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Más que un modo de transportarse: El metro

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Fotos: Javier Bonilla

(01 de mayo, 2015).- ¿Podríamos pensar la actual Ciudad de México sin el metro? Debajo de nuestras diarias pisadas  se encuentra una ciudad subterránea que transporta a millones de personas todos los días y a casi todas las horas desde los diferentes polos de la metrópolis. No sólo es la columna vertebral del transporte público, sino un sitio donde convergen personas de  cualquier estrato social y de todas las edades.

El Metro es uno de los proyectos más impresionantes desde sus orígenes. El suelo lacustre de nuestra Ciudad y el hecho de que esté en una zona sísmica, hacía impensable la creación de un sistema de transporte debajo de la tierra. Sin embargo, la necesidad de vialidad cada vez se volvía más exigente pues los tranvías y autobuses, que eran entonces el transporte más utilizado para los citadinos, resultaba ya insuficiente. Aunado a ello, el automóvil hace su aparición y comienza a multiplicarse su uso, lo que también agrava el problema de la congestión vehicular.  Iniciado el siglo pasado, la Ciudad de México tenía una población cercana a un millón de habitantes, para 1950 aumentó a 5.2 millones y para 1960, 6 millones. La explosión demográfica trajo consigo la creación de nuevas colonias y por lo tanto la expansión de la mancha urbana. A pesar de la creación en esos años del Viaducto, el Periférico y la Calzada de Tlalpan, el caos siguió existiendo, lo que impulsó la búsqueda de alguna solución.

Londres, París, Tokio, Nueva York, y otros países más tenían ya un transporte de trenes subterráneos. El ingeniero Bernardo Quintana Arrioja, fundador de la sociedad mexicana de Ingenieros Civiles Asociados (ICA) fue quien comenzó con este ambicioso proyecto presentándolo al entonces regente de la Ciudad, el licenciado Ernesto Uruchurtu  quien lo rechazó. Fue hasta años más tarde, cuando el general Alfonso Corona del Rosal estuvo a cargo de la regencia de la Ciudad, que el proyecto se acepta. Las relaciones que  ICA mantenía con el metro de París facilitó que el gobierno francés otorgara al proyecto del metro mexicano un crédito para su realización. No sólo aportaron financieramente al proyecto, sino con vagones y conocimientos sobre la operatividad de los trenes. Aunque el proyecto hubiera sido impensable sin esta ayuda, la Ingeniería mexicana  fue quien puso todo su conocimiento y talento para construir la red como tal, 700 especialistas y 12 mil obreros aproximadamente participaron en la creación del metro.

Su inauguración se llevó a cabo el 19 de Junio de 1967 en el cruce de Bucareli y Chapultepec. En un tiempo no igualado por ningún metro del mundo, los primeros 40 km del metro se hicieron en 40 meses. En realidad, el metro no se pensó como un proyecto fijo, sino en constante expansión.  La creación de las líneas posteriores modificó notablemente el espacio público así como nuevas rutas de autobuses y rutas viales lo que, indudablemente, modificó la rutina de los habitantes de la ciudad, quienes desde el día de su inauguración se han apropiado de éste mundo subterráneo.

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metro3Las tres primeras líneas. Primera etapa (1969-1972)

 

Con las excavaciones para la creación de los túneles se encontraron cosas fascinantes como los restos del mamut que aún ahora se exhibe en la estación Talisman, o el adoratorio a Ehécatl que se encontró en la estación Pino Suárez, o la “Coatlicue del metro” muy cerca de la estación Isabel la Católica, así como un cráneo del periodo precerámico hallado en Balderas.

El metro también es escenario para la cultura, no es extraño encontrarse en diversas estaciones exposiciones fotográficas o pictóricas así como conciertos de música, incluso hasta teatro o los gigantescos murales de Copilco, Tacubaya o Insurgentes. La ciencia también se hace presente en el transborde que va de la línea 3 a la 5 “El túnel de la ciencia”.

El metro es sitio de tantas historias como pasajeros, que van desde lo cómico hasta lo trágico. Las leyes físicas se desafían, donde se cree no haber lugar para uno más, se hace. El “espacio vital” es algo que en horas pico simplemente no existe. Toda la individualidad se vuelve una masa indiferenciada que va separándose al llegar a cada estación. Aunque no todo es tan dramático como suena; en las horas en las que la congestión se reduce, el metro suele ser un buen lugar para leer, pensar, incluso para dormir, claro que hay que adoptar ciertas técnicas adquiridas con la experiencia de viajar en él.

Nadie podría, aunque se pretendiera, ignorar el aumento del costo del boleto en años recientes, ni tampoco las goteras e inundaciones que se sufren  por sus pasillos y andenes cuando hay lluvias, ni la suspensión de servicio en una parte de la nueva línea 12. Sin embargo, intentando por un momento no pensar el metro en los términos económicos y políticos que tiene, es interesante reflexionar sobre éste más que como un medio de transporte, como un símbolo de identidad en dónde la mayoría de la población de la Ciudad de México transita varias horas a la semana y es, indudablemente, parte fundamental de su vida. Si bien es de suma importancia estar el pendiente de la gestión administrativa, económica y política del metro, es también importante asumir lo que nos toca; no contaminar las vías ni los pasillos, no dañar las instalaciones y claro, fomentar la cordialidad  entre los usuarios pues simplemente es un espacio donde la coexistencia se muestra en toda su expresión y que finalmente necesitamos.

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