Foto y reportaje: Esmeralda Fabián Romero / La Opinión
María Zaragoza llegó desde la ciudad de México hace más de una década a Los Ángeles, buscando un mejor futuro para ella y su hija Vanessa Jiménez. Pero jamás imaginó que estaría a punto de perderla durante el verano, cuando esta fue diagnosticada con cardiomeopatía, una enfermedad cuyo único tratamiento era un trasplante de corazón.
Aún cuando Vanessa era la primera en la lista de trasplantes de corazón para menores, en este centro médico la espera tomó cerca de cuatro meses.
“Antes de que me pasara a mí, yo no estaba de acuerdo con la donación de órganos. Ahora no tengo suficientes palabras de agradecimiento para la familia de la persona que donó el corazón que le salvo la vida a mi hija”, expresó Zaragoza.
Vanessa pudo esperar tanto tiempo, gracias a una innovación médica, el Heartmate, que es una máquina que reemplaza el trabajo de bombear la sangre al cuerpo, cuando un corazón tan dañado como el de ella , deja de hacerlo.
“Este aparato ha sido un salvador de vidas. Antes de que existiera, el 30% de los pacientes morían antes de que llegara el trasplante. Hoy, gracias a este , se puede esperar el tiempo necesario”, explicó el cardiólogo Juan Alejos, quien estuvo a cargo de la cirugía de trasplante de Vanessa, en el Mattel Children’s Hospital de UCLA.
El médico, de origen peruano, explicó que la cardiomeopatía en muchas ocasiones es congénita y se desarrolla con el tiempo. Los síntomas de esta paciente comenzaron con solo un dolor de estómago, su familia nunca sospechó que en realidad se trataba de una enfermedad grave del corazón, como la que afecta a unos 100 mil pacientes en el país, según la Asociación Americana del Corazón.
Actualmente en el Centro Médico de UCLA hay por lo menos una docena de menores como Vanessa, que esperan por un donante de órganos para un trasplante. En lo que va del año, ya han realizado 16 de estos, informó el cardiólogo, quien apuntó que la espera promedio por el trasplante es de seis meses.
“Como médicos, solamente tenemos el conocimiento. Las máquinas como el Heartmate mantienen la estabilidad, pero no es permanente. Es realmente el público el que tiene el control y el poder de salvar una vida a través de la donación de órganos”, subrayó Alejos.
La joven, de ahora 16 años, puede vivir de manera normal, pero su doctor señaló que ella tendrá que ser sometida a otro trasplante de corazón en unos 15 años, si todo sale bien. “Los trasplantes de órganos, no son permanentes. Se deben reemplazar en un periodo de entre 15 a 20 años. Por ello la necesidad de que más gente este consiente de donar órganos”, explicó Alejos.
“Quiero estudiar y aprovechar esta segunda oportunidad de vida, pero primero me tengo que cuidar mucho”, dijo Vanessa, consciente de su estado, y de que, de momento, su cuidado es lo primero, incluyendo tomarse hasta 24 pastillas al día.
“Ojalá la persona que donó el órgano que le salvo la vida a mi hija, sepa que su ser querido aunque haya muerto, algo de ella sigue vivo”, dijo la madre de Vanessa.