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¿Puede un ordenador decirnos cuándo moriremos?

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Parece que, en plena era del Big Data, cualquier predicción es posible, incluso la que nos permite conocer con precisión el tiempo que nos queda de vida. Siempre y cuando, claro, seamos capaces de «alimentar» a las máquinas con los datos y los algoritmos adecuados.

Y eso es, precisamente, lo que acaba de hacer un equipo de médicos y expertos en computación de la Universidad británica de East Anglia, que han puesto en marcha un nuevo proyecto para predecir cuánto tiempo le queda de vida a las personas. Para conseguirlo, los investigadores han echado mano del Big Data, y en especial de la forma en que varias enfermedades crónicas (y sus traatamientos), pueden llegar a afectar a nuestra longevidad.

Los científicos saben muy bien que muchos, quizá la mayoría, preferirían no saber de antemano el tiempo que les queda. Pero a pesar de ello, insisten en que su trabajo traerá numerosos beneficios prácticos, financieros y médicos, como ayudar a las personas a que planifiquen mejor su existencia y decidan, con más y mejores elementos de juicio, cuál es, por ejemplo, el mejor momento para jubilarse. O para que sepan cómo está afectando el tratamiento que siguen a su longevidad.

Grandes volúmenes de datos

El proyecto, de cuatro años de duración y un presupuesto de algo más de un millón de euros, está dirigido por Elena Kulinskaya, de la Escuela de Ciencias de la Computación de la Universidad East Anglia. Para la científica, «En todo el mundo, la gente vive cada vez más tiempo. Queremos desarrollar herramientas de software que utilicen de forma rutinaria los grandes volúmenes de datos que recogen los profesionales de la salud, y elaborar con ellos un pronóstico de la longevidad».

Según Kulinskaya, «cuando hablamos de Big Data, lo que queremos decir es que se trata de manejar un enorme número de datos que son complejos y difíciles de analizar. Queremos ser capaces de utilizarlos para ver las tendencias estadísticas de la esperanza de vida, basadas en datos reales de la población recogidos a gran escala y a largo plazo. Pretendemos identificar y cuantificar los factores clave que afectan a la mortalidad y a la longevidad, como el estilo de vida que elige cada uno, sus condiciones médicas o las intervenciones y tratamientos a los que está sometido».

La investigadora afirma que «estamos particularmente interesados en comprender cómo varias enfermedades crónicas y sus respectivos tratamientos impactan en nuestras expectativas de vida». Por eso, el trabajo se llevará a cabo en estrecha colaboración con una serie de científicos de la salud de la Escuela Médica de Norwich, que marcarán muchas de las pautas del proyecto. De esta forma, el equipo de investigadores pretende desarrollar nuevos métodos estadísticos capaces de predecir la mortalidad, descubrir sus tendencias y definir, para cada caso, las expectativas de vida de los pacientes.

Planificar la jubilación

De este conocimiento del tiempo que nos queda de vida, insisten los autores del estudio, se derivan múltiples beneficios. Para Elena Kulinskaya, «las contribuciones para las pensiones han sido liberadas recientemente (en el Reino Unido), de forma que ahora la gente puede retirar el importe total de sus pensiones y utilizarlo como desee. Pero para ser capaces de planificar la jubilación, y para saber cuánto se puede gastar, es bueno tener una idea del tiempo que a uno le queda de vida. Y ello a pesar de que nuestras estimaciones solo afectarán al promedio, no a nivel individual».

«Y eso es exactamente -prosigue Kukinskaya- lo que estamos intentando hacer con una serie de enfermedades crónicas. También queremos ser capaces de estimar cómo una serie de medicamentos de uso común, como las estatinas, están afectando a la longevidad. Además de resultar útil para que las personas planifiquen su jubilación, el trabajo también es importante para las instituciones médicas, que podrán decidir mejor si es oportuno, y cuándo, prescribir a sus pacientes determinados fármacos. Por supuesto, el estudio también será útil para que las autoridades sanitarias planifiquen mejor sus recursos, y para que las aseguradoras decidan las cuantías de los fondos de pensiones que se pueden contratar».

