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El Horrorismo, la fase superior del Terrorismo

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La economía del dolor permite al poder decidir qué cuerpos importan y qué cuerpos pueden ser abandonados. Judith Butler afila el concepto dejando ver cómo ciertas vidas son más llorables que otras, criticando severamente a los medios de comunicación occidentales que promueven la naturalización del sufrimiento del otro, sobre todo el extranjero. A esa inserción de la violencia extrema sobre los cuerpos del otro se le llamó terrorismo durante un buen tiempo, hasta que la violencia actual fue tanta que rebasó el concepto previo y hubo que nombrarla de otra manera. Una filósofa italiana atinó a nombrar esta nueva filosofía de la muerte como el Horrorismo, allá por el 2015. Se trata de Adriana Cavarero.

Había que categorizar bien a escenas como la siguiente de alguna forma, que se abarcara lingüísticamente la brutalidad de la violencia ejercida contra las víctimas de los conflictos armados del siglo XXI: un hombre llega corriendo a la sala de urgencias de un hospital palestino. Trae dos pesadas bolsas de plástico, una en cada mano. Llega llorando y suplicando. Muestra las bolsas a las personas cercanas. Dentro está un pedazo de su nieta. Debajo de ese pedazo hay más pedazos. En la otra bolsa sucede lo mismo, con otro de sus familiares. El hombre, en llantos, pide que los unan. Agita fuerte ambas bolsas. Todo sucede a finales del 2023, en Gaza. La violencia puede verse en alta definición a través de X, de Elon Musk, con una simple búsqueda y en menos de 15 segundos.

Diez años pasaron para consolidar un concepto. En su libro “Horrorismo. Nombrando la violencia contemporánea”, del 2015, la autora cita la atrocidad de crímenes como los atentados a civiles en trenes de Madrid, el 11 de marzo de 2004, en el que murieron 192 personas y 1,893 resultaron heridas. También describe la violencia resultante en los cuerpos después de un aplastamiento masivo en Irak, en agosto del 2005. Ya desde esos años se mencionan los ataques brutales contra el pueblo de Gaza, sin imaginar la gravísima brutalidad humana que se exhibiría años después ante la respuesta bélica a los ataques del 7 de octubre de 2023 por parte de Hamas a las fronteras ocupadas por Israel.

Al escribir su libro, la autora poco sabía que estaba por narrar un nuevo tipo de brutalidad gráfica emitida a través de millones de pantallas de celular en todo el planeta. Con el visto bueno de la comunidad internacional, distraída en justificar más gasto en guerra.

La normalización de la guerra como parte de la vida cotidiana de los habitantes de la caída del globalismo en el siglo XXI.

“Aunque se lo transforme en cadáver, la muerte no ofende a la dignidad o, por lo menos, no lo hace mientras que el cuerpo muerto conserve su unidad simbólica, aquel semblante humano apagado ya pero todavía visible, mirable durante algún tiempo antes de la pira o de la sepultura”. ¿Qué sucede entonces con imágenes de un hombre que lleva al hospital solo fragmentos de rostro o trozos de piel de un cercano? El argumento principal para colocar en la agenda mediática al terrorismo y a su fase superior, el horrorismo, llega sin duda con la normalización de la guerra como parte de la vida cotidiana de los habitantes de la caída del globalismo en el siglo XXI.

Los actos ejercidos en este siglo, tan interconectados, requieren de una nueva categorización de la violencia explícita. Es posible ver, prácticamente en vivo, un genocidio a la luz del día. “No se trata de una repugnancia que capta sólo la víctima de la deshumanización, es decir, el preciso cuerpo herido que está en la escena del horror. En cuanto que cuerpos singulares, la repugnancia nos concierne a todos. Quien comparte la condición humana, comparte también la repulsión por un crimen ontológico que busca golpearla para deshumanizarla. Lo inmirable nos concierne, uno a uno”, comenta Cavarero. Lo cierto es que las imágenes son tantas y tan brutales que terminan siendo insertadas en el zapping moderno de la era Tik Tok, en donde un video brutal puede estar acompañado de otro relativo a la comedia o la gastronomía como entorno habitual de contenido constante y emitido respecto a un algoritmo entrenado según las curiosidades del usuario. En una era de sobreestimulación informativa, difícilmente el horrorismo no encontrará lugar en la cotidianeidad. Judith Butler sostiene que, en el neoliberalismo, “la precariedad laboral obliga a competir por recursos escasos, fracturando la solidaridad. La desvinculación (entre seres humanos) no es natural, sino estratégica”. La proliferación de la propaganda horrorista busca normalizar a sus víctimas y dejar pasar sus prácticas hace poco inimaginables.

Los códigos militares que establecen el ataque solo entre tropas y no a poblaciones civiles ha quedado en el olvido como un criterio moral a la hora de ejercer actos bélicos. Más de 19,000 niños asesinados en la Franja de Gaza dejan ver una nueva narrativa militar que busca deshumanizar de inmediato a los rivales étnicos-militares. Lo mismo puede argumentarse al echar un ojo en el Sahara Occidental o en buena parte de Siria. Lo que hace menos de cinco años se consideraba inhumano, debido a la violencia explícita de las imágenes, es ahora un contenido gráfico más en la era del internet del siglo XXI. Es decir, es fácil pasar del video de un atentado terrorista contra un hospital infantil y sus consecuencias, que ver en esa misma red social un video de una tierna cría de hipopótamo comiendo frutas en algún zoológico de Filipinas.

La cotidianeidad de la mezcla entre estas y otras imágenes hacen a los usuarios de internet de esta década los primeros en ser estimulados con las narrativas gráficas del horrorismo. “Llamarlo horrorismo, en cambio, ayuda a suponer que un cierto modelo del horror sea indispensable para comprender nuestro presente”. La escritura de Cavarero apunta a mencionar casos similares en Armenia, en China, en la Unión Soviética, en Auschwitz y en Yugoslavia, todas con tintes horroristas en la aplicación de sus métodos de aniquilación civil. “Uno de los síntomas más claros de la voluntad nazi (es la) de reducir los humanos a bestias, mediante una perversión de la diferencia entre hombre y animal”, apuntaba Primo Levi ante la brutalidad sobre los cuerpos en Auschwitz, un “sistema concentracionario del horror”. Esta misma lectura puede aplicarse a la situación actual en la franja de Gaza, asediada por misiles de las Fuerzas de Defensa Israelí y una orden estricta de no dejar entrar alimentos. La diferencia radica en que un ejército decidió que los resultados gráficos de sus acciones fueran públicamente visibles.

 

X: @SaavedraNiet

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