La educación pública nunca había estado tan amenazada y golpeada desde distintos sectores (gubernamental, empresarial y medios de comunicación), como lo ha venido estando desde principio de siglo, con latentes amenazas producto de los criterios de mercado que alimentan el depredador y rampante neoliberalismo que acecha principalmente a las universidades públicas.
México país de ingresos medios, periférico al capitalismo mundial y dependiente de las políticas que emanan del núcleo hegemónico por convicción de la clase política corrupta e impune, no escapa a las determinaciones del modelo neoliberal: la privatización como retracción social, precisamente de aquellos grupos subversivos que buscan emancipación a través del conocimiento, conciencia y razón.
La principal estrategia es someter a una grave crisis financiera a las universidades públicas, ya que es evidente que no es la falta de recursos lo que insta a ésta, sino que es la consecuencia del incumplimiento del Estado de su obligación constitucional de garantizar y financiar la educación pública.
Otra de las estrategias privatizadoras han sido también los esfuerzos incansables por crear una especie de nuevo “sentido común”, donde se pretende imponer de manera abierta en diversos ámbitos de la vida económica, social y cultural de las sociedades contemporáneas, que “la educación no es para todos”, según gobierno y empresarios, quienes a diario en este país sin mínimo respeto por ninguna ley se pretende la privatización de las universidades, basada en una historia del lucro.
Siendo hoy la UNAM la máxima representación de una entidad educativa a punto de ser aniquilada por el monstruoso gran capital, recordamos lo lejos que hemos dejado aquel México Independiente del precursor de la educación actual, José Vasconcelos, quien forjó la educación como un motor creador de conciencias y alentador de espíritus, que rescataría al hombre de la ignorancia haciéndolo mentalmente libre.
La libertad de pensamiento es hoy el principal enemigo a combatir del gobierno autárquico, que ha encontrado en esta su peor enemigo: las luchas estudiantiles, cuyos jóvenes son los principales adversarios de un sistema vil, cruel y manipulador al que han desenmascarado y ridiculizado por su ignorancia y mediocridad. Sobran las razones económicas y sociales para bloquear la educación, es por ello que debemos tomar en cuenta que la guerra sucia nunca terminó, solamente cambió de campo de batalla a los recintos universitarios, donde estudiantes y catedráticos han sufrido los embates de un sistema rapaz que constantemente los amenaza, ejerce persecución sobre ellos y les fabrica delitos.
Lo anterior con el respaldo absoluto de empresas de comunicación que por medio de sus vasallos adoctrinados (comunicadores), han orquestado una campaña mediática que ha creado un ambiente de rechazo hacia los estudiantes que con un ideología basada en el bienestar social como principio rector de un Estado, intentan hacer despertar a una sociedad ciega dispuesta a morir en la insulsa pasividad.
No es necesario insistir que en ese mismo falso y burdo escenario mediático a la par de denostar los movimientos estudiantiles y el uso de la fuerza bruta para acallarlos, se gesta la estrategia para convencer al que ignora la funesta realidad mexicana, que la privatización pretende fortalecer y generar cambios positivos en la educación, cuando lo evidente señala que mientras menos preparado escolásticamente esté el individuo, será más fácil de suprimir, mientras el neoliberalismo privatizador avanzar en su victoria como proyecto autoritario.