Autor: Adriana Morán
Di su nombre de Francisco Goldman, escritor y periodista norteamericano, es una novela autobiográfica acerca de quien fuera su esposa: Aura Estrada; de los cuatro años en los que vivieron juntos, los dos primeros como novios y luego como esposos; pero también la vida (niñez y adolescencia) de ella contada a partir de sus diarios, escritos, amistades y de lo que le había contado a él; de su muerte en Mazunte; y, luego, de la vida de él sin la de ella.
Es una narración que busca ser sincera con la naturaleza de los personajes, no hay falsas mitificaciones o beatitudes, que se mueven con sus contradicciones y los rencores, las cosas no dichas, los deseos, la soledad, los silencios, los encuentros y los errores son parte de la historia. Se puede señalar que el mundo, en verdad, emerge a través de lo que parecen ser pequeñas cosas, acontecimientos, motivos o frases en los que el personaje busca encontrarse y redefinirse en su pasado, su presente y luego sus años sin Aura.
La novela, engarzada a partir de todos esos trozos, es, como dice él a REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO, “un autorretrato de ella” en la que “no hay aceptación ni una curación, no es un libro para sanarme, el libro básicamente toma una forma de una ola que va de regreso al pasado” y que terminó seis meses después de la muerte de Aura. Para él, la novela está “escrita adentro de la locura, de un duelo muy fuerte… todo lo que está en el libro es lo que pasé con Aura, es el duelo de un pasado muy reciente. Una persona que ha pasado eso sabe que el pasado está siempre regresando… este libro capta la lucha de todos los días, de momentos del pasado capturados en palabras”.
La novela fue el proceso de reescritura ante una presencia inasible, Goldman pretendía mantener a Aura a su lado “y dentro de mí, era como intentar canalizar su voz y era casi como comunicarme con ella, que me contara lo de las mañanas y cuando me decía: ‘Ay mi amor, qué feo eres, porqué me casé contigo’ o ‘ay mi amor, tu papada’, me trataba como su juguete, a mí me encantaba toda esa parte, era como muy burlona y tierna e intenté captar en palabras, de la manera más fiel, lo que decía o cómo era”.
Aunque hay muchos libros sobre el duelo y son el punto de vista del autor, buscó detalles como el pasaje en el que el narrador usaba el champú de ella hasta que se acabó y era “recuperar estos momentos cotidianos que son reliquias y son evidencia de una vida que vivimos, no hay explicación” y le llegó a conferir poderes, como si el “contenido fuera mágico y precioso… no son invenciones, así fue”. La escritura también se convirtió en un acto doloroso pues tenía que hundirse en la pérdida pero no “tenía otra forma de contar esa historia”.
Si algunas expresiones son una deuda, Goldman intentó recuperar la vocación de escritora que ella tenía y, “cuando leo a Borges o a Bolaños pienso que ella era así, un talento raro, yo sentía que le debía esto, tenía que aspirar a hacer algo creativo en la medida que ella hubiera demandado de mí”. Aunque la novela habla de la vida de Aura, él quiso reflejar la relación que ambos tenían pero hay un retrato muy completo de la relación que tuvieron Aura y su madre (Juanita). La narración, por cierto, discurre en un tono casi sociológico de lo que hizo la mamá para que su hija fuera alguien y de su omnipresente figura en la vida de Aura.
Goldman explicó que esa relación es un retrato de amor y de cómo Aura tuvo un proceso, “en esos cuatro años vi cómo se fue convirtiendo en una mujer fuerte e independiente y esta dinámica tiene que ver con su maduración”. El título, referido a ella, implica que nombrar a alguien que se ha perdido, es como “tener la memoria de alguien, de cómo fumaba”. Incluyendo el recuerdo de la bicicleta de ella que se quedó encadenada y como él no sabía la clave del candado pues así se quedó mucho tiempo y sin asiento, ya que siempre se lo robaban. Entonces la invocación de las cosas y los pasajes “siempre son un nombre, siempre estará y eso no cambiará y es una manera de invocar lo permanente”.
Di su nombre es un duelo, “un animal muy complicado, cada vez que crees que por fin has logrado conquistar el duelo y conquistarlo, arrinconarlo un poco, te da la vuelta y te ataca por otro lado, es un animal que siempre cambia de forma”. Cinco años duró ese duelo y el libro es una forma de curación “pero estoy seguro que me deprimió más e incluso en estos días que hablo de ella me cae el veinte y me digo que cómo es posible, no creo que haya sucedido pero por otro lado estoy seguro que sería muy vanidoso que este libro sustituya a una persona, es algo muy modesto y pequeño”.
El libro, claro, no debe verse como una confesión sino como un retrato en el que el narrador se enfrenta a la siempre persistente imagen de la mujer que perdió. Goldman señaló que para él la muerte de Aura fue como un abismo y lo que aventó en esa metáfora del vacío fue el libro y si “no lo hubiera escrito pues no sé cómo hubiera terminado, quizá bocabajo en un pozo”. La parte agradable es que los lectores le dicen que se enamoraron de ella, hay mujeres que se identifican con Aura, otras que incluso dijeron que “tratarían mejor a sus esposos”.
Después del fallecimiento de Aura, Goldman y sus amigos decidieron crear un premio con su nombre, el primero se dio en 2009 y el segundo en 2011, y está dirigido a escritoras que escriban en español y vivan en México o en Estados Unidos. El premio es bianual y el monto aproximado es de 10 mil dólares, además de tres residencias en dos lugares de EEUU y una en Italia, además de la publicación de la obra ganadora. Goldman señaló que eso no está en el libro porque le parecía incorrecto.
Explicó que crear el premio y reunir los textos de Aura, que le dieron forma a Mis días en Shanghai (Almadía), “era algopositivo porque uno debe tomar esto así… ella ya no iba a alcanzar sus sueños. Fue algo de amigos de ella y míos, lo aprovechamos y unimos fuerzas que brindaran algo al mundo”. Dijo que las ganadoras han sido Susana Iglesias y Majo Ramírez, que en 2011 recibieron más de 80 textos y él, en realidad, no elige a los jurados pero Gabriela Jáuregui siempre será parte del jurado, “es como mantener simbólicamente a Aura”, ya que eran amigas.
Explicó que lo que buscan es una escritura de “alta calidad y talento pero también jóvenes que encarnan lo que eran los valores literarios de Aura: era una escritura con mucha imaginación experimental y atrevida, a veces tradicional, y buscamos alguien así: que tenga originalidad y creo que lo han logrado”, finalmente, dijo que las dos ganadoras del premio han sido mexicanas, “chilangas y de la UNAM, eso me gusta porque han sido dos premios para dos escritoras 100% UNAM”.