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Los derroteros de la ética: de Immanuel Kant a… Laura Bozzo

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ARTÍCULO DE OPINIÓN

Ricardo Bernal / Revista Hashtag

(26 de septiembre, 2013).- Tal como lo documenta la revista Proceso, el pasado jueves 19 de septiembre, el gobernador Eruviel Ávila permitió que los helicópteros de Rescate del Estado de México transportaran a Laura Bozzo hacia las zonas afectadas en Guerrero para montar un show de altruismo mediático.

Bajo el nombre de “Laura Bozzo” se pueden localizar aproximadamente 1,520 entradas en el socorrido sitio de Internet “Youtube”. En la primera página de las cerca de setenta  disponibles, aparecen veintidós videos asociados con el nombre de la conductora peruana; entre estos materiales, el más visto posee la asombrosa cantidad de 850,988 reproducciones (y contando), mientras que por lo menos otros nueve superan la respetable cifra de cien mil.

Entre los sugestivos títulos de los videos asociados con el nombre de la conductora latinoamericana podemos encontrar algunos como: “Me gusta poner el cuerno”, “Soy trailero, soy mujeriego”, “Mi hija es un estorbo para mi nueva relación”, y otras tantas lindezas propias del mejor manual de frases escatológicas o de un catálogo de los peores títulos del cine mexicano. No sólo eso, si uno arriesga su pudor y decide  mirar el contenido de estos materiales quedará francamente sorprendido. La dinámica del programa es sencilla, por una extraña razón difícilmente comprensible, algún personaje agraviado decide hacer públicos sus problemas ante una audiencia morbosamente ávida de escucharlos. Laura con “desinteresada” generosidad pone a su disposición el espacio televisivo del que es responsable; el personaje se desahoga con un desparpajo poco habitual y cuenta su problemática que, las más de las veces, involucra casos de “infidelidad”, “engaño”, “confesiones impúdicas”, “deslices amorosos”, etc. Inesperadamente el programa da un vuelco radical, la aparente tranquilidad inicial da paso a un campo de batalla. Laura hace pasar a otro personaje estrechamente ligado al agraviado en cuestión, discuten, gritan, pelean, en más de una ocasión terminan a golpes. Mientras tanto la conductora azuza por igual ya sea a los participantes, ya sea al público, para que el conflicto continúe casi infinitamente. Casi, porque en un inexplicable alarde de sincronía, la señorita Laura interviene justo con el tiempo exacto para lograr conciliar a los participantes, dar un consejo de alto valor moral y despedir el programa.

Al espectador no le queda duda, Laura es una verdadera altruista, se preocupa por los asuntos de los demás y los soluciona sin ningún interés de por medio. Todavía más, arriesga su integridad física con la única intención de apoyar a la gente más humilde. Ella es una valiente filántropa y su programa un innegable espacio de servicio a la comunidad. La propia conductora así lo manifiesta, en una entrevista para un programa de televisión bonaerense señala muy ufanada: “Yo me siento orgullosa de lo que he hecho, creo que he hecho cosas realmente positivas”. Después, visiblemente emocionada dice: “Me gustaría que me recuerden como una persona que hizo algo por los demás, por los más pobres, sacó la cara y le dio voz a aquellas personas que no tienen voz en la televisión porque desgraciadamente no se les da”

Luego de ser expulsada de la televisión ecuatoriana por orden expresa del presidente Rafael Correa, el programa cambió su locación y, al amparo de Televisión Azteca, comenzó a transmitir en México. Curiosamente, Ricardo Salinas Pliego, presidente de “Grupo Azteca”, afirmó tiempo atrás en una entrevista que el éxito de su televisora “radica en producir contenidos sin agredir los valores familiares”. En otra ocasión, y en el marco de una reunión cuya intención era la producción de programas televisivos con “valores”, aseguró: “Debemos ofrecer contenidos marcados bajo nuestro código de valores. En TV Azteca tenemos la obligación de ofrecer a la familia mexicana y a nuestros hijos una señal con valor. Es decir, una televisión con valor”.

Después de transmitir durante poco más de un año en esa televisora, la conductora cambió su lugar de trabajo y comenzó a aparecer en la pantalla de Televisa. En más de una ocasión esta empresa ha manifestado su preocupación por fomentar los valores familiares, apoyar la construcción de un “México mejor” e impulsar la deficiente educación de nuestra nación. Televisa  ha intentado reflejar ese “compromiso social” llevando a la pantalla programas supuestamente educativos como “Todo mundo cree que sabe” o producciones televisivas que alientan el apoyo a la nación como “Iniciativa México”.

A cualquier espectador poco precavido le parecería incongruente que, después de manifestar su “sincera” preocupación por “México”, tanto Tv Azteca como Televisa hayan contratado los servicios de la conductora peruana. No se trata, sin embargo, de una inconsecuencia hipócrita, sino de algo mucho más grave: la implementación de una nueva ideología que comienza a producir una ética light al compás de los imperativos empresariales. De lo que se trata es de fundamentar una ética maleable, capaz de justificar la lógica comercial del “ganar/ganar” sin el remordimiento de conciencia que supone la violación de postulados éticos que, inevitablemente, un afán de lucro desmedido y desregulado requiere para subsistir.

