Por Ivonne Acuña Murillo
En marzo parte de la Línea 12 del Metro, la llamada “Línea Dorada”, cumplirá un año de haber suspendido su servicio ante las supuestas fallas técnicas que, a decir, de las autoridades capitalinas, ponían en riesgo la seguridad de las y los usuarios. Los seis meses en que supuestamente estaría cerrada al público esta línea están a punto de convertirse en doce y contando.
La dimensión temporal no es irrelevante pues cuenta el tiempo en el que el antiguo jefe de gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard Casaubón, ha sido sistemáticamente acusado de fraude y corrupción, sin que a la fecha se le haya imputado y probado responsabilidad alguna en torno a dichas fallas.
En estas circunstancias el ex mandatario afirma que el caso en su contra no es penal ni administrativo sino político y que lo que se busca es dañar su imagen y su carrera política, por lo que ha iniciado su defensa en ambos frentes. En el primer caso, ha presentado toda la documentación pertinente para avalar que durante el proceso de construcción de esta línea se siguieron todos los protocolos que una obra de esta naturaleza requiere; en el segundo, ha iniciado una ofensiva mediática asegurándose de aparecer en lugares como la Cámara de Diputados, en la que solicitó audiencia, misma que finalmente le fue concedida el viernes 6 de febrero, una vez que fue aprobado el Informe de la Línea 12; en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde interpuso una demanda para que le fuera reconocido ese derecho; en radio en la emisión de Carmen Aristegui, para asegurar que sus argumentos se escuchen en todo el espectro político, y en todos aquellos espacios que le procuren visibilidad mediática.
Es evidente que Ebrard es un político con una larga trayectoria y con sobrada experiencia para saber que las cuestiones políticas se juegan en diversos frentes, por lo que también se ha ocupado de continuar con su probada forma de comunicación, vía las redes sociales, o de posicionar frases contundentes como la de “menos política más responsabilidad” , así como de cabildear con los líderes de los tres principales partidos, PRI, PAN, PRD, según versión del periódico El Financiero. para “negociar” su exoneración.
Sea cual sea la verdad última en torno a las fallas de la Línea Dorada es evidente que tras las acusaciones en contra de Marcelo Ebrard no se persigue el castigo ejemplar a un ex funcionario público por haber incurrido en cuestiones de corrupción, como parte de un proceso reconocido de moralización de la vida pública, sino de un ataque directo a uno de los dos reconocidos líderes con los que cuenta la izquierda partidista en México.
Esto es, la nueva reedición del TUCOM (Todos Unidos Contra Marcelo), en el que juegan un papel preponderante diversos medios de comunicación, parece tener como objetivo “ensuciar” la imagen del alguna vez exitoso jefe de gobierno de la ciudad más importante del país, y una de las más conocidas del mundo, misma que se ha convertido en la plataforma de lanzamiento de quienes aspiran a ocupar la presidencia de la República.
Las declaradas intenciones de Ebrard para postularse como candidato a la presidencia de la República lo prefiguraron desde hace unos años como una de las figuras a vencer en la contienda electoral del 2018. Que mejor hacerlo con anticipación para que, de llegar a las elecciones, el caso montado en su contra opere como un peso que dificulte el arranque y el desarrollo de su campaña, sin violentar las nuevas leyes electorales que prohíben la guerra sucia.
Ya en el 2006, cuando se permitían las campañas negras en contra de los candidatos, Andrés Manuel López Obrador fue víctima de una extensa e intensa estrategia mediática cuyos ecos aún se sienten y cuyos recursos pueden ser reutilizados cada vez que sea necesario.
Es en este sentido que se usa la frase “golpe mediático ni Dios lo quita”, pues una vez hecha pública una acusación difícilmente puede, quien haya sido víctima de ella, librarse del juicio reiterado que los Medios, en especial sus principales líderes de opinión, hacen del personaje en turno, más allá de si tal acusación es cierta o no.
La falta de información de la población, su falta de interés o recursos para seguir en los distintos Medios una noticia, hace que se queden con lo primero que llega a sus ojos y oídos y es esa primera impresión la que se fija en su memoria. Memoria alimentada por todos los comunicadores, columnistas, comentaristas, etcétera, que repiten una y otra vez que Marcelo es corrupto, defraudador y cínico.
¿Cómo puede Marcelo Ebrard, luchar contra el dispositivo de poder que alguna vez fue operado en contra de AMLO? ¿Cómo puede resistir al “golpe mediático” que le ha sido asestado por parte de los grupos de interés que no quieren que cierta parte de la izquierda partidista, moderna o no, llegue al poder de la presidencia? ¿Cómo puede Marcelo remontar dicho golpe sin los poderosos grupos políticos, económicos y mediáticos que operan tal dispositivo?
Como respuesta puede afirmarse que Ebrard está haciendo lo que le corresponde, pero que su alcance es muy menor al de sus adversarios y que incluso dentro de la plataforma política que dice sostenerlo, el PRD, se encuentran personajes más aliados con la derecha gobernante que con la izquierda política.
La lectura de esta entramada red de intereses habilitada en contra de Marcelo ha llevado a la secretaria general de Morena, Bertha Elena Luján, a afirmar que las puertas de esta agrupación política están abiertas en caso de que Marcelo decida salir del PRD .
Pero esa, por supuesto, es otra historia, misma que podría ser analizada más adelante si se diera el caso, por ahora el reto que Marcelo Ebrard enfrenta es quitarse el golpe mediático que “intereses oscuros” le asestaron.