Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam
(25 de julio, 2013).- Es un hecho que cada generación interpreta la historia y todos los fenómenos a los que puede añadirse el adjetivo “histórico” desde un lugar distinto. Por ese motivo la historia humana nunca puede ser vista como un proceso cerrado, sino en constante cambio y conformación, lo cual no supone considerar a la historia como una ciencia imprecisa ni al pasado como un terreno conformado por arenas movedizas. Quiere decir que se tiende a mirar al pasado con los ojos del presente, a hacer preguntas diferentes a las hechas por personas con diferentes horizontes temporales, lo cual lleva a encontrar respuestas distintas a hechos considerados parcialmente, no entendidos o no advertidos.
Así como los grandes hechos históricos, la vida cotidiana y las costumbres de los pueblos son susceptibles de reinterpretación, también lo son las expresiones artísticas que pretenden representar formas de vida pasadas. Es el caso de la serie de El Llanero Solitario, cuya primera emisión en radio se hizo en 1933, para después aparecer en televisión en forma de episodios entre 1949 y 1957.
La serie hace referencia a la expansión de la frontera de los Estados Unidos de América hacia la costa del océano Pacífico durante el siglo XIX, a iniciativa del presidente Thomas Jefferson tras la compra de la Luisiana en 1803. La expansión de la frontera fue resultado de la búsqueda incesante de los colonos europeos por alcanzar el “progreso” relacionado con la modernización y la revolución tecnológica, sin importar el costo humano que generó la constante y prolongada migración de gente hacia el oeste. En este proceso fueron desplazadas las culturas representadas por los grupos étnicos amerindios, dueños ancestrales de las tierras ocupadas.
Es de llamar la atención que la lectura de ese periodo histórico está hecha desde el siglo XX, unos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial y en los años posteriores a ésta, y que la característica principal de este héroe y su fiel compañero el indio potawatomi Tonto (Toro para los hispanoparlantes, por considerarse ofensivo el nombre en inglés) es resolver positivamente todos aquellos asuntos en los que la gente fuese víctima de una injusticia; esto es, a través de cada episodio se sostenía la convicción de que la justicia era algo alcanzable.
Este tipo de series estaba dirigido en un primer momento a entretener a la llamada “generación silente”, a la que pertenecían las personas nacidas en la primera mitad del siglo XX y que conformaría la pujante clase media estadounidense después de los años cuarenta, lo que no impidió que fuera consumida posteriormente por países de América Latina y sus clases medias también en ascenso. La versión para TV llegó también a la conocida generación de los baby boomers, formada por las personas que nacieron entre los años de 1940 y 1969 y cuyas condiciones materiales de vida fueron significativamente mejores que las de sus padres y madres. A esta generación suele asociársele con el crecimiento de la libertad individual y los movimientos culturales de liberación como la lucha por los derechos civiles, el feminista, el homosexual, etcétera.
Entre las series que en los últimos años retratan las preocupaciones, los problemas, las oportunidades, los sueños y la manera en que estas generaciones se veían a sí mismas se encuentran “Los años maravillosos” (The Wonder Years fue su título original en inglés) en Estados Unidos y “Cuéntame cómo pasó”, en España. En ambas series tanto la generación silente como la de los baby boomers, a pesar de los problemas cotidianos, son representadas por personas que vislumbran el futuro como un conjunto de promesas a alcanzar, donde la ilusión, la felicidad y la justicia son posibles, muy en concordancia con los ideales de El Llanero Solitario de fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta. Cabe destacar que, a pesar de sus diferencias, estas dos generaciones comparten la esperanza por un futuro mejor.
No es así en la nueva versión cinematográfica de este héroe a caballo. La singular representación que Johnny Depp hace del indio Toro y sus reflexiones en torno a la justicia, llevan al “enmascarado”, protagonizado por Armie Hammer, a cuestionarse de raíz el tema de la justicia y a los sujetos encargados de administrarla. Su convicción en torno a la ley y su aplicación se viene por tierra a la luz de los acontecimientos en los que se ven involucrados él, su hermano, su amada y su sobrino y de las implicaciones que de éstos saca Toro. Éste último aprende también, por las malas, que la justicia como acción de terceros es poco menos que una abstracción, viva sólo en los libros. Ante la contundencia de los hechos, ambos pierden la inocencia en torno a la justicia.
Esto devuelve a la afirmación inicial de que cada generación hace preguntas diferentes a la historia y ve a la misma con otros ojos. ¿Por qué los realizadores de la serie original pensaban que la justicia es posible? ¿Por qué en la versión actual dicha convicción no puede ser sostenida a pesar de que podría inferirse que ésta debe buscarse por propia mano? ¿Por qué al final de la cinta se muestra una realidad en la que los héroes se ven rebasados por el imparable tren del progreso y todas sus consecuencias humanas, buenas y malas?
Una posible respuesta es que las generaciones posteriores (la “X”, que incluye a los nacidos entre fines de los 60’ y principios de los 80’; la “Y”, entre fines de los 80 y principios del siglo XXI; e incluso la de los baby boomers) ya no ven al pasado ni al futuro de la misma manera. El presente de estas tres generaciones está hoy caracterizado por la incertidumbre, pero sobre todo por el desencanto que lleva a desechar la ilusión y la felicidad como producto de un futuro que ya no existe, y donde la realización de la justicia aparece como un proyecto cada vez más lejano.
La descarada corrupción gubernamental, la delincuencia, el narcotráfico, la trata de personas, la desigualdad, la pobreza, las altísimas tasas de desempleo, todos fenómenos producto del egoísmo humano y una desmedida ambición por “poseerlo todo”, hacen insostenible la versión anterior de El Llanero Solitario para una parte de la población que constata día a día que la justicia no existe para ella. La necesidad del héroe ante la persistencia de la injusticia y el sufrimiento, debe acompañarse hoy de una crítica despiadada al status quo, pues un héroe que no cuestiona de raíz la realidad que lo produce se vuelve parte del sistema de inequidad que le da origen, pues siembra esperanza donde no puede haberla e impide que la gente busque la justicia por sus propios medios. Por supuesto, hacer consciente a la gente de la realidad que la sujeta supone la muerte del héroe, por lo que éste debe estar dispuesto a dejar de serlo.
Finalmente, se podrá argumentar que una película es al fin sólo eso, pero desde el punto de vista histórico, la cinematografía no puede ser entendida fuera del contexto en el que surge. Es por eso que la inocencia perdida, primero por Toro y después por su compañero enmascarado, se sitúa en un momento de profunda reflexión por el futuro desde un presente desencantado.