Radio Macondo
(24 de junio, 2014).- El fotógrafo Daniel González nos entrega una galería de retratos de mujeres desnudas en medio de inquietantes naturalezas.
“Enferma o con buena salud, suceda lo que suceda, poco importa. Mis oídos no oirán. Mis ojos no verán. Cuando la voz llama desde el interior al espíritu, en el trasfondo del ser, la lámpara de la fe arde firme y brillante incluso con el viento”, así es como habla la mística Lal Ded en sus poemas sobre el ser y el espíritu. En una sociedad completamente entregada al culto del cuerpo como es la nuestra, acostumbramos a olvidarnos de aquello que está dentro de él y que es tan importante cultivar con dedicación, tal y como hacemos con su carcasa. Nos referimos al alma, por supuesto. A ese interior de cada uno que a veces es más tormentoso, a veces más amable, y a veces más salvaje.
Tras las cantidad de artículos, posts y discusiones vertidas en Internet a propósito del cuerpo de la mujer y de las nuevas concepciones de la belleza, el joven fotógrafo Daniel González hace su incursión en la red para entregarnos otra serie de fotografías que podría parecer más de lo mismo, pero que sin embargo no se centra sólo en la proyección de cuerpos distintos, ni en la reivindicación de otras estéticas posibles. Lo que González nos muestra aquí es un conjunto natural, místico y hasta animal del alma de las mujeres. Retratos que son como collages. Como alucinaciones en las que incluso en ocasiones se cuela un cuerpo masculino.
Dice Daniel González que la desnudez pretende expresar la sensación de libertad que el espíritu femenino le transmite. Él empezó a hacer retratos de desnudos antes de cumplir 16 años, y desde entonces su catálogo ha crecido velozmente, y de una manera cada vez más mágica y refinada. Mujeres que son árboles. Pezones que son flores. Vientres que esconden ideas y que prometen futuro. E incluso sexos en blanco y negro perfilados con suavidad, que ya no son eróticos sino extraños y temidos por el espectador.
“Sólo el hombre libre de todo deseo no morirá jamás”, escribe Lal Ded. Y entonces las mujeres desnudas del joven González nos vuelven inmortales.