La intención es, literalmente, desinflar la moral y, para hacerlo, resulta necesario eliminar toda concepción de ética fundamentada en nociones con un potencial racional relevante, como las de dignidad, reconocimiento, deber, etc., ya que implican obligaciones incomodas y, sobre todo, la defensa de un fundamento permanente para nuestra actividad en el mundo. Gracias a esta eliminación, la moral se puede reducir a intervenciones instantáneas que no obligan al individuo a tomar una postura radical.

En el programa de televisión argentino antes mencionado, Laura Bozzo acepta que, en muchas ocasiones, su show es un montaje ya que, en realidad, son actores quienes representan las deplorables reyertas televisivas; sin embargo, se justifica diciendo: “Esto es televisión, es un show, hay que condimentarlo un poquito… si no es entretenido, no vende”. Según esta perspectiva la necesidad de “vender” justifica la mentira y, sobre todo,  la violación de la dignidad de las personas. Al fin y al cabo “el show debe continuar”, y si se da el caso de que ese show permita, al final de tanta mentira, tanto engaño y tanta falta de pudor, ayudar a alguna persona, ¿qué importa el costo?

Lo novedoso es que esta postura, anteriormente calificada de cínica, hoy en día representa la veta de una moral emergente. La moderna ideología empresarial construye una cadena lógica que no está, ni con mucho, fundada en bases éticas rigurosas: dada la competencia que “naturalmente” debe regir el nuevo orden social en el modelo-empresa, no es posible limitar con “abstracciones moralizantes” a los actores comerciales. Si en algún punto  resulta provechoso y redituable violar alguna norma o pisotear la dignidad del otro para alcanzar algún fin, esto se llevará a cabo sin siquiera cuestionar las implicaciones de semejantes acciones.

Así, la otrora regla de oro (No hagas lo que no quieres que otro te haga) sustentada racionalmente por Kant bajo la forma del imperativo categórico (Actúa de tal manera que  la máxima de tus actos se vuelva ley universal), se vuelve irrelevante, incluso se considera anacrónica en un mundo marcado por una incesante competencia destinada al lucro y a la ganancia.

En “El sublime objeto de la ideología”, el filósofo esloveno Slavoj Zizek habla del fenómeno de las risas enlatadas. Se trata de risas pregrabadas que aparecen en los programas de comedia en el momento en que supuestamente ocurre algo gracioso. Zizek afirma que estas risas poseen una importante función: nos dicen dónde debemos reír y qué debemos considerar gracioso. Así, la risa deja de ser un acto espontáneo para volverse una obligación que es necesario aceptar si queremos entrar a la dinámica del programa. De forma parecida, la autoproclamación de Laura Bozzo como una conductora altruista dedicada a ayudar al prójimo, nos indica, no ya dónde debemos reír, sino qué debemos considerar bondadoso y qué actos debemos aplaudir por su “alto contenido moral”.

Cuando el programa radicaba en Perú, se descubrió el caso de una niña que Laura Bozzo usó en dos programas distintos, primero como huérfana y luego como damnificada. En un “desinteresado” acto de ayuda -con cámara de por medio, claro está-,  la conductora  acudió a socorrer a los infortunados damnificados de una ciudad peruana y, gracias a una coincidencia inaudita, Laura entrevistó a la misma niña que programas atrás había protagonizado magníficamente el papel de huérfana en uno de sus “shows”.

Recientemente causó revuelo en los medios de comunicación mexicanos un hecho vergonzoso, la conductora peruana insultó soezmente a una de sus panelistas en vivo y en horario familiar, sin que las autoridades de Televisa (corporación autoproclamada como entidad socialmente responsable, preocupada por la transmisión de contenidos familiares [sic.]), la sancionaran. El mensaje es claro: “por supuesto que los valores son importantes, sin embargo no hay nada más importante que un ‘rating’ exitoso”.

Estos excesos no sólo son insultantes por su cinismo, sino que representan un nuevo imperativo propio de una ética light y convenenciera. El imperativo moral ya no se presenta en los términos kantianos: “Actúa de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre como fin y nunca simplemente como medio”, sino que se ha traducido en una máxima más simple y redituable: “Haz lo que sea si de una u otra manera  puede ser considerado como bueno”.

Tal como lo documenta la revista Proceso, el pasado jueves 19 de septiembre, el gobernador Eruviel Ávila permitió que los helicópteros de rescate del Estado de México transportaran a Laura Bozzo hacia las zonas afectadas en Guerrero para montar un show de altruismo mediático. La misma historia se repite, mientras miles de personas sufren debido a las catástrofes naturales, la conductora peruana aprovecha la tragedia para erigirse como la nueva mártir de la televisión nacional.

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