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La era del opio (I)

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Aquí estoy en mi cama de hospital.
Dime, Hermana Morfina, ¿cuándo volverás?
Oh, y no creo que pueda esperar tanto.
Oh, ya ves que no soy tan fuerte.
Hermana morfina
Rolling Stones

 

Entre 1839 y 1860 el Reino Unido libró la llamada Guerra de opio contra China. Prohibida su producción y comercialización por el emperador chino, millones de chinos vivían bajo la adicción al opio, traficada ilegalmente por mongoles primero y por portugueses, holandeses e ingleses más tarde, con sus secuelas de inacción, empobrecimiento y daño psicológico y de salud. Al Reino Unido eso le resultaba benéfico, ya que les permitía mantener bajo control a una población que de otra manera no podrían dominar en caso de una resistencia masiva contra sus fuerzas de ocupación y, al mismo tiempo, obtener ganancias de su venta y distribución por Asia, Europa y América.

El Reino Unido no podía permitir una decisión soberana china que afectaba las enormes ganancias del comercio de opio que obtenía la Compañía Británica de las Indias Orientales y en 1839 inicia la guerra que tendría dos fases, la primera hasta 1842 y la segunda de 1856 hasta 1860 con ayuda de Francia. Luego de varias derrotas, el imperio decadente chino de la dinastía Qing fue cediendo terreno comercial no sólo al Reino Unido sino a Francia, Estados Unidos e incluso a Rusia.

Si bien el gobierno imperial chino intentó hacer efectiva la prohibición del opio, impuesta casi un siglo antes, y siguió confiscando y destruyendo cargamentos ingleses de opio, el imperio impuso su poder y obligó a China a abrir puertos y rutas comerciales a extranjeros, pagar los costos de la guerra e indemnizar a los traficantes de opio a quienes se les había decomisado su producto. Fueron años de guerra que diezmaron a China y la empobrecieron aún más y que trajo como consecuencia la caída de la dinastía Qing a la vuelta del siglo.

Quizás fue este episodio el que le dio al imperio inglés las claves del control del opio y su uso estratégico contra sus enemigos, pero sobre todo de las ingentes ganancias que sus derivados comenzaron a generar, además de controlar tanto el comercio legal de opio crudo y sus derivados, como la morfina, sintetizada en 1804, el más eficaz analgésico hasta entonces conocido y utilizado también como antitusivo, antidiarréico e incluso en problemas respiratorios y que sigue siendo ampliamente utilizado en todo el mundo como analgésico.

Desde entonces, las drogas, en particular los opiáceos y los opioides, han sido instrumentos del colonialismo europeo y norteamericano que controla el comercio mundial y buena parte de los precursores químicos que se requieren para producir infinidad de derivados y análogos. Recordemos que el laboratorio Bayer comercializó la morfina, que hasta se recetaba a los bebés para calmar las molestias de la dentición y es hoy el segundo productor mundial de efedrina y pseudoefedrina, precursores indispensables para la producción de opioides.

Sin embargo, así como se conocían sus efectos analgésicos y narcóticos, se fue conociendo también su capacidad adictiva. Ampliamente utilizada en la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, la morfina se convirtió en un producto de alto valor para ambos bandos, dejando también una enorme cauda de adictos. Al mismo tiempo, generó un mercado muy importante en este lado del Atlántico, sobre todo en Estados Unidos y Canadá.

El opio, por una parte, y la morfina, por otra, se convirtieron en preciados productos en todo el mundo y el Reino Unido mantuvo un férreo control sobre ellos, aunque la síntesis provino de Alemania, en particular del laboratorio Bayer, que la creó al igual que la heroína. Ante a las restricciones, cientos de traficantes de todo el mundo se dedicaron a comerciar con opio. El siglo XIX se convirtió en el siglo de las drogas duras para los ejércitos europeos, sobre todo, pero también para las clases altas de las sociedades europea y norteamericana, que encontraron en el opio, la morfina y la heroína un recurso nuevo de solaz y gozo contemplativo.

Como ya mencioné, la Guerra Civil Americana (1861-1865) o Guerra de Secesión se caracterizó por una lucha feroz por contar con suficiente dotación de morfina. Lo mismo sucedió en las múltiples guerras europeas. En la Guerra Austria-Prusiana (1866), la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) y la Guerra Hispano-Estadounidense (1898) se empleó de forma masiva y rutinaria el opio y, sobre todo, la morfina. Su uso por parte de los ejércitos fue fundamentalmente terapéutico, para tratar de aliviar el dolor físico y moral de los soldados, pero también del opio por su efectos sedantes, anestésicos y relajantes, que aliviaba el estrés de la guerra y aun el miedo.

Hacia principios del Siglo XX, las rutas de tráfico ilegal se multiplicaron hacia América. Por una parte, hacia la costa atlántica para desembocar en puertos como Nueva York y Boston al norte, pero también hacia Nueva Orléans en el Golfo de México. Por otra parte, también se introducía opio y sus derivados por puertos del Pacífico, como San Francisco y Portland en EUA y Vancouver en Canadá.

