Los jóvenes, conectados a través de los medios sociales, sus ágiles dedos en su celular, han tomado las calles para protestar en varias partes del mundo.
Parecería más fácil explicar estas protestas cuando ocurrían en países no democráticos, como en Egipto y Túnez en 2011, o en países donde la crisis económica ha elevado el número de jóvenes desempleados a alturas atemorizantes, como en España y Grecia. Pero no es tan fácil cuando estallan en países con gobiernos populares y democráticos, como Brasil, donde ahora disfrutamos de uno de los índices de desempleo más bajos de nuestra historia y experimentamos una expansión sin paralelo de los derechos económicos y sociales. Esto requiere una reflexión muy profunda por parte de todos los dirigentes políticos.
Muchos analistas atribuyen las recientes protestas en Brasil al rechazo de la política. Yo pienso que es precisamente lo contrario. Las protestas reflejan la necesidad de ampliar la democracia y aumentar la participación ciudadana; de renovar la política, acercándola más al pueblo y a sus aspiraciones cotidianas.