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México en el nuevo tablero energético mundial

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Por más reactiva que pretenda ser la oposición en México, la verdad es que el panorama geopolítico y macroeconómico le está dando la razón a la política energética de Andrés Manuel López Obrador, la cual se ha sustentado en la defensa de la soberanía como un asunto de seguridad nacional.

De la noche a la mañana, la derecha en México se había convertido al Ambientalismo, proclamando que el petróleo estaba fuera del tablero y que la única apuesta debían ser las energías limpias (con negocios sucios de por medio).

Sin embargo, el conflicto en Ucrania llegó a desmentir esto, al impactar en el precio de los hidrocarburos a nivel mundial, de modo que hasta el imperio yanqui se tuvo que tragar sus rencores ideológicos contra Venezuela, abandonar esa puesta en escena del presidente imaginario Guaidó e ir a negociar con el mandatario constitucional Nicolás Maduro; todo esto, en busca de sustituir sus importaciones de petróleo ruso.

De pronto, ese petróleo que los opositores señalaban tan “obsoleto”, comenzaba a rebasar los 100 dólares por barril (y llegó a escalar hasta los 130). Resultó que el petróleo seguía siendo la joya de la corona en el mercado internacional, especialmente por la necesidad de transportar prácticamente cualquier producto (y muchísimos servicios) a donde sea que tengan que llegar.

De pronto, la construcción de la Refinería Dos Bocas no sonaba tan descabellada ni la compra de Deer Park era una locura. Ahora es más fácil entender, además, la postura de Rocío Nahle frente a las presiones de la OPEP, en plena pandemia, cuando la derecha insistió en que el precio del barril nunca se aliviaría.

Con el rescate de Pemex, se consiguió reducir las importaciones de combustible y generar un excedente, el cual hace posible subsidiar los precios para cuidar el bolsillo de la gente. Es decir, se evitó la medida clásica que hubiera aplicado cualquier neoliberal: el gasolinazo; o como diría Galeano: “socializar las pérdidas y privatizar las ganancias”.

De esta manera, no sería exagerado decir que el gobierno de la Cuarta Transformación estuvo construyendo esa suerte de escudo que ahora tiene blindados los precios de las gasolinas en México, manteniéndolas como unas de las más baratas en el mundo.

La imagen de ciudadanos estadounidenses cruzando la frontera para cargar gasolina en México, a unos días del 84 aniversario de la Expropiación Petrolera del General Lázaro Cárdenas, podría leerse como un guiño travieso de la Historia.

Es cierto que urge transitar a energías renovables, pero mientras las grandes potencias no lo permitan, ningún país de la periferia —o “del tercer mundo”, como les gusta llamarnos— podrá emprender a solas esa ruta sin ser pisoteado.

Basta entender la influencia de los grandes consorcios energéticos en diversos medios de comunicación a nivel mundial, e incluso en el Parlamento Europeo, para darse cuenta de los intereses que se están trastocando en las más altas esferas de la oligarquía internacional.

A Bolivia le hicieron un golpe de Estado por nacionalizar e intentar industrializar su litio. La Reforma Eléctrica de López Obrador trae desesperados a los cabilderos de Iberdrola y otras transnacionales. Y eso, solo por defender nuestras soberanías dentro del mismo tablero, piezas y reglas de los imperios… ni qué decir de su posible reacción ante un plan viable de transición energética, sin robadera ni simulaciones, que brote desde la periferia.

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