Fotos: Javier Bonilla/ @JavoBonilla3_0
(13 de junio, 2015).- La Plaza de Santo Domingo ubicada en la calle de Brasil, entre República de Cuba y Belisario Domínguez es un lugar que ha pasado al olvido, sin embargo, a sus alrededores se han tejido historias llenas de contrastes que vale la pena conocer.
La explanada es considerada la segunda más importante de la Ciudad después del Zócalo y no es para menos; su importancia era religiosa, económica, social y política. Además, el trazo actual es muy similar al de la época del virreinato, incluso se dice que desde épocas prehispánicas ha existido el espacio abierto que hasta hoy se conserva.
El templo de Santo Domingo a cargo de la orden de los dominicos, se erige imponentemente al fondo. Su belleza es inusual; es una extraña mezcla de arte barroco y neoclásico, la enorme cúpula que nos confronta con la majestuosidad del espacio, las más de diez capillas ahí alojadas y el poder sumergirse de pronto en un silencio profundo que nos envuelve en una especie de tranquilidad y templanza, provocan querer quedarse un largo tiempo.
Hay una capilla excepcional: la del Señor del rebozo y es que por lo que cuentan, una monja dominica en su lecho de muerte, tras rezos y súplicas, fue visitada por Jesucristo quien le consoló. Al día siguiente, en el templo apareció la figura del Cristo con el rebozo de la monja ya fenecida y es por ello que los creyentes, ofrendan rebozos. Esta capilla es especialmente colorida.
Como siempre, existen contrastes desconcertantes; la orden religiosa de los dominicos también fue quien estuvo a cargo del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición instaurado por los reyes católicos al final del siglo XV. El Palacio de la Escuela de Medicina, como ahora lo conocemos, fue construido por Pedro de Arrieta (quien también construyó la Basílica de Guadalupe) para ser la sede de la Inquisición en 1736 y tuvo ese uso hasta 1820 cuando la temible institución fue disuelta. Después de varios usos, en 1854, varios médicos adquirieron éste edificio convirtiéndolo en la Escuela de Medicina. Con la creación de Ciudad Universitaria, la escuela mudó hacia el sur de la Ciudad. Uno de sus alumnos fue el también poeta Manuel Acuña, quien dentro de alguna de sus habitaciones se dio muerte por el amor no correspondido de Rosario, a quien dedica sus versos más famosos.
Fue en 1980 cuando este bellísimo recinto comenzó a funcionar como museo. Actualmente alberga alrededor de diez salas, entre ellas las de herbolaria, histología, medicina prehispánica, una botica del siglo XIX, embriología, etcétera. Además, existen exposiciones de carácter artístico en sus patios. El acceso es gratuito, sólo hay que presentar una credencial.
Lo siniestro y deplorable de la época inquisitiva, contrasta con la belleza sin igual del palacio; su arquitectura se pensó tomando en cuenta la plaza, es por ello que en las esquinas no existen columnas, lo que permite tener una vista directa. Otra audacia arquitectónica muy afortunada es la construcción del frente, pues a diferencia de todas las calles del primer cuadro de la Ciudad, es achatado, de manera que crea un efecto de protagonismo e imponencia.
Frente al palacio, está el portal de los evangelistas, fue nombrado así porque desde la época virreinal, escribanos se dedicaban a elaborar cartas; era muy común que la gente que no sabía escribir, encargara cartas de amor las mismas que, dicen, conseguían conquistar a la persona pretendida llegando hasta el matrimonio. De eso no queda mucho, ahora los escribanos se dedican más bien a elaborar oficios. No hay que olvidarnos de los cientos de negocios de imprentas que aún funcionan y dónde es común ir a encargar las invitaciones para los quince años, el bautizo, la boda y otros significativos eventos.
Sentada eternamente, la Corregidora hecha estatua, mira desde su fuente hacia la antigua Aduana, hoy edificio perteneciente a la Secretaria de Educación Pública, donde en tiempos virreinales se pagaba los tributos para la Corona Española, también pasaban por ahí lo que llegaba de otros lugares, en la ahora calle de Perú pasaba una acequia, lo que permitía transportar la mercancía .
Otra mujer importantísima para la Independencia de México, también figura en la historia de los alrededores de la Plaza de Santo Domingo; tras el Palacio de Medicina se encuentra la que fuera la casa de Leona Vicario, actualmente es sede de las oficinas de la Coordinación Nacional de Literatura del INBA.
Hablando de mujeres trascendentales en la historia de México (aunque ésta de la época de la conquista) también, presuntamente, tuvo aquí su residencia la Malinche, donde vivió con Juan Jaramillo. Se narra que pudo ser en esta casa donde murió trágicamente, de eso no hay certezas.
Son muchas las historias, las leyendas y los hechos reales que surgieron en este espacio, es de esos lugares llenos de historia que son poco valorados, subestimados. Francamente, estamos habituados a relacionar la Plaza de Santo Domingo como el lugar donde se falsifican todo tipo de documentos oficiales; es un secreto a voces que sería demasiado deshonesto ocultar, sin embargo, la riqueza histórica y cultural de la plaza y sus edificios aledaños, supera por mucho esta mala fama. Y si se quiere conocer la Ciudad, lugares como éste no pueden pasar ignorados, más siendo un lugar de contrastes tan marcados; desde el lugar donde se elaboraron miles de cartas de amor, hasta ser el testigo de la tortura y encarcelamiento de los “herejes”, pasando por alojar la sede de la exposición y difusión de la ciencia médica, y el culto fervoroso por figuras milagrosas en el templo, donde estuvo la casa de quien colaboró con la conquista española y en la otra esquina, la de una heroína de la independencia. Es una muestra de la realidad, o si se quiere, surrealidad, que todos los días vivimos y gozamos en una ciudad como la nuestra.