
No hay distinción. Ha tatuado a todo tipo de personas, en su mayoría jóvenes. “Un tatuaje no te hace tonto”, asegura mientras afina los detalles de la golondrina azul en la muñeca. “No debería de haber discriminación por hacerte uno”.
Al cabo de 15 minutos, limpia el exceso de tinta con agua destilada y protege el tatuaje con plástico. Las indicaciones son muy simples: lavar con agua y jabón neutro y poner constantemente crema contra las rozaduras.
Crack está orgulloso de su trabajo artístico, de poder plasmar en el cuerpo humano un símbolo, una letra, un color, una figura que tiene toda clase de significados para quien los porta.