(23 de abril, 2014).- En la inauguración de la exposición de la VIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, cuatro destacados arquitectos debatieron sobre la importancia de una bienal de este tipo para esbozar una respuesta a una pregunta que se antoja compleja: ¿para qué sirve una bienal?
En un inicio, la ambigüedad viene desde la propia esencia de la arquitectura. Conocida como una de las siete Bellas Artes, la arquitectura lleva consigo la responsabilidad no sólo de ser estética sino de ser funcional. Una obra de arte, un libro, una escultura, una película, a pesar de que transmiten un mensaje, no llevan per se un carácter utilitario. La arquitectura no puede alejarse de ello: su deber es permitir y fomentar la habitabilidad.
En una mesa redonda en el Salón Panorama del Centro Cultural de España, el español Carlos Baztán y los mexicanos Tatiana Bilbao y Mauricio Rocha, moderados por Fernanda Canales, platicaron sobre la importancia de las bienales de arquitectura, un debate necesario en una época en la que la arquitectura suena a algo ajeno a los bolsillos de las clases bajas, y algo más cercano a las élites, a las revistas, a los premios y a los grandes nombres.
En la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo confluyen 22 países, en los que viven alrededor de 600 millones de habitantes, por lo que hablar de arquitectura es imperativo.
“El objetivo primordial de una bienal de arquitectura es abrir el diálogo con un público más diverso”, dijo Tatiana Bilbao, quien mostró gran interés en la participación de la sociedad en una bienal de arquitectura, como jueces del trabajo de los arquitectos. Reiteró que las bienales “se plantean como una reflexión sobre la arquitectura, en diversos espacios como, en este caso, Iberoamérica”.
El español Carlos Baztán continuó: “Me hice la misma pregunta: ¿por qué demonios existe esto?”. La vida lo llevó a trabajar en la administración pública, donde la arquitectura puede llegar a muchas más personas, contrario a los proyectos residenciales que practicamente todo arquitecto elabora y que suelen aprovecharse por un puñado de personas. Desde ahí supo que se puede hacer buena arquitectura incluso a gran escala, y con las debidas limitaciones que impone un gobierno.
Para Baztán, la Bienal Iberoamericana se presenta como una oportunidad para conocer lo que se hace en la región: “Se espera que cualquier arquitecto de estos 22 países pueda presentar su obra”, no obstante, los cuatro arquitectos coincidieron en que las bienales, en general, suelen ser un territorio neblinoso donde permea el amiguismo, el pago de favores y la autopromoción.
Mauricio Rocha pasó por las distintas etapas de una bienal, desde postular sus proyectos hasta participar como jurado. Ahí fue donde se dio cuenta de qué se calificaba, de cómo era la selección de proyectos: “No importaba la escala, sino el discurso de la obra”.
Un problema de las bienales es que, en muchos casos, las obras se califican desde fotografías. Una vez más, los cuatro arquitectos coincidieron en la importancia de vivir un espacio para poder dar una calificación adecuada. En los últimos años, la fotografía ha jugado un papel fundamental para la difusión arquitectónica, lo que en algunos casos ha llevado a que se abuse de esta herramienta. “Yo creo que la fotografía es maravillosa, pero estamos haciendo mal uso de ella”, aseguró Baztán.
El debate entre la importancia de la sociedad dentro de una bienal que propuso Tatiana Bilbao no llegó muy lejos. Al final de cuentas, parece no ser un espacio para encontrar soluciones particulares para la arquitectura. “Las bienales han permitido difundir la cultura arquitectónica”, dijo Mauricio Rocha.
La dificultad de encontrar un acuerdo radica, según Baztán, en un problema lógico de la arquitectura: el éxito de una obra no recae sólo en los hombros del arquitecto; durante el diseño y la ejecución del proyecto están involucradas varias decenas de personas, por lo que, en palabras del español, “¡una buena obra de arquitectura es casi un milagro!”.