I.- El capitalismo a la mexicana, donde empresarios y gobernantes meten mano para obtener sus respectivas ganancias, está inmerso en todas las variantes de la corrupción, o sea la dispensa –por mutuos favores– de someterse a la legalidad, a cambio de dar sobornos a los funcionarios. “El que no transa no avanza”, dice la divisa que ambos cumplen al pie de la letra. Y es que en un acto donde estuvo Peña con el Consejo Coordinador Empresarial, se tocó el tema de la corrupción y una vez más se generaron dimes y diretes entre el presidencialismo que representa a la burocracia federal, y los empresarios que tienen que recurrir a la administración pública para los trámites que necesitan sus empresas; mismos que casi siempre requieren de sobornos. Esa práctica que acelera la tramitación, exige a cambio un soborno. Éste puede ser desde una mansión, dinero en efectivo y otros regalos. No hay empresario que no esté dispuesto, de antemano, a entrarle a ese negocio que, finalmente, pagan los consumidores a los que los empresarios cargan lo que “invirtieron” como corrupción.
Il.- Los integrantes del CCE, le dijeron a Peña en su cara que el sector público solamente funciona si hay de por medio billetes extras al cobro legal. Y Peña les reviró a su vez, que ellos corrompen a los funcionarios. Entonces las dos partes aceptaron que se “necesitan al menos dos para el toma y daca de la corrupción”. No tuvieron empacho en aceptar que funcionarios y empresarios están cortados “por la misma tijera”. Que son corruptos. Cínicamente se pusieron de común acuerdo. Y más cínicamente acordaron que van a estudiar cómo unos dejen de sobornar, y los otros de aceptarlo. Y se fueron a sus respectivas funciones, donde los funcionarios deben presentar sus declaraciones patrimoniales, sus conflictos de intereses y otras actividades. Pero los empresarios quedan al margen. Estos no exhiben lo que tienen. Así que sólo una de las partes está obligada a manifestar lo que tiene, para que al dejar de ser funcionario no se haya enriquecido ilícitamente.
III.- Pero esto no resuelve el fondo del asunto. Porque la corrupción no disminuye. Por lo contrario aumenta, empezando por las policías a quienes sus jefes les imponen una cuota. Y sabiendo de lo que es capaz la burocracia en las oficinas públicas, entonces hay que “aceitarla” que para funcione eficazmente. Así, Peña dijo a los empresarios que también son corruptos. Y al excremento de la corrupción le pusieron ventiladores para que los presentes en la reunión salieran salpicados. El dirigente empresarial: Juan Pablo Castañón justificó la corrupción asegurando que los sobornos se dan hasta “para entrar a un cine”. Como consignó en su nota el reportero Alejandro Alegría (La Jornada: 19/III/16). Eso para decir que la corrupción es una cadena al cuello de la sociedad. Luego no hay manera de acabarla. Peñistas y empresarios pueden seguir acusándose de corruptos. Proponer códigos de ética (¿de cuál ética?). Y hacer promesas de que van a tratar de que los sobornos desaparezcan. En fin, prometer no empobrece.
cepedaneri@prodigy.net.mx