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El Brasil de las dos caras

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José Ángel Rueda / @joseangelr10 

(12 de junio, 2014).- El himno se alarga, el Brasil del futbol no quiere que acabe, busca extender el momento hasta que la voz no salga más. Busca intimidar, cargado de aquel nacionalismo que le da oxígeno al futbol, que le da la identidad necesaria para ser lo que hoy es. El himno de Brasil sigue sonando, aunque no tenga ya la música de fondo. La FIFA, la controvertida FIFA, sólo acepta las versiones cortas, pero el estadio no entiende de brevedad y se extiende.

El Mundial llega a Brasil, pese a todo, pese a las jornadas largas en las que el sueño se veía lejano, pese a los tantos atrasos en los estadios, pese a las protestas justas que caen unánimes ante los ojos del mundo. Pese a tanta corrupción que retumba en los caminos de terracería que aparecen alrededor de la Arena Sao Paulo, aún sin terminar, ya con el tiempo encima.

El partido comienza, adentro del estadio todo es fiesta, la inauguración no fue nada espectacular, sin embargo, poco importa, las tribunas amarillas estallan al silbatazo del árbitro. Afuera, las cosas son distintas, filtros y filtros de seguridad intentan que la organización no se salga de las manos. Por la avenida principal, un grupo de manifestantes busca avanzar, pero la policía intercede y todo se detiene.

El Mundial no será fácil, la gente lo sabe. Los intereses se mueven como el viento frío que llega a Sao Paulo. La tensión se siente en todos los rincones de Brasil, como fiel reflejo del partido que apenas a los 11 minutos sufre su primer gran golpe. Marcelo hace un autogol que silencia la fiesta y todos los defectos comienzan a surgir.

Brasil, el equipo, no encuentra el rumbo, así como el país, llegó al Mundial sin estar listo, sin embargo, pronto surge un Neymar que salva los papeles y empata el juego. El público respira, pero solo por un rato, la calma parece que no llegara ni hoy ni en las próximas horas. El equipo croata, que juega sin complejos, amenaza con llevarse el empate y quitar la poca paz que pueda quedar. Esa que los organizadores imploraron cuando, antes de que comenzara el juego, lanzaron palomas blancas al cielo.

Con el partido tenso, a Brasil le regalan un penal que sirve de analgésico, Neymar transforma y le da la ventaja a los suyos. Las dudas comienzan a escucharse en todos lados, no es raro que ese tipo de jugadas siempre terminen del lado del equipo local, pero eso a la FIFA no le importa y Brasil gana con otro gol de Oscar, casi al final del partido.

Brasil gana y la organización respira, todos temen una eliminación temprana del país anfitrión, saben que las cosas no están como para romper los esquemas y Brasil, el país, es una bomba a punto de explotar. La fiesta tiene dos caras, que se disputarán los días entre futbol y gritos de protesta. En estos tiempos en los que el futbol es algo muy parecido a la vida, el primer partido del Mundial nos deja un fiel reflejo de la situación del país. Brasil vive en emergencia, le cuesta encontrar la paz, busca héroes que le salven la vida, y gana quizá sin justicia.

Foto: Olé

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