Irma Gallo / Revista Variopinto
Luis Estrada ha sabido descender a los infiernos —de la burocracia cultural, de los poderes fácticos— y regresar sin haber pactado con los demonios —la censura— y sacar adelante sus proyectos fílmicos. Ya lo hizo con La ley de Herodes, El infierno y ahora con La dictadura perfecta. Superados los obstáculos, todo indica que el filme, una sátira de la política mexicana al uso, se proyectará en las salas del país a partir del 16 de octubre. La lección que Estrada comparte con Variopinto es, dice, saber hacer guiños al futuro.
(18 de octubre, 2014).- “Luis, ya no estamos interesados en distribuir tu película”.
La frase de los ejecutivos de Videocine cimbró al cineasta. Todo estaba listo para el estreno de La dictadura perfecta, su película más reciente. Luis Estrada sólo atinó a preguntarles: ¿Por qué?
Lustros atrás, el director hizo enojar a más de uno cuando logró llevar a las pantallas La ley de Herodes; años después repitió la dosis con El infierno. Y ahora se enfrentaba a este nuevo contratiempo: el de la distribución, después de la odisea vivida para conseguir financiamiento, contratar artistas y rodar La dictadura perfecta, título emblemático tomado de la controvertida frase pronunciada por el escritor Mario Vargas Llosa en septiembre de 1990 para definir al gobierno priísta, enquistado en el poder durante siete décadas.
—No tenemos ninguna razón —le respondieron.
Estrada, director, productor y guionista del filme comenzó a buscar recursos extras para devolverle a la distribuidora de Televisa el adelanto que el corporativo le había hecho, según el contrato firmado por ambas partes.
La conversación con Variopinto fue un día caluroso en sus oficinas de los estudios Churubusco, donde Estrada explica el proceso que “es menos truculento de lo que parece”, dice en tono vehemente.
Desde el año 2012 el director acudió al Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (Foprocine) —dependiente del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y por lo tanto del gobierno federal— a solicitar recursos para el financiamiento de su película. La dependencia rechazó el proyecto. Poco después Estrada supo que el presidente Felipe Calderón se molestó mucho con El infierno y advirtió a las autoridades del sector cultural que no permitiría al cineasta financiar más filmes mientras éstas pudieran impedirlo.
Terminados los 12 años de gobiernos panistas, Estrada se acercó al gobierno de Peña Nieto, en esta ocasión a través del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), cuyos directivos aceptaron financiar parte del proyecto. “La película también tiene participación del gobierno federal a través del Imcine y del Fidecine”, advierte Estrada.
“Como productor y ‘empresario’ —porque eso sí lo hago medio a fuerza—, desde hace muchos años he tenido una relación de negocios con Televisa. Ellos han distribuido, no en cine pero sí en las otras ventanas, como televisión restringida o televisión abierta, algunas de mis películas”.
Y hace un repaso de su itinerario fílmico:
“Cuando terminé El infierno, en el que ellos de alguna manera también estuvieron involucrados en el proceso de distribución de las ventanas (de hecho, la película pasa muy a menudo en sus canales Golden Choice), me pidieron algo que es muy usual en la industria, que es una primera opción para mi siguiente proyecto”.
Habló con el guionista Jaime Sampietro y ambos se pusieron a escribir el guión de La dictadura, mucho antes de las elecciones de 2012. En esa época no se sabía aún quiénes sería los candidatos, sin embargo ya flotaba en el ambiente y en los círculos políticos una figura más mediática que política: la del mexiquense Enrique Peña Nieto.
Estrada y Sampietro decidieron centrar su guión en la manipulación de los medios de comunicación, ese poder fáctico potenciado por las nuevas tecnologías: la televisión, internet, las redes sociales.
“¿Por qué no tomamos varios elementos de esta realidad?”, se preguntaron, entre ellos los casos con mayor resonancia entre la opinión pública. Y así comenzaron a armar un rompecabezas para contar una historia comparativa tomando como modelo a un político que había sido impuesto por una televisora y destacar la posibilidad de que ese fenómeno mediático se repitiera.
Poderes que premian y matan
La escritura del guión se demoró un año. Al terminarlo, Estrada lo llevó a Televisa, pese a estar consciente de las críticas que hacía a una televisora ficticia con el propósito de conseguir un apoyo del programa
eficine 226-189, mediante el cual las empresas destinan fondos a la producción cinematográfica que de otro modo tendrían que pagar en impuestos.
“Para mi sorpresa, me dijeron que sí, que estaban muy interesados en participar en la película”.
En el filme aparece la empresa Televisión Mexicana. En un par de escenas llega a sus instalaciones un general del ejército a entregar un singular mensaje de la Presidencia de la República directamente al director ejecutivo de la empresa.
La petición consiste en armar un escándalo televisivo que sirva como cortina de humo para tapar un error garrafal del presidente de la República (interpretado por Sergio Mayer, con todo y copete) frente el embajador de Estados Unidos que ha provocado cientos de miles de réplicas en las redes sociales en forma de memes.
