(10 de diciembre, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- A las seis de la mañana en las zonas aledañas a parques y mercados de la frontera sur del país, grupos de cinco o seis menores de edad, entre 10 y 15 años vigilan a sus posibles víctimas, con armas de fuego o blancas. Interceptan generalmente a estudiantes o mujeres.
La principal zona de robos se encuentra justo a una cuadra del Ayuntamiento de Tapachula, Chiapas. “A las once de la mañana nos descolgamos al parque central, a esa hora es cuando hay más gente y en época decembrina y con aguinaldo vienen de los ranchos a comprar.
Hay dos formas; la primera son las bajadas estratégicas donde hay mucha gente y puestos en las banquetas, no se puede ni caminar, sacamos la navaja y con un corte nos llevamos lo que lleve adentro la bolsa, nadie se da cuenta, eso es mejor porque no se asustan y no les toca que se nos vaya la mano”, asegura Luis, quien no pasa de los 11 años y asegura a Revolución TRESPUNTOCERO que no roba por gusto, “tampoco las ganancias son nuestras, nosotros trabajamos para bandas peligrosas, y lo son tanto que el presidente municipal –el priista Neftalí del Toro Guzmán- las está dejando crecer”.
A Luis su padrastro lo ha obligado a ser cargador en los mercados, lustrar zapatos y actualmente “ofreció mi trabajo a un señor que conoce, somos varios los que hacemos esto, no soy Mara, pero como si lo fuera, me toca por las noches echar aguas a los más grandes, que roban en las escuelas, por la noche los chavos caminan por calles oscuras, porque aquí no hay luces, así es como los amenazan, a quienes se dejan se les golpea y se les entierra el cuchillo, eso no lo hago yo, todavía me da miedo”.
La madre de Mario, un adolescente que cursa la secundaria, da a conocer a Revolución TRESPUNTOCERO que hace dos semanas el menor fue víctima de asalto, “eran más chicos que él, mi hijo iba hablando por teléfono, cuando lo agarraron por detrás tres niños que tenían cuchillos y uno tenía un arma de fuego.
Mario no quiso darles el teléfono y por eso lo golpearon, pero no bastó con eso, había un barranco cerca y ahí lo aventaron, lo que provocó una fractura en su cuello y la entre pierna también tuvo daño, lo tuvieron que operar, lo hicieron una mala cirugía, parece que en los hospitales públicos se pidiera beneficencia, porque usaron un material que infectó la herida y fue en otro que tuvieron que volver a abrir y realizar todo el procedimiento desde el principio. Este tipo de bandas de niños -porque no llegan ni a los quince- son quienes van desgraciándole la vida a los demás, pero las autoridades, menos el DIF está enterado de esto, les vale”.
Un elemento de la policía municipal, quien ha preferido omitir su nombre, afirma que “a diario los niños en las mañanas y en las tares salen a delinquir, son las principales calles que rodean el centro de la ciudad donde operan. Tenemos órdenes de detener solamente a aquellos que no trabajan para ciertos grupos delincuenciales, si trabajan ‘por su cuenta’, son detenidos, se les quita lo que tengan y se les amenaza que de seguir en la zona irán a parar al Centro de Readaptación.
Esto se les dice para ahuyentarlo de las zonas donde trabajan los menores que son regenteados por bandas grandes, que a su vez se conectan con Los Zetas, que son quienes dominan el territorio de la frontera sur. Reclutan a niños centroamericanos o de familias disfuncionales, los entrenan para robar con armas o a gente distraída, de lo que obtienen todo se queda en manos de quien los regentea, que les paga unos cuantos pesos, porque también se les reparte a los jefes policíacos, que también los vigilan, para que no se queden con lo que quitan”.
Según información de autoridades locales a Revolución TRESPUNTOCERO, desde el año pasado se extendió una red de menores de edad quienes realizan actividades delictivas como el hurto, la venta de drogas, secuestro y extorsión, siendo la más afectada la población estudiantil, principalmente de las escuelas vespertinas.
Por su parte el Presidente del Patronato de la Facultad de Contaduría Pública Carlos Humberto Cossío Escobar, ha mencionado que en este año el incremento de la inseguridad en la ciudad ya es alarmante, poniendo en riesgo la integridad física de los estudiantes.
Asegurando que los robos de vehículos, asaltos a negocios y transeúntes cada vez aumentan más. Sin embargo las autoridades locales no han garantizado seguridad alguna, y en cuanto a las corporaciones policíacas en muchas ocasiones se habla que no existe el personal suficiente o las unidades se encuentran descompuestas.
La situación ha llevado a distintas organizaciones civiles, tanto rurales como urbanas, a manifestarse para exigir vigilancia policíaca, pero principalmente que se demuestre que existe un verdadero control de confianza, ya que aseguran los robos a mano armada se perpetran en complicidad con las autoridades.
Al mismo tiempo, la ciudadanía ha asegurado que la anterior administración y la actual (PRI-PVEM), no han implementado ningún tipo de programa eficaz para garantizar la seguridad pública, poniendo en riesgo en forma constante la vida de los pobladores, que con frecuencia son afectados por bandas ‘cristaleros’ y asaltantes menores de edad en su mayoría.
“Quienes no recibimos dinero por solapar a las banditas de menores, también vigilamos a cambio de seguir en la chamba, quien no se calla tiene represalias y el despido es lo de menos, los robos por parte de infantes crece a diario en la frontera sur, en Tapachula principalmente y en sus alrededores, son los migrantes guatemaltecos que vienen a lo desconocido los principales reclutados, porque quieren dinero fácil y los vuelven adictos a las drogas, por eso fácilmente toman un arma”, asegura el elemento de seguridad pública.
Otros factores que se asegura ‘protegen’ a las bandas delincuenciales son la falta de alumbrado y las políticas públicas para desarticular a dichas bandas y brindarles protección a los menores que las integran, ya que también están siendo víctimas de explotación, violencia y abusos, aunque en ninguna presidencia se han promovido acciones para la protección de niños migrantes, quienes son ya parte del ‘paisaje’ cotidiano de la ciudad fronteriza, sin que cause ningún tipo de afectación en las autoridades.