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Gracias a Ingrid y Manuel, que han permitido legitimar la “toma del Zócalo”

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Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam

(23 de septiembre, 2013).- Desde 1824, año en que se fundó el Distrito Federal, y hasta 1997, todos los gobernantes de esta entidad fueron designados y removidos libremente por el presidente de la República, fuera ésta federal o centralista, así como por el emperador durante el Segundo Imperio Mexicano. Los únicos electos durante este tiempo fueron los miembros de los ayuntamientos de los diferentes municipios hasta 1929. A partir de ese año las delegaciones sustituyeron a los municipios y los habitantes de la ciudad dejaron de elegir incluso a sus delegados. Ciertamente hubo épocas en las que tampoco se contaba con ese derecho, cuando existieron prefecturas los responsables eran designados y removidos por el gobernador del distrito, lo mismo que los jefes militares de la Plaza de la Ciudad de México y los jefes de los cuerpos de policía.

En 1997, después de la reforma política de 1996, los capitalinos recuperaron sus derechos políticos y pudieron por primera vez elegir no sólo a los delegados sino a su jefe de Gobierno. La Ciudad de México se vistió de amarillo con la elección de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en ese momento el máximo líder de la izquierda partidista representada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

El suceso fue histórico, la primera vez que los defeños podían elegir a quien había de gobernarlos y se decidieron por un candidato opositor al partido en el poder, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), por supuesto. La celebración no se hizo esperar, frente a un Zócalo lleno Cárdenas festejó su triunfo, los aires del cambio cruzaron la plaza, la idea de que la democracia en México era posible se apoderó hasta de los más escépticos. Ni siquiera la llegada de Vicente Fox Quesada a la Presidencia y la supuesta alternancia causaron tal entusiasmo.

El gobierno de Cárdenas y su suplente, Rosario Robles Berlanga, tuvo altas y bajas; sin embargo, para los votantes el trabajo hecho por la izquierda, así como el perfil y popularidad de Andrés Manuel López Obrador, fueron suficientes para renovar su confianza en los gobiernos del PRD.

Con la llegada de López Obrador, la idea de un proyecto de izquierda para la ciudad tomó forma. La tarjeta para personas de la tercera edad, la ayuda para madres solteras, la cultura a las calles, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, los segundos pisos, entre otras muchas medidas, apuntaron a elevar el nivel de vida de las clases baja y media. Hubo también proyectos de inversión cercanos a empresarios tan importantes como Carlos Slim. Su famosa reunión diaria con la prensa, siempre a las 6 de la mañana, permitió no sólo marcar un hito en términos de comunicación política institucional, sino superar el esquema de la entrevista banquetera que tanto daño hizo a Cuauhtémoc Cárdenas, cuando era abordado por los reporteros y “no tenía información” sobre sucesos como el asesinato de Paco Stanley. Más aún, Obrador marcaba  diariamente los temas de la agenda de la opinión pública.

Con Marcelo Ebrard Casaubón la visión izquierdista de una ciudad progresista alcanzó una nueva etapa con el reconocimiento de los derechos de las llamadas minorías, con la legalización del aborto, el reconocimiento de las uniones de convivencia entre personas del mismo sexo y familias no convencionales, la mejoría cuantitativa y cualitativa del transporte en la ciudad con las líneas de Metrobús y la red verde de camiones ecológicos, a los que hay que sumar todas las obras para mejorar la vialidad, incluida la polémica Supervía y las ciclopistas. La pista de hielo más grande del mundo, las playas artificiales, la utilización de espacios públicos para la manifestación de todo tipo de expresiones culturales y sociales como los paseos en bicicleta. La mejoría de la seguridad a través de un adecuado plan que incluyó no sólo la profesionalización de la policía sino la colocación de cámaras en una amplia extensión territorial. Una nueva estrategia de comunicación a través de las redes sociales, en especial Twitter, que permitió a Marcelo estar en comunicación directa y constante con la ciudadanía, de lo cual da cuenta su ya famoso hashtag “tenemossismo”.

Ésta es la entidad que recibió Miguel Ángel Mancera Espinosa el 5 de diciembre de 2012, una ciudad bien administrada en lo general, aún con grandes problemas por resolver, pero con un enorme potencial para seguir siendo una de las principales ciudades del mundo. Pero sobre todo, Marcelo le entregó el principal bastión de la oposición, un espacio político que hasta entonces se había mantenido con independencia del poder federal, gracias a la postura tanto de Andrés Manuel como de Marcelo, así como por el respaldo de la ciudadanía más crítica de México.

La labor de sus antecesores ,sumada a su imagen de funcionario preparado, eficiente y recto allanó el camino para que Mancera ganara las elecciones con el 60 por ciento de los votos, porcentaje histórico a partir del cual los capitalinos refrendaron su confianza en los gobiernos del PRD.

Dada la historia reciente de los gobiernos de la capital se esperaba que la prioridad política de Mancera fuera mantener la independencia de la Ciudad de México, sin embargo, es justo esa función la que parece estar descuidando. ¿Acaso su legado será el mismo que el de Felipe Calderón Hinojosa? ¿Está prepararando el camino para la vuelta del PRI a la entidad federativa más progresista del país, donde precisamente este partido ha encontrado la mayor oposición? ¿Qué pasará con los avances logrados por sus antecesores en términos de bienestar y derechos humanos? ¿Qué pretende obtener el gobernante capitalino y hacia dónde piensa orientar su futuro político?

El valor simbólico que tiene la entrega del Zócalo a la Policía Federal para permitir el desalojo de los maestros de la CNTE, y el resguardo de éste hasta el día de hoy para permitir primero el desfile militar del 16 de septiembre y después la ceremonia conmemorativa del sismo del 19 de septiembre de 1985, lleva a preguntarse por la posición del jefe de Gobierno.

Estos cuestionamientos no llevan a suponer que la construcción de acuerdos políticos sea malo por sí mismo, sólo cuando se hace desde el sometimiento como han hecho los llamados “chuchos” (Jesús Ortega y Jesús Zambrano, ex líder y líder actual del PRD, respectivamente) y como parece estar dispuesto a hacer Mancera.

La imagen de la Policía Federal desalojando el Zócalo y echando a los maestros, y la presencia posterior de la gente de Mancera limpiándolo habla por sí sola. Más aún, el “Zócalo sigue tomado” por las fuerzas federales so pretexto del acopio de suministros para las personas afectadas por las intensas lluvias.

Gracias a los fenómenos meteorológicos, Ingrid y Manuel, que han permitido legitimar la “toma del Zócalo” y de paso servir de cortina de humo mientras se discuten las reformas fiscal y energética. Pero este intento de  legitimación no alcanza para Mancera. Él tendrá que buscar otro pretexto para explicar a la ciudadanía su pasividad ante lo que está a la vista de todos: la vuelta del PRI al Zócalo, el mayor espacio de protesta nacional.

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