No dejó de causar entre sorpresa e incertidumbre el que el titular de la Defensa Nacional, contra todas las costumbres que caracterizan a nuestro Ejército, posara en una entrevista para un medio de prensa escrito e hiciera declaraciones que no tardaron en ser cuestionadas y hasta desmentidas por quienes han sufrido en carne propia los abusos de los mílites; aunque también habrá que señalar que estas declaraciones provocan ese temor con el que las autoridades se empeñan en hundirnos al hablar el General Salvador Cienfuegos de la carencia de preparación para enfrentar a los grupos delincuenciales.
Luciendo la condecoración que le entregara el titular del Ejecutivo Federal por 50 años de servicio –ingresó a los 16 años de edad al Colegio Militar y tiene 67-, Cienfuegos Zepeda expresa que existe una gran incongruencia entre lo que se dice con respecto al Ejército situándolo como la institución más confiable y los señalamientos de que es la que más viola los derechos humanos. Alguien, dice, “debería decirnos dónde está el problema. No podemos ser violadores de derechos humanos y al mismo tiempo los más confiables”. Ya se ve, en la práctica, en la realidad, que sí que pueden y el General parece olvidar que la parte de confianza que se le otorga es la que se refiere a su presencia en las zonas de desastre que es en donde su comportamiento se convierte en humano.
Dijo que lo de Tlatlaya les ha salido muy costoso, sin embargo habrá que puntualizar en que no es un solo caso el que se tiene registrado ya que pese a que han transcurrido años -4 con 7 meses-, todavía no se dignan ni siquiera recibir a los padres de los jóvenes Víctor Manuel Chan Javier y Ramón Pérez Román, quienes fueron acribillados por un convoy mixto formado por 33 militares en Tabasco. Se levantaron 100 casquillos, ese fue el número de disparos contra ellos que no portaban ni siquiera una resortera. Se detuvo a 10 elementos y pese al tiempo transcurrido no hay una sentencia y sí muchos amparos, revisiones de expedientes y cuantas argucias pueden esgrimirse con tal de no aplicar el castigo de rigor.
De ahí que no pueda tomarse con seriedad el que el General Cienfuegos solicite esperar a que se termine el juicio de los detenidos por la matanza de Tlatlaya y muchos menos resulta aceptable que, una vez que se ha comprobado por parte de peritos e incluso de los enviados por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, señale que existe posibilidad de inocencia y que de determinar el juez que así es se les reconozca públicamente. Para desgracia no solo del Ejn es menester de las fuerzas armadas intervenir. anos poniendo en riesgo su seguridad tambiristas como sucede en otros puntos deército existen ya documentados suficientes expedientes que relacionan a esta Institución con abusos de autoridad, con violaciones no sólo de derechos humanos sino físicas como la acontecida a una indígena de la tercera edad a quien Calderón, para salvar el buen nombre de los uniformado, le decretó muerte por gastritis y úlcera.
Suponemos que en un país como el nuestro que no enfrenta guerras contra otras Naciones, ni tiene actividades terroristas como sucede en otros puntos del planeta, el que se marcara una “guerra” contra el narcotráfico, por el solo hecho de llamarla así requería la presencia militar y si una actividad como ésta incide de manera directa en el devenir ciudadanos poniendo en riesgo su seguridad también es menester de las fuerzas armadas intervenir. Han pasado ya muchos años de estas actuaciones militares en combinación con las policías como para que el Ejército se hubiese preparado a fondo. No es válido que a estas alturas el titular de la SEDENA hable de que “los costos han sido altos pero han valido la pena; no es nuestra vocación, no nos sentimos a gusto haciendo funciones de policía. Está ordenado por el Comandante Supremo que es el Presidente de la República, pero estamos conscientes de que de no hacerlo nosotros no hay quien lo pueda atender”.
Y, ¿en dónde se sienten a gusto? ¿En los cuarteles, limpiando y limpiando, haciendo ejercicio, preparándose para combatir a enemigos inexistentes o por lo pronto invisibles? Porque tampoco los encontramos en los puntos estratégicos de seguridad nacional, en los aeropuertos, en las centrales camioneras, en los puertos trabajando y no haciendo que ven y no ven nada como sucede en plataformas aduanales o en las mismas aguas. Eso si, están en los retenes en las carreteras y los lugareños aseguran que no es para resguardar el orden o darles seguridad sino para estar ciertos de que cargamentos específicos no tendrán ninguna alteración para llegar a su destino final, a la frontera con Estado Unidos.
Dijo también que no sabe quiénes están detrás de lo que señala como una campaña de desprestigio en contra del Ejército y parece ser que eso era lo que faltaba, que también en los señalamientos que existen en torno a esta Institución se hablara de daños a la imagen, y que se intente buscar culpables cuando se sabe que por dentro algo se está pudriendo. La posición que han adoptado los políticos cuando son señalados por sus corruptelas alegando que se trata de la presencia de intereses políticos, es ahora una copia de una Institución cuya seriedad estaba muy por encima de cualquiera de estos señalamientos imbéciles.
En momentos como los actuales en los cuales se enfrentan crisis en los pilares de conducción social no parece que sea el mejor tiempo para ahondar en simulaciones o para encontrar justificantes cuando lo que debe hacerse es confirmar que todavía existe mucho por rescatar en la institución militar, que puede ser confiable al 100 por ciento y que esa disciplina que los ha caracterizado es la que promueve su preparación para cualquier eventualidad que tenga que ver no sólo con la seguridad nacional sino con la ciudadana. Más que necesitar de muchas leyes este país lo que ya requiere es mentes capaces y hombres fuertes y decididos, no llorones y lloronas.