Parece que, en plena era del Big Data, cualquier predicción es posible, incluso la que nos permite conocer con precisión el tiempo que nos queda de vida. Siempre y cuando, claro, seamos capaces de «alimentar» a las máquinas con los datos y los algoritmos adecuados.

Y eso es, precisamente, lo que acaba de hacer un equipo de médicos y expertos en computación de la Universidad británica de East Anglia, que han puesto en marcha un nuevo proyecto para predecir cuánto tiempo le queda de vida a las personas. Para conseguirlo, los investigadores han echado mano del Big Data, y en especial de la forma en que varias enfermedades crónicas (y sus traatamientos), pueden llegar a afectar a nuestra longevidad.

Los científicos saben muy bien que muchos, quizá la mayoría, preferirían no saber de antemano el tiempo que les queda. Pero a pesar de ello, insisten en que su trabajo traerá numerosos beneficios prácticos, financieros y médicos, como ayudar a las personas a que planifiquen mejor su existencia y decidan, con más y mejores elementos de juicio, cuál es, por ejemplo, el mejor momento para jubilarse. O para que sepan cómo está afectando el tratamiento que siguen a su longevidad.

Grandes volúmenes de datos

El proyecto, de cuatro años de duración y un presupuesto de algo más de un millón de euros, está dirigido por Elena Kulinskaya, de la Escuela de Ciencias de la Computación de la Universidad East Anglia. Para la científica, «En todo el mundo, la gente vive cada vez más tiempo. Queremos desarrollar herramientas de software que utilicen de forma rutinaria los grandes volúmenes de datos que recogen los profesionales de la salud, y elaborar con ellos un pronóstico de la longevidad».

Según Kulinskaya, «cuando hablamos de Big Data, lo que queremos decir es que se trata de manejar un enorme número de datos que son complejos y difíciles de analizar. Queremos ser capaces de utilizarlos para ver las tendencias estadísticas de la esperanza de vida, basadas en datos reales de la población recogidos a gran escala y a largo plazo. Pretendemosidentificar y cuantificar los factores clave que afectan a la mortalidad y a la longevidad, como el estilo de vida que elige cada uno, sus condiciones médicas o las intervenciones y tratamientos a los que está sometido».

La investigadora afirma que «estamos particularmente interesados encomprender cómo varias enfermedades crónicas y sus respectivos tratamientos impactan en nuestras expectativas de vida». Por eso, el trabajo se llevará a cabo en estrecha colaboración con una serie de científicos de la salud de la Escuela Médica de Norwich, que marcarán muchas de las pautas del proyecto. De esta forma, el equipo de investigadores pretende desarrollar nuevos métodos estadísticos capaces de predecir la mortalidad, descubrir sus tendencias y definir, para cada caso, las expectativas de vida de los pacientes.

Planificar la jubilación

De este conocimiento del tiempo que nos queda de vida, insisten los autores del estudio, se derivan múltiples beneficios. Para Elena Kulinskaya, «las contribuciones para las pensiones han sido liberadas recientemente (en el Reino Unido), de forma que ahora la gente puede retirar el importe total de sus pensiones y utilizarlo como desee. Pero para ser capaces de planificar la jubilación, y para saber cuánto se puede gastar, es bueno tener una idea del tiempo que a uno le queda de vida. Y ello a pesar de que nuestras estimaciones solo afectarán al promedio, no a nivel individual».

«Y eso es exactamente -prosigue Kukinskaya- lo que estamos intentando hacer con una serie de enfermedades crónicas. También queremos ser capaces de estimar cómo una serie de medicamentos de uso común, como las estatinas, están afectando a la longevidad. Además de resultar útil para que las personas planifiquen su jubilación, el trabajo también es importante para las instituciones médicas, que podrán decidir mejor si es oportuno, y cuándo, prescribir a sus pacientes determinados fármacos. Por supuesto, el estudio también será útil para que las autoridades sanitarias planifiquen mejor sus recursos, y para que las aseguradoras decidan las cuantías de los fondos de pensiones que se pueden contratar».

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