Culturalmente, el machismo internalizado por siglos, ha dictado los roles de género. Así, se ha determinado lo que es socialmente correcto para una mujer y para un hombre. Pero, ¿qué tan correcto es seguir esto al pie de la letra?
Es, a través del machismo que también se han dictado las “expectativas sexuales” según el género. Estas expectativas son particularmente duras para los hombres. De alguna manera, al ser a los únicos a quienes se les permite “vivir una sexualidad” también funciona como una demanda.
Un paciente desecho llega a consulta. Lágrimas en sus ojos y sus manos temblando. Su voz, también temblaba. Con mucha dificultad logra decirme: Tengo un problema de eyaculación precoz o de disfunción eréctil, ya ni sé. Noté de inmediato que este “problema sexual”, para empezar no era claro, y era algo que le dolía mucho. Era evidente la inseguridad y angustia. Este problema, me tiene muy mal —me explicaba—. No quiero ni siquiera invitar a salir a nadie porque de existir la posibilidad de tener relaciones sexuales, me pongo peor.
Indago con él y revisó de manera general la situación. Su duración estaba por arriba del promedio. (El promedio de duración en penetración a la eyaculación es de 5 a 7 minutos). Sus erecciones eran normales. Podía tenerlas, podía masturbarse sin problema. No perdía la erección ni tardaba mucho en alcanzarla. Aunque ahora, ya batallaba en “empezar” porque no podía dejar de pensar en “algo”. El problema es que la última vez que estuve con una mujer, después de cortar con mi ex, batallé mucho para lograr la erección y creo que si me vine rápido —aclara él—. Desde entonces, ya no quiero ni intentar y hasta se me han quitado las ganas de masturbarme, en general, no tengo muchas ganas ya porque me pone muy nervioso la idea.
LA HISTORIA DETRÁS DEL PROBLEMA
El paciente me explica que su ex-novia hace tiempo le había dicho que ella siempre “quería una segunda relación sexual y que él nunca podía”. Ella le explicó “que todas sus parejas previas podían tener varias relaciones sexuales con eyaculación seguidas”, concluyendo que él tenía un problema.
Mi paciente, como muchos, comenzaba a tener una disfunción sexual al sentirse cuestionado en su desempeño sexual. Su ex, muy probablemente sin quererlo, destruyó su masculinidad. Ella, con sus comentarios, sus ideas y su desconocimiento, le hizo entender que él, no cumplía con los requisitos de masculinidad. Ella, le coartó su identidad, por lo tanto su seguridad y su autoestima.
Al final “su problema sexual”, no era sexual. Era un problema de masculinidad. Él, de alguna manera (con mucha ayuda de su ex), ya no se sentía “hombre suficiente” para “satisfacer a una mujer”. Esto le generaba mucha vergüenza y dolor. Le generaba una inseguridad tan grande que terminó por disminuir su deseo sexual.
LO HIZO TAN INSEGURO QUE SE SENTÍA INDIGNO DE UNA MUJER, INDIGNO DE UNA PAREJA Y DEVALUADO.
Él, como casi todos los hombres, era incapaz de cumplir la demanda sexual. Una exigencia de desempeño que ni siquiera corresponde a la respuesta sexual biológica. Hay una obligación de que su cuerpo responda a una sociedad que le exige:
- Siempre tener deseo sexual
- Tener un pene grande
- Durar mucho tiempo antes de eyacular
- Eyacular varias veces seguidas
- Provocar orgasmos a la mujer
Todas estas expectativas, además de ser heteronormativas, están basadas en mitos y en desinformación. Ninguna de estas expectativas es real. Todas tienen evidencia científica para explicar por qué es biológicamente imposible cumplir las expectativas sexuales masculinas. Lo doloroso y triste es que seguimos pensando que esto es real. Que solo así un hombre es un hombre real.
SE HAN VUELTO TAN RÍGIDO EL ROL DE GÉNERO Y EL ROL SEXUAL QUE SE HAN PASADO A CONVERTIRSE EN DEMANDAS.
Exigencias imposibles de cumplir. La masculinidad implica una exigencia de desempeño sexual para que un hombre se pueda definir como tal. Los mismos hombres son víctimas del las expectativas de género.
Éste es el sistema ideológico machista. El machismo cultural que les exige validarse sexualmente como hombres. Ideología que hace pensar que para ser hombres tendrían que tener cuerpos y emociones inhumanas.
En definitiva, tenemos que trabajar socialmente en redefinar y flexibilizar los roles de género y las expectativas sexuales. Debemos plantearnos la re-educación del género. Éste, solo es un ejemplo más de cómo el machismo, la rigidez de roles de género y sexuales y el sexismo, en general, terminan por lastimarnos. Esta es la propuesta del feminismo: entendamos que hombres y mujeres, antes somos personas.