A las 16:33 de Roma, los 115 cardenales electores se trasladan a la Capilla Sixtina recitando las letanías para elegir al sucesor de Benedicto XVI, bajo el fresco del Juicio Final de Miguel Ángel.
Todos ellos deben formular un juramento de silencio perpetuo sobre lo que ocurra en el cónclave y no poder comunicarse con el exterior.
A nadie más le es posible presenciar las votaciones ni hablar con los cardenales electores. De esta manera, el cónclave, además de secreto, está enmarcado de rituales y momentos de oración.
Los presentes deben comprometerse, de antemano, en caso de ser elegidos, a ejercer con rectitud el papado.
Entre las características del presente cónclave están las medidas de alta tecnología que el Vaticano ha tomado, tales como inhibidores para impedir filtraciones.
Después de celebrar la primera votación, los participantes se retirarán a un hotel del Vaticano para descansar y regresar al día siguiente. Ese día se llevarán a cabo 4 votaciones al día hasta que uno de ellos obtenga una mayoría de dos tercios, o en su caso, 77 votos.
Foto de The Telegraph
