(03 de marzo, 2020. Revolución TRESPUNTOCERO).- Para el QS World University Rankings 2020, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) avanzó 72 puestos entre las mejores universidades del mundo. Para algunas de sus alumnas, es el refugio de sus agresores sexuales.
Hace un par de meses, de manera simultánea, alumnas de CCH´s, preparatorias y facultades denunciaron la violencia de género que sufrían en la Máxima Casa de Estudios. Hoy, si bien la urgencia por la pandemia mundial ha vuelto al mundo la atención al COVID-19, la exigencia por una vida libre de violencia en la Universidad, continúa.
De manera anónima, una estudiante de la Facultad de Odontología denunció para Revolución TRESPUNTOCERO, una serie de abusos a los que las estudiantes están expuestas todos los días, no sólo dentro de la escuela sino en las clínicas periféricas donde realizan sus prácticas.
Desde profesores que comentan que las alumnas van a “buscar marido”, hasta casos denunciados de abuso sexual, en la Facultad de Odontología de la UNAM se escriben verdaderas historias de injusticia y violencia contra las mujeres.
De acuerdo con el testimonio, muchas alumnas ven condicionadas no sólo sus calificaciones sino incluso la permanencia en las carreras debido al acoso y abuso sexual de las que son objeto.
Los profesores están “blindados” por el sindicato y además, son considerados inamovibles por las autoridades escolares. Las alumnas no encuentran respaldo, ni protección a sus demandas por parte de la Máxima Casa de estudios.
Pese a que el acoso y abuso por parte de profesores y alumnos es un “secreto a voces” son las propias autoridades quienes desincentivan a las denunciantes. Les dicen que “para qué” si no va a proceder, incluso, que “se arriesgan” a ver sus promedios afectados.
En los pocos casos que ha procedido la acusación, los profesores son jubilados, pero no existe acción penal contra ellos.
Las mujeres son casi el 80% de la facultad. Actualmente, y por primera vez, es una mujer quien está en la dirección. No obstante, la respuesta ha sido la minimización de las acusaciones incluso, una represión implícita.
Tal es la situación, que las alumnas afectadas temen hablar con medios de comunicación de manera abierta, pues temen que la Universidad, lejos de garantizar la libre expresión e incentivar las denuncias, afecte sus trayectorias como estudiantes.
Por iniciativa de las estudiantes, se realizó el tendedero de denuncias, esto visibilizó la situación, pero los progresos para investigar o sancionar a los agresores ha sido infértil hasta ahora:
“Fue una manera de incomodarlos. Yo veía a los profesores, algunos se indignaron, otros se reían. Algunos alumnos también fueron señalados”, cuenta la alumna.
“Siendo la primera directora en la facultad, no hubo una respuesta concreta, para mi sólo fue como un copy paste. Dieron permiso de que se hiciera el tendedero pero no mostraban el respaldo a las compañera. Tampoco se estableció que no habría represalias en contra las calificaciones”.
Incluso, compartió que en algún intento de denuncia, la respuesta de la Facultad fue:
“Me dijeron ‘estás perdiendo tu tiempo, primero, está protegido por el sindicato, segundo, es alguien destacado en la facultad. Te estás arriesgando’”.
Generaciones siguen pasando y tienen que seguir el mismo ambiente de la escuela.
“Después del pliego petitorio se hizo una junta, algunos profesores incluso dijeron que irían contra quienes habrían denunciado porque era “difamación” aunque hubieran decenas de denuncias contra el mismo profesor”.
No es una situación nueva. Las exalumnas egresadas denuncian que en sus generaciones habían profesores que obligaban a las alumnas a ir maquilladas y a llevar falda, de lo contrario, les bajaban puntos en sus calificaciones.
Pese a la contingencia, la Universidad tiene una cuenta pendiente con sus alumnas, para quienes su propio desarrollo educativo se ve plagado de violencia y el egresar, se convierte en una constante lucha por sobrevivir a sus depredadores.