Enrique Ochoa Reza, ha sido designado como el nuevo presidente del PRI a nivel nacional, en un momento en el que el partido atraviesa por una de sus etapas históricas más difíciles.
Primero, porque ha perdido la confianza de un importante número de votantes, lo que lo llevó a ser el gran perdedor de las elecciones recientes, en las que de 9 gubernaturas que prometía ganar se quedó sólo con 5, frente al PAN que se llevó 7. Lo anterior lo coloca mal parado en la antesala de las elecciones de 2017, en que la joya de la corona será la gubernatura del Estado de México, el mayor bastión electoral del PRI, con alrededor de 11 millones de votantes y sede del grupo Atlacomulco, del que forma parte otro Enrique, Peña Nieto, y de las elecciones presidenciales del 2018, en las se verá si es que el PRI, de verdad, llegó para quedarse.
Segundo, porque la disciplina partidista y el espíritu de cuerpo que caracterizaban al partido y que le permitieron no sólo sobrevivir a la alternancia del año 2000 sino volver al poder de la presidencia de la República, en el año 2012, se han debilitado, gracias al empuje de grupos al interior del propio partido, pero, sobre todo, gracias a gobernadores como Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge, de Veracruz, Chihuahua y Quinta Roo, respectivamente, quienes con sus acciones se han encargado de evidenciar las prácticas corruptas que, por décadas, han acompañado al PRI.
Por añadidura, el cinismo mostrado por estos personajes -que después de todos los abusos cometidos en sus estados todavía pretenden “blindar” sus salidas vía “paquetes de impunidad”, que incluyen reformas legales y el nombramiento de funcionarios en puestos clave que por más de 7 ó 9 años les cubrirán las espaldas para evitar que procedan en su contra acusaciones de corrupción-, trae a primer plano la debilidad de la institución presidencial y del propio partido para poner freno a estos gobernadores que han ganado el poder que la presidencia y el partido han perdido.
Estas dos grandes auto encomiendas, acrecientan el reto que Manlio Fabio Beltrones enfrentó al asumir la presidencia del partido también con dos tareas: ganar las elecciones del 2016 y bajar a Andrés Manuel López Obrador de la contienda por la presidencia de la República a realizarse en el año 2018.
Ochoa Reza, de acuerdo con su discurso de aceptación, se ha hecho propósitos que parecen imposibles de lograr en tan poco tiempo, los escasos dos años que restan a la madre de todas las batallas.
Sus mismos objetivos, son las razones por las que, seguramente, ha puesto en acción aquello que ordena su segundo apellido, “rezar”. De tal suerte que, Enrique Ochoa:
Reza para poder hacer frente a la oposición de diversos sectores del priismo tradicional que no han visto con buenos ojos su designación al considerarla una imposición del presidente Enrique Peña Nieto, que no ha tomado en consideración a “las bases del partido”, como ex presidentes del PRI, gobernadores en funciones y ex gobernadores como Ulises Ruiz, de Oaxaca, e Ivonne Ortega, de Yucatán.
Reza para superar las dudas en torno al tiempo de su militancia partidista, misma que por razones laborales mantuvo en silencio por más de dos décadas.
Reza para poder crear un nuevo órgano anticorrupción al interior de su instituto político y enfrentar las resistencias de quienes dentro del partido tienen cuentas pendientes por acusaciones de corrupción, ya gobernantes, ya funcionarios de muy alto nivel, y quienes tendrían sobradas razones para no otorgar su apoyo a la formación de dicho órgano.
Reza para atender con acierto, antes de concretar su intención de crear un órgano anticorrupción, un caso que ha salido a relucir en los últimos días, de acuerdo con el cual los bienes del funcionario no coinciden con sus ingresos como ex consejero electoral, profesor de la UNAM y ex funcionario de la CFE. La duda fue sembrada a raíz de una investigación periodística realizada, en 2014, por la Revista Proceso y Reporte Índigo, año en que el nuevo dirigente priista hizo público su patrimonio al asumir el cargo de Director General de la Comisión Federal de Electricidad, mismo que incluía una flotilla de 109 taxis, así como obras de arte, compradas durante el periodo en que el funcionario era estudiante, profesor de la UNAM o desempleado.
Reza para, en el supuesto de que lograra crear dicho órgano, poder resistir las presiones venidas de otras fuerzas políticas y de la misma sociedad civil para no verse obligado a hacer pasar por ese cedazo a funcionarios públicos del más alto nivel acusados de poseer bienes, como casas blancas, que no corresponden, como en su caso, con sus ingresos a lo largo del tiempo.
Reza pues, no conforme con los obstáculos que tendrá que remontar al interior de su partido para crear un nuevo órgano anticorrupción y, en general, para transformar al PRI, ¡ahora sí!, en un nuevo partido, pretende erigirlo en el guardián de la moralidad de otras fuerzas políticas como el PAN y el PRD.
Reza para que le alcance el tiempo pues, además de “reformar” a su partido, para lo cual se propone visitar todas las sedes estatales del PRI, deberá atender la elección de 2017 en estados como Coahuila, Nayarit y Estado de México y la elección presidencial en 2018. Así que, al mismo tiempo que “remodela” al partido, y cambia la imagen que éste ha creado en los votantes, deberá prepararlo para intentar ganar las elecciones del próximo año y de ahí la presidencia en 2018. Todo en tan sólo dos años.
Reza para poder afrontar las presiones que dentro del PRI se desencadenarán por la carrera hacia el 2018, en la que diversos grupos y posibles candidatos deberán jugar sus mejores cartas. En su caso, los rezos son dobles pues al ser alguien cercano a Peña Nieto, pero, sobre todo, ligado al secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, uno de los funcionarios más importantes del gabinete presidencial y, por tanto, uno de los fuertes pre candidatos presidenciables, deberá hacer un esfuerzo extra para parecer neutral y no favorecer a su mentor durante la carrera rumbo a la presidencia.
Reza pues deberá manejarse como presidente nacional del PRI, al mismo tiempo que los hacedores de listas, ya lo ubican como posible presidenciable. Reza para poder sustraerse a la tentación de competir por la candidatura a la presidencia de la República; reza para poder compaginar ambas agendas, en caso de no resistir; reza para evitar que una agenda vicie a la otra; reza para no tener que competir contra su mentor o para convertirse en su plan “B”. Después de todo ¿Quién no querría ser presidente de la República?
Reza para sacar avante su desafío más importante, a saber: reconstituir y mantener la disciplina partidista y el espíritu de cuerpo, que hasta hace poco eran características únicas del PRI, pero que se han resquebrajado en los últimos años. Así que, su rezo más ferviente va dirigido a evitar que los enfrentamientos al interior del PRI, entre “viejos” y “nuevos” priistas, entre miembros del partido y miembros del gabinete, entre el partido y los gobernadores, entre el partido y la presidencia, entre la presidencia y todos los anteriores no termine, como en 1987, en un desgajamiento que debilite aún más al partido y dé origen a un nuevo instituto político que se añada a la ya fragmentada clase política.