Cada año la capa de agua helada que flota sobre el océano Ártico y sus mares vecinos se derrite durante la primavera y el verano, reduciendo su extensión. Después, durante el otoño y el invierno ocurre el proceso contrario y se expande hacia el sur, alcanzando su máximo entre febrero y abril.
El pasado 24 de marzo la capa de hielo ártico alcanzó los 14,52 millones de kilómetros cuadrados, un nuevo récord de extensión mínima invernal, la más pequeña registrada desde que los satélites comenzaron a tomar datos de la zona en 1979. El año pasado el dato fue ligeramente superior, con 14,54 millones de kilómetros cuadrados.
Así lo han confirmado científicos del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve (NSIDC, por sus siglas en inglés) y de la NASA, que también han elaborado una animación donde se muestra la evolución del hielo ártico desde la extensión mínima del verano pasado hasta marzo de este año.
Los 13 máximos más pequeños en los registros por satélite han ocurrido en los últimos 13 años, y el nuevo mínimo histórico sigue a las temperaturas elevadas récord de los pasados diciembre, enero y febrero a escala global, incluido el Ártico.
“El calor atmosférico probablemente contribuyó a esta medida máxima más baja, con temperaturas de hasta 6 grados centígrados por encima de la media en los bordes de la bolsa de hielo marino, donde es más delgado”, dice Walt Meier, científico del hielo marino en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt (EE UU).
Los patrones de viento en el Ártico durante enero y febrero también fueron desfavorables para el crecimiento del hielo porque trajeron el aire caliente desde el sur y frenaron la expansión de la cobertura de hielo. “Pero lo que probablemente va a desempeñar un papel más importante en la evolución futura de la extensión máxima del Ártico es el calentamiento de las aguas oceánicas”, advierte Meier. “Seguramente vamos a seguir viendo máximos invernales más pequeños en el futuro, porque, además de un ambiente más cálido, el mar también se ha calentado, y esto no permitirá que el borde del hielo se amplíe hasta el sur como solía hacer”.
“Aunque el alcance máximo del hielo marino puede variar mucho cada año dependiendo de las condiciones climáticas del invierno, estamos viendo una tendencia descendente significativa, que en última instancia está relacionada con el calentamiento de la atmósfera y los océanos”, añade el investigador. Desde 1979, esa tendencia ha dado lugar a una pérdida de una capa de hielo marino en invierno de más de 1.605.700 kilómetros cuadrados, que es más del doble del tamaño de Texas, por ejemplo.
Pero este récord no significa necesariamente que en verano también haya otro de extensión mínima, apuntan los expertos de la NASA. Las condiciones meteorológicas veraniegas tienen mayor impacto en el resultado de la fusión estacional del hielo que la extensón del máximo invernal. Las temperaturas cálidas y las tormentas del verano hacen que el hielo se derrita rápidamente, pero si el verano es fresco, se ralentiza la fusión de la masa helada.
El hielo del Ártico desempeña un papel clave en el mantenimiento de la temperatura de todo el planeta. Su superficie blanca refleja una luz solar que de otra manera sería absorbida por el océano. Este efecto es más relevante en verano, cuando el sol luce sobre el artico, que en invierno, cuando durante meses no amanece en el Círculo Polar Ártico.