La Primera Guerra Mundial, o la Gran Guerra como se le llamaba antes de la 2GM, multiplicó exponencialmente la demanda de morfina y con ella, la producción de opio en zonas donde no se cultivaba. Se multiplicó igualmente el tráfico ilegal tanto de la materia prima como de la morfina ya procesada. La guerra generó la exorbitante cantidad de 20 millones de heridos con 5 millones de soldados mutilados y una gran parte de ellos requería morfina como parte de su tratamiento médico para aliviar las secuelas de sus dolencias, lo que los convirtió en consumidores adictos. Como sucede actualmente con los adictos a las metanfetaminas y el fentanilo, una gran cantidad de consumidores por receta acudía al mercado negro para solventar las restricciones de salud en la prescripción médica de los opioides, lo que creó un enorme mercado ilícito de opio y morfina, incluso de cocaína y heroína, sintetizada a mediados del siglo XIX.

En este mercado, Canadá ha jugado, y sigue jugando, un papel de primer orden. El investigador Stepehen Schneider de la Universidad de Nueva Escocia en Canadá ha documentado cómo se crearon desde 1850 las redes de traficantes canadienses de opio y derivados desde China y los vínculos que mafias de ambos lados del mundo han mantenido a lo largo de más de un siglo.

Soldados mexicanos en campos de amapola en Tlaxcala. Fuente: Cuartoscuro
Soldados mexicanos en campos de amapola en Tlaxcala. Fuente: Cuartoscuro

En su libro Helado: La historia del crimen organizado en Canadá (Iced: The Story of Organized Crime in Canada) da cuenta de cómo el crimen organizado ha tenido un impacto significativo en la formación de este país y la vida de su gente. No sólo las mafias de contrabando de opio y derivados, sino de personas y otros bienes de alta demanda. Las familias que poseían destilerías durante la Prohibición, como los Bronfman, construyeron vastas fortunas que hoy están en manos de holdings corporativos. La mafia en Montreal creó y controló el mayor imperio de contrabando de heroína y cocaína del mundo, alimentando el apetito insaciable de nuestros vecinos estadounidenses. Hoy, las bandas están arrasando las calles de Vancouver, y la mariguana de diseño fluye hacia los Estados Unidos como pan caliente.

Se ha especulado que la producción de opio en México creció por la demanda del ejército de Estados Unidos a principios del siglo XX para surtirse de morfina y venderle a los ejércitos europeos enfrascados en la Primera Guerra Mundial. No conozco evidencia que lo confirme. Una referencia sobre el cultivo de amapola en Sinaloa es más tardía, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, cuando uno de los médicos enviados a documentar el estado de la salubridad y la sanidad en la entidad, reportó extrañado al Presidente que Culiacán estaba rodeado de cultivos de amapola. Al menos, desde la década de los treintas, la amapola es un cultivo común de aquel estado. No hay mucha bibliografía al respecto y a su alrededor se tejen historias que alimentan esa narrativa, no documentada hasta donde he podido investigar.

Para el académico canadiense, el crimen organizado es tan antiguo como la fundación de Canadá, con piratas que asolaban la costa este, incluso como sicarios de los gobiernos coloniales. Desde los inicios de nuestra nación, el gobierno y los grupos criminales han descubierto que la colusión puede tener beneficios mutuos. Hoy podemos constatar que Canadá es un productor relevante en la industria ilegal de las drogas duras. Entre 2022 y 2024 se decomisaron al menos 7 laboratorios de metanfetaminas y fentanilo capaces de producir, cada uno, entre 1 y 1.5 toneladas de fentanilo y 10 toneladas de metanfetaminas al año. La mayoría de estos laboratorios fueron hallados en Toronto, una ciudad de 3 millones de habitantes de la provincia de Ontario, colindante con los Estados Unidos. El actual alcalde de Ontario, el que amenazó a México con sacarlo del TMEC y lo señaló por distribuir drogas en Canadá, era consumidor habitual de crac -tuvo que recibir tratamiento-, igual que su hermano gemelo, con quien hizo campaña electoral. La doble moral canadiense queda aquí expuesta de manera contundente.

Por su parte, en todo México se produce una cantidad similar anualmente: 1.5 toneladas de fentanilo y unas 10 de metanfetaminas. Es decir, un solo laboratorio canadiense mediano produce todo lo que se procesa en México. No hay manera de que México surta el mercado estadounidense de drogas duras.

Adicionalmente, la producción canadiense es altamente sofisticada, al grado de que tienen cadenas de producción altamente tecnificadas y envasan sus productos en empaques de medicamentos controlados, legales, y su producto es distribuido en transportes debidamente balizados, como si pertenecieran a laboratorios farmacéuticos en regla. Así, se pasean por todo Canadá y los Estados Unidos distribuyendo heroína, metanfetaminas, cocaína, barbitúricos y recientemente nitazenos, opioides más potentes aún que el fentanilo, que ya están dejando secuelas no sólo en Canadá sino en Estados Unidos y Europa, sobre todo en el norte, zonas que concentran la enorme mayoría de los adictos del mundo.

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