Por: Valentina Pérez Botero
Twitter: @vpbotero3_0
A su nombre verdadero lo remplaza un invento, en parte para que vaya acorde con el personaje y en parte por seguridad. Ya una vez lo molieron a golpes: “Me dieron por muerto” dice él. Casi cumplirá 28 años de un mismo propósito: concientizar sobre el peligro de la planta nuclear Laguna verde.
Su caminar se ha convertido en tradición. Cada año, sale de la catedral de Xalapa, Veracruz, hasta Laguna Verde. El recorrido de casi 70 kilómetros a pie le sirve para reencontrarse con las comunidades que lo reconocen, que lo han visto envejecer y perseverar. Durante una semana, se acostumbra a cubrirse el rostro, el cuerpo con un látex verde que lo envuelve y es un estandarte de su lucha.
“Nadie nos dijo nada” dice él, a nadie de las cercanías de Laguna Verde le explicaron qué iban a construir ni cómo funcionaba ni cuáles eran los riesgos. Ahora, continúa, están haciendo lo mismo con la mina para la extracción de oro Caballo Blanco –ubicada en la periferia de la planta nuclear-. Aunque se sabe que se les negó el permiso ambiental, la minera sigue trabajando.
Todo fue su diseño. El traje verde con bordes amarillos, la máscara que lo hermana con su trabajo inicial –luchador profesional-, la mariposa a un costado que habla de su propósito ambientalista y la leyenda del pecho: el Ecologista Universal.
Lo explica muy fácil: era luchador en el ring y saltó, también, a ser luchador social. De esa primera acción, un brinco, pasó a la segunda: el caminar constante y emblemático “La gente me pregunta que por qué camino, que por qué marcho y yo les digo que caminar es libertad”.
