Por: Valentina Pérez Botero
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El cigarrillo se reduce a casi su tercera parte después de ser consumido, pero esa pequeña fracción –normalmente compuesta por el filtro y un poco de tabaco- se demora en degradar de dos meses a 25 años, y no sólo eso: el papel que utiliza aún no se puede reciclar y la lluvia, al transportarlos a los mantos acuíferos, los convierte en uno de los principales contaminantes de las playas en el mundo.
La perdurabilidad de este desecho se debe a que los cigarrillos están hechos con hidrocarburos y acetatos de celulosa, derivados del petróleo, y el papel que da esa forma cilíndrica está plastificado.
En México se producen 43.7 billones de cigarros anualmente y el país se encuentra en el quinceavo lugar de venta de este producto. En el país se promovieron los espacios 100 por ciento libres de humo de tabaco con el fin de controlar el impacto causado a no fumadores y para restringir las zonas donde sí se puede fumar. Sin embargo, aún faltan políticas públicas que fomenten la conservación de los litorales mexicanos.
Pero no sólo la acción de fumar y sus desechos contaminan; toda la industria tabacalera es responsable de altos grados de polución de agua y aire en el proceso de producción de cigarrillos, aunado a ello, el empaque también contribuye a la contaminación y las colillas encendidas propician incendios forestales