Por: Valentina Pérez Botero
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Una sopa preparada con una de las puntas de su cuerpo se puede conseguir hasta en 100 dólares. La gastronomía asiática y la farmacología cosmética han sido responsables de crear la demanda de aletas de tiburón, la primera causa de disminución -en un 30 por ciento- de la población mundial de este animal.
A la práctica se le conoce popularmente como “Aleteo”: se captura el tiburón, se le corta la aleta superior y se devuelve al mar desvalido de una de sus formas de propulsión, desangrándose y a la deriva de otros depredadores.
Ante la preocupante disminución en el número de tiburones, el bloque latinoamericano y europeo intentará imponer en La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro, Fauna Salvaje y Flora (CITES) la regulación de la caza y comercialización de cinco especies de tiburón, contra la negativa rotunda de los países asiáticos.
Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica y Honduras, por parte de la Latinoamérica, propondrán que se proteja al tiburón martillo –común, gigante y prieto-, al tiburón puntas blancas y al marrajo sardinero. Toda la Unión Europea -27 países- apoyarán la moción ya que en las aguas del mediterráneo se ha disminuido en casi 99% la población del tiburón martillo.
La intención de hacer la caza de este animal un proyecto sostenible inició en 2010 en la CITES de ese año, pero los países asiáticos lograron sumar muchos votos de los países africanos a sus intenciones y pararon la iniciativa.
Expertos dicen que la explotación turística del avistamiento de los tiburones podría generar más ganancias que la su caza ilegal; pero el consumo tradicional de sus aletas están anclados en usos y costumbres milenarios de los países asiáticos.