Pero antes de que el público empiece a hacer asociaciones, aparece una leyenda en letras blancas sobre fondo negro sobre la pantalla con una advertencia: “En esta historia todos los nombres son ficticios, pero los hechos, sospechosamente verdaderos. Cualquier parecido o semejanza con la realidad no es mera coincidencia”.
A través de Bandido Films, su propia compañía productora, Estrada aportó parte de los recursos y comenzó el rodaje. Sin embargo, el presupuesto no le alcanzó, por lo que decidió regresar con Televisa:
“Regresé a Videocine y negociamos un acuerdo de distribución para la película en México y Estados Unidos, a través de la compañía con la cual ahora ellos están lanzando sus proyectos. Y firmamos un acuerdo”.
La reportera se inclina hacia adelante, presta a lanzar otra pregunta, pero el director, viejo lobo de mar a la hora de dar entrevistas, se adelanta: “El acuerdo, como todos los contratos que se firman, es confidencial; no me vayas a pedir muchos detalles porque lo importante es eso: implicaba que yo tenía que llevarles la película cuando creyera que ya estaba cerca de concluirla”.
Al día siguiente de llevarle La dictadura perfecta a Videocine, Estrada recibió la respuesta definitiva de la empresa de distribución dependiente también del consorcio de Emilio Azcárraga Jean:
—Luis, ya no estamos interesados en distribuir la película— comentaron.
Ante la sorpresa del director, sus interlocutores intentaron ser diplomáticos: “No tenemos ninguna razón”.
Y le recordaron los términos del contrato: “Hay dos opciones: que nos quedemos casados, pero a nosotros no nos interesa y lo único que va a pasar es que se va a retrasar la película: la otra es que sí quieres que liberemos la distribución, te comprometes a darnos lo que te dimos como adelanto y todo se soluciona”.
Estrada optó por la segunda opción y comenzó a conseguir recursos para devolver el adelanto a Videocine: “Llevé la película a algunas empresas trasnacionales y a algunas mexicanas… pero les dio un poco de temor agarrarla”.
Terminó, como lo hizo con El infierno, por asociarse con Alfhaville Cinema para que ésta la lanzara a través de Bandidos Films. Estrada reconoce que también recibió el apoyo de la unam y del gobierno de Durango, donde se rodaron algunas escenas.
Sin embargo, el director es cauto cuando habla del estreno. “Esperemos que ocurra el 16 de octubre en todos los cines de México”.
—¿Por qué las dudas? —pregunta Variopinto.
—Sería una estupidez monumental e histórica que alguien intente censurar la película. Es una palabra muy fuerte y hay que usarla con mucho cuidado. Además, hay experiencias que funcionan al revés: cuando alguna persona o funcionario trata de censurar una película, lo único que provoca es (convertirla) en un muy deseado objeto.
Sin aludir al caso, Estrada se refiere al estreno de La ley de Herodes,que se pospuso en varias ocasiones porque la película era una crítica feroz al “viejo” pri y su escandalosa corrupción. Cuando por fin se estrenó, todo mundo quería ir a verla.
Luis Estrada advierte que nunca tratará de utilizar la censura como una estrategia publicitaria para su nueva película, y enseguida aclara: “Pero creo que sí, también, es mi obligación y mi responsabilidad, si yo lo percibo de alguien, sea persona física o persona moral, darlo a conocer y denunciarlo”.
Al lado de la oficina donde se realiza la entrevista, uno de los protagonistas de La dictadura perfecta charla con otros medios. Se trata de Alfonso Herrera, más conocido por su participación en la telenovela rbd y el grupo musical que surgió de esa producción.
—¿Por qué incluyó tantos actores de Televisa en su película? —se le pregunta.
—Porque son buenos actores. Pero desafortunadamente este país, es algo con lo que debemos luchar todos los días, está lleno de prejuicios, de estereotipos.
Luego aclara que también participan otros actores con los que el público identifica sus películas: Damián Alcázar, Joaquín Cosío, Dagoberto Gama, Salvador Sánchez y María Rojo.
Y remata: “Se trata de hacer películas para que el público asista a verlas; las películas que se dejan en un cajón para que las vean 100 personas y te digan que eres un genio está muy bien, pero ese cine no me interesa”.
—Y la autocensura…
—¿Tú la viste? Va a ser muy interesante que la gente lo constate. Creo que la película es suficientemente contundente y clara. Pero además, no se presta para poder hacerle proselitismo a causa alguna. Están involucrados todos los sectores de la sociedad: empresarios, televidentes, políticos. Siendo una sátira, es muy dura con todos.
—¿Qué piensa Luis Estrada de la realidad nacional?
—En cada momento preciso que he podido hacer cada una de estas películas, está todo lo que pienso alrededor de este sistema, de quienes lo manejan, del pasado de este país, de su presente. Pero lo más importante: en cada una de ellas hay un guiño al futuro.