Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam
(04 de septiembre, 2013).- En las últimas décadas el ejercicio de la política ha visto modificados sus tiempos, ritmos y lógicas en la medida que los medios de comunicación masiva, en especial la televisión, se han convertido en el canal “natural” a través del cual los gobernantes comunican a sus gobernados sus proyectos, logros, reformas, etcétera. Gestionar y comunicar son hoy por hoy dos de las funciones principales de los políticos, quienes a ciertos niveles se convierten en “comunicadores” y líderes de opinión una vez asumidos sus cargos. Es el caso de Enrique Peña Nieto, quien envió al Congreso su Primer Informe de Gobierno y que el lunes 2 de septiembre dirigiera un mensaje a la nación con motivo de éste.
Inevitablemente, la conjunción Medios-política ha hecho de ésta última un espectáculo cuyas formas trascienden los rituales de la política tradicional mexicana para sumarles las estrategias comunicativas del más grande consorcio mediático, la televisión. Así, la iluminación, las cámaras que permitieron todo tipo de enfoques, trascendiendo la rigidez de un solo encuadre, la distribución de los lugares para las personas invitadas, los colores de los muros, los micrófonos, el teleprompter colocado fuera de la vista de la audiencia televisiva, así como el escenario, que en esta ocasión se distinguió por unas grandes barras rojas (¿naranjas?) y blancas situadas al fondo y a ambos lados de la bandera, el escudo nacional y el mismo EPN, imprimieron al evento la efectividad técnica y el dramatismo necesario para mover la emoción de quienes decidieron verlo y escucharlo.
El poder adquirido por los medios de comunicación y la convicción de que en sociedades complejas, que se dicen democráticas, los políticos no pueden “comunicar” sin el concurso de éstos, permiten parafrasear a Carlos Hank González, quien afirmaba que “un político pobre era un pobre político” para sostener que “un político sin los medios de comunicación es un pobre político” o como diría Fidel Velázquez “el que se mueve no sale en la foto”, perdón, en la “tele”.
Por supuesto que aparecer en la llamada “caja chica” no lo es todo, por lo que las muy escogidas frases que acompañaron los datos duros cerraron la pinza ideológica encaminada a hacer pensar a la población que el país va por buen camino y con rumbo a un futuro de ensueño, vayan aquí algunas de ellas:
“Es el momento de emprender grandes cambios en favor del país. Tenemos todo para ser una nación próspera, con mejores condiciones de vida para cada familia mexicana. Tenemos una economía estable, competitiva y abierta al mundo que debe reflejarse en el bolsillo de todos los mexicanos”.
“Tenemos una democracia madura que debe permitirnos alcanzar acuerdos”. Habrá que reconocer que eso de la economía estable aún es cierto, aunque en efecto no se ha traducido en los últimos sexenios en mejor nivel de vida para la población en general. Pero eso de la democracia madura sí que llama a reflexión después de dos procesos electorales, 2006 y 2012, cuestionados precisamente por la falta de consolidación de una democracia que permita asegurar que quien llega al poder es el elegido por la ciudadanía.
“Pero lo más valioso que tiene nuestro país es su gente, mujeres y hombres de trabajo, que todos los días hacen grandes esfuerzos para forjarse un mejor futuro. Como presidente de México reconozco su tenacidad y me sumo a la lucha de todos los mexicanos”. Frase rimbombante que no se refleja en los hechos cuando justo “Juan pueblo” no estaba entre los invitados a la residencia oficial, a la que sí acudieron los presidentes de la Cámara de Diputados, Ricardo Anaya, y del Senado, Raúl Cervantes, el de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Silva Meza, y los secretarios de Estado, así como priístas de vieja cepa, panistas como Diego Fernández de Cevallos, el rector de la UNAM, José Narro Robles, publicistas como Carlos Alazraki, miembros del PVEM y el PANAL, gobernadores, etcétera. Los que sí no aparecieron fueron los maestros de la CNTE, los miembros del SME, las amas de casa, las madres y padres de hijos desaparecidos o muertos, las personas desempleadas o con bajos salarios, las y los pobres y todo aquel cuya característica definitoria es no pertenecer ni a las élites políticas ni a las económicas.
“Juntos podemos romper las ataduras que nos han impedido avanzar a la velocidad que lo han hecho ya otras naciones. Confiemos en nuestro potencial, seamos audaces y atrevámonos a dar un gran salto en nuestro desarrollo. Nadie conquistará la cumbre por nosotros, nosotros somos quienes tenemos que recorrer el camino hasta la cima colaborando en equipo y con la camiseta de México bien puesta”. Por lo visto quien escribió el discurso se asesoró con algún “motivador” de ésos que tratan de convencer a la gente de sacar su potencial oculto en lo más hondo de su ser, sin importar las condiciones estructurales que les impiden llegar más alto y “romper las ataduras” que el mismo sistema impone desde arriba, desde quien gobierna, para que eso no suceda. ¡Vaya paradoja!
“La gran transformación de México sí es posible y, debo decirlo con todas sus letras, está en marcha. Hemos tomado decisiones trascendentes con reformas concretas para mejorar la educación, para combatir los monopolios”. Aquí sí la confusión fue mayor. ¿Cuáles monopolios? Hasta ahora no se ha combatido ningún monopolio privado, sólo se ataca a los públicos como el representado por PEMEX. ¿O acaso veremos pronto la fragmentación y el debilitamiento de Televisa, Telmex y otros grandes consorcios?
“Para que México crezca con fuerza tenemos que impulsar las reformas y los cambios pendientes. En lo inmediato los mexicanos debemos respaldar al Congreso para hacer realidad en la parte que ya se ha avanzado la Ley del Servicio Profesional Docente y la Reforma Financiera […] y las reformas energética y hacendaria”. Esta convocatoria recordó a quien escribe a Pierre Bourdieu, quien sostuvo que las personas toman participación activa y sin saberlo en la reproducción de su propia dominación.
“Tenemos 120 días […] para escribir una historia de valor, esfuerzo y éxito. Es hora de creer, juntos hagamos historia”. Bueno, llegado a este momento de glorioso remate, la lágrima de muchos amenazaba con desbordarse.
Pero no todo fueron buenas nuevas, logros magnificados, grandes proyectos ni frases optimistas; hubo, entre otras cosas, una estrategia discursiva para restar legitimidad a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y los miles y miles de maestros movilizados en la ciudad de México y en algunos estados del país, negando una de sus principales demandas, al afirmar que en el país existe “paz laboral”, pasando por alto, además, los derechos laborales perdidos en los últimos años. Hubo también mensajes a ciertos sujetos sociales como los grupos de autodefensa, en cuanto a que no se permitirá tomar justicia por propia mano.
Es poco el espacio para comentar el mensaje en su conjunto por lo que sólo se tomaron aquí algunas ideas. Cierra esta colaboración haciendo notar la existencia de dos realidades, la que se vive dentro del búnker en el que a partir de Calderón transcurren los mensajes presidenciales, caracterizada por el optimismo, los avances, los banquetes, los invitados de lujo, etcétera; y la realidad de la calle y la vida cotidiana que contradice día con día los logros de la estabilidad económica y la apertura comercial, de la democracia consolidada, de la “paz laboral”, de la identificación del gobernante con sus gobernados y su preocupación por impulsar proyectos que de verdad les permitan alcanzar mejores niveles de bienestar. Fuera del búnker, las manifestaciones públicas, las marchas, los reclamos, el riesgo de desbordamiento y represión son el pan de cada día.