Existe una antigua, pero nada desgastada fórmula usada por los gobiernos tiranos mexicanos, que se relaciona con la creación de dependencia sobre la base de las dádivas que se dan a las personas de menores recursos, no para ayudarlos a mejorar su condición (porque realmente son miserias condicionadas), sino para la manipulación de esta parte de la población.
La fórmula es simple, se identifica a los sectores necesitados de algún programa social, luego se le brinda la ‘ayuda’, casi mínima y solamente a algunos cuantos, lo cual genera dependencia y esperanza que alguien más pueda acceder a una ‘dádiva’, como si se tratara de un ‘sorteo’, en los que pocos tienen suerte, dentro o fuera del padrón de ‘beneficiarios’ se genera temor a que les quiten lo que ya creen seguro, o que no se los den cuando ya casi están a punto de ser receptores de lo otorgado, llegado este punto el programa social es el arma para que apoyen incondicionalmente lo que el gobierno pida, así se asegura la sumisión, con esta mezcla de clientelismo.
Siendo el partido que ha ostentado por más de 80 años el poder en este país, es el PRI quien inventó y ha repetido arduamente el uso de los programas sociales para beneficiar intereses políticos y particulares. En días pasados, la organización civil Gestión Social y Cooperación (Gesoc) dio a conocer que 85 % de los programas sociales que aplica actualmente el gobierno federal y que representan 55.6 % del gasto público de 2015 no resuelven el problema de pobreza y desigualdad para los cuales fueron creados.
Los principales fueron la educación, empleo, salud, pobreza y seguridad, precisamente aquellos que afectan directamente a la población más desprotegida, a los más de 50 millones de pobres del país, aquellos a quienes los partidos de derecha usan para lucrar con sus desavenencias y es precisamente ese lucro político el principal motivo por el cual desde su nacimiento los programas sociales han estado condenados al fracaso.
En este país la manipulación vía programas sociales es la nueva esclavitud del necesitado. Estos mecanismos gubernamentales (los nuevos y los anteriores), nacieron decadentes y corruptos, evidentemente nunca funcionarán, porque su propósito no ha sido el de generar beneficios y progreso para la población vulnerable, sino para quienes los controlan.
Es así como las élites oligárquicas se reparten el poder político y capitalista para controlar las reglas del juego económico, socavando la democracia y creando un país en el que la riqueza logra aumentar, gracias al negocio de la desigualdad, disfrazada de ‘acciones federales’, cuando son solamente lacras crecientes que están creando un círculo vicioso en el que la riqueza y el poder están cada vez más concentrados en manos de unos pocos, haciendo que el resto tenga que pelear por las pocas migajas sobrantes, que dependiendo de las necesidades del gobierno, se usan disfrazadas de un nuevo ‘programa social’.
La realidad es que hoy vivimos en un país donde sólo las personas más ricas y sus hijos se benefician de los tipos impositivos más bajos, la mejor educación, la mejor atención médica, los mejores empleos y claramente la posibilidad del tráfico de influencias para obtener cuando requieran.
Así este gobierno, con distintos reproches sobre su inminente fracaso, sigue sin querer abordar la desigualdad que genera la pobreza, mientras mantiene los privilegios para unos y desventajas para otros.