En su columna de Opinión para Milenio, Epigmenio Ibarra emitió palabras contundentes contra la llamada “Guerra contra el narcotráfico” dirigida por Felipe Calderón.
“Aunque hace años que no piso un frente de guerra aún llevo tatuado en la piel el miedo y el horror de la batalla. Vi demasiados muertos, escuché demasiados lamentos elevarse, impotentes, al cielo. Aún llevo impregnado el olor almizclado de la muerte, mezclado con el del sudor, el aceite para limpiar el fusil y la pólvora quemada”.
Y aseveró:
“Maldigo, porque he vivido la guerra, a aquellos megalómanos o a aquellos individuos banales a quien se les hace fácil mandar a otros, desde sus oficinas blindadas y rodeados por sus guardias pretorianas, a matar y a morir”.
Sobre la guerra que inició hace 13 años a Felipe Calderón, aseguró:
Se le hizo fácil ordenar el despliegue masivo de tropas y la aniquilación de los narcotraficantes sin considerar siquiera la capacidad de reposición de bajas de su enemigo, la amplitud de su base social, su capacidad logística y financiera. Se veía a sí mismo (remedo de Francisco Franco) como el caudillo, como el iluminado que dirigía una santa cruzada para salvar a un México que se imaginaba (entonces y aún hoy) unido en torno suyo. General de pacotilla, al fin y al cabo, Calderón no consideró la ley de proporcionalidad de medios”.
El productor recordó que el narco se vio obligado a responder al enorme poder de fuego del Ejército y a su letalidad.
“Contestó con un poder de fuego y una letalidad criminal similares. Washington proveyó a ambos armas y doctrina: la población civil sufrió las consecuencias. Enrique Peña Nieto, en el colmo de la banalidad, cambió solo la narrativa, pactó con los medios un silencio ominoso y continuó la masacre”.
Sobre la nueva direccionalidad del enfrentamiento contra el narcotraficante, sentenció:
“Hoy las fuerzas armadas cambiaron por fin de mando y dirección. López Obrador, un hombre que recibió en las urnas el mandato inequívoco de construir la paz, es su comandante supremo. Cambió su misión, que ya no es hacer la guerra sino contribuir a la pacificación del país, y cambió su doctrina pues ya no buscan la aniquilación del “enemigo” sino prestar seguridad a la población. Con la desaparición del Estado Mayor Presidencial, cuya tarea primordial era secuestrar al Presidente y la secundaria cuidarlo, el paso a primera línea de los servicios en sustitución de las fuerzas de combate y la suspensión de las misiones de los helicópteros artillados, cambió también su orden de batalla”.
Aseveró también que el crimen organizado y el viejo régimen han incrementado exponencialmente la violencia pero el primer paso se ha dado: el Estado mexicano no está en guerra y no cae en provocaciones. Faltan la justicia y el bienestar para que la paz se dé. De eso se trata la Cuarta Transformación, finalizó.
crn