Por: Valentina Pérez
@vpbotero3_0
La espuma: es, para muchos, deseable en textura y en apariencia, pero es, en realidad, la sintomatología clara del agua contaminada. Greenpeace publicó a finales del año pasado un estudio sobre la polución de empresas textileras en México y encontró graves contaminantes en San Juan del Río y Aguascalientes, pero a la organización ambientalista se le adelantó 22 años en diagnostico y acción el texcocano Sergio Trueba Castillo.
La visión equivocada de qué es ser biodegradable –bio: la intervención de microorganismos como hongos y bacterias; degradable: la reducción a sus componentes básicos; biodegradable: la capacidad de reintegrarse a la naturaleza– está mal entendida y es empleada sin rigor en etiquetas publicitarias.
El problema de la contaminación en ríos y mares, la presencia de la espuma –que evita la oxigenación y no deja pasar el sol- así como de tóxicos, ancla su responsabilidad tanto en las industrias textileras, de las que habla Greenpeace, como en los hábitos cotidianos de las personas y los productos que se consumen.
Potencialmente todo es biodegradable, pero necesita las condiciones necesarias de: humedad, microorganismos, temperatura, entre otros, para que la descomposición suceda y la hoja, el detergente, la ropa, pueda ser reabsorbida por el medio ambiente. Si las condiciones no son las óptimas o si la cantidad de material a reducir rebasa la capacidad del ambiente para procesarla, se produce el panorama cotidiano de muchas ciudades: excedente de basura.
El calificativo ‘biodegradable’ no alude en ningún momento al tipo de degradación que tiene –¿produce algún tóxico en el proceso?– ni contempla el tiempo que tardan las cosas en desaparecer. Es por esto que las bolsas de plástico, las redes, la mayoría de detergentes comerciales, aunque se degradan pueden tardar de 20 a 450 años o incluso siglos en ser reabsorbidos por el medio ambiento, entonces ¿Qué sucede mientras aún persisten en calidad de tóxicos y contaminantes en el ambiente?
¿Debería, entonces, un producto ser llamado biodegradable por la característica inherente de serlo o porque se consume y se desecha en lugares donde efectivamente se degradará sin contaminar?
La falta de una regulación clara en el etiquetado de detergentes en México, como sucede también en el caso de los transgénicos, permite que productos que no cumplen con estas disposiciones se hagan pasar como tal y contribuyan a contaminar de manera el agua.
Aunque sí existen a nivel mundial productos limpiadores biodegradables, el panorama de investigación y producción en América Latina es más reducido y poco competitivo en precio con los productos tradicionales de aseo. En México, por ejemplo, El ingeniero Sergio Trueba creó NOCON, una empresa que desarrolla productos de limpieza, cuidado personal e insumos de agricultura 100% biodegradables certificados, con tecnología mexicana y elaborados a 40 minutos del Distrito Federal de México, a partir de su experiencia como empleado de la industria textil.
Los productos NOCON tienen una tiempo máximo de degradación de 12 días y la empresa está basada en las premisas del crecimiento verde y se pueden encontrar en tiendas ecológicas en la capital y en tianguis orgánicos como el Mercado el 100.