La demanda mundial de marfil amenaza desde hace años a los elefantes africanos. Se estima que la caza furtiva –que persigue a los individuos más grandes y viejos por sus colmillos, en general hembras– ha eliminado a 100.000 ejemplares entre 2010 y 2012. Como consecuencia, la edad media de las elefantas adultas ha disminuido significativamente.
Sin embargo, un nuevo estudio, publicado en la revista Current Biology, revela que la caza furtiva no impide que los grupos de elefantes, muy estructurados en sociedades matriarcales, se reorganicen y se mantengan estables cuando pierden a su familia o compañeros.
Los científicos de la Universidad del Estado de Colorado (EE UU) han analizado durante 16 años los patrones de comportamiento de las elefantas adultas en la Reserva Nacional de Samburu al norte de Kenia. A pesar del descenso del 70% de los individuos, el equipo demuestra cómo las madres elefantas moldean la vida social de sus hijas que toman el relevo de sus progenitoras.
“Lo que más nos sorprendió fue la solidez y resistencia de la estructura social de las elefantas ante la pérdida de muchas de sus viejas matriarcas, que representan el núcleo social”, señala a Sinc Shifra Goldenberg, autora principal del estudio e investigadora en la universidad estadounidense.
En muchas otras sociedades, al eliminar los principales conectores, el sistema colapsa. En otros casos, las jóvenes elefantas se insertan en nuevas familias cuando matan a toda su familia. Sin embargo, en el caso de los elefantes de Samburu, “las hembras jóvenes reconstruyen activamente sus vínculos sociales cuando pierden a un compañero social importante”, destaca Goldenberg.
Siguiendo los pasos de sus madres
Los científicos también observaron que la posición social de las elefantas jóvenes era muy predecible. “Poco después de las matanzas, nos sorprendió ver algunos elefantes asociándose los unos con los otros, pero según nuestros registros a largo plazo, las madres de estas crías ya se conocían entre ellas”, explica la investigadora.
Los nuevos lazos sociales de los jóvenes no fueron por tanto tan sorprendentes para los expertos, entre quienes ha participado Iain Douglas-Hamilton, fundador de la asociación Save the Elephants. “Las crías accedieron a las redes sociales de sus madres para recrear la misma estructura social, esencial para la sociedad de las elefantas”, subraya a Sinc Goldenberg.
Pero aunque sus vínculos sociales parecen ser bastante resistentes a pesar de la caza furtiva, aún está por saber cuáles son los efectos demográficos a largo plazo de la pérdida de la madre o la familia. “Esta cuestión va a ser realmente crítica para cuantificar los efectos indirectos de la caza furtiva en las poblaciones de elefantes”, concluye a Sinc Georges Wittemyer, coautor del estudio e investigador en la universidad estadounidense.