Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam
Las últimas tensiones que en el contexto del Pacto por México han provocado las evidencias de compra de votos por parte del PRI, en algunos de los catorce estados en los que habrá elecciones el 7 de julio de este año, llevan a cuestionar el papel que cada uno de los tres más importantes partidos desempeña en dicho acuerdo y a preguntarse ¿por qué si el PRI continua con sus viejas prácticas electorales, mismas que perjudican directamente a los otros firmantes, PAN y PRD, éstos siguen avalando el pacto?
La primera respuesta que se antoja a estas preguntas y en la que estarían de acuerdo los tres partidos es que, muy por encima de sus diferencias ideológicas, políticas, programáticas y electorales, está el interés general de la Nación. Idea romántica de fácil venta y adquisición en el mercado de la política. Lástima que no todo mundo esté dispuesto a comprarla. Nunca falta una persona escéptica que la eche a perder. Ésta es la misión de este artículo para lo cual se proponen una serie de explicaciones mismas que, por obvias que parezcan, no pierden su importancia para entender todo lo que se juega tras el pacto.
Comenzar por el PRI es obligado, toda vez que, hoy por hoy, es la mayor fuerza política del país. Se puede sostener que la firma del pacto brinda a este partido la oportunidad de sentar en una misma mesa a sus dos grandes opositores políticos, PAN y PRD, para consensar en torno a los que deben ser considerados como los problemas más apremiantes del país y negociar las estrategias para su solución, y así responder a la demanda ciudadana, hecha al menos durante los dos sexenios panistas, de que la clase política se pusiera de acuerdo para gobernar en favor del país y no de sus intereses sectarios.
En cuanto al PAN, su clara debilidad, al pasar de primera a tercera fuerza política después de las elecciones que tuvieron lugar en el año 2012, parece una razón suficiente para buscar en el acuerdo la fuerza que no le dieron los votantes. El PRD, por su parte, aunque pasó de tercera a segunda fuerza, también enfrenta, junto con el PAN, la pérdida de influencia y poder real al ver disminuido el número de personas bajo su gobierno a lo largo del territorio nacional, por lo que pertenecer al pacto le da mayor posibilidad de incidir en la política nacional. Por otro lado, al igual que al PRI, este pacto les permite informar a la ciudadanía su voluntad por conciliar un proyecto de carácter nacional. Hasta aquí parecen evidentes los motivos que llevaron a estos partidos a unirse en el Pacto por México. Sin embargo, en política lo que parece no siempre es.
Hay que buscar más profundo para comprender a cabalidad las razones que llevaron ya no a estos tres partidos sino a sus dirigencias a firmar el Pacto por México. En el caso del PRI, al menos es posible apuntar dos razones más; primero, dicha firma es un punto a favor en la construcción de la legitimidad de ejercicio, una vez que el caso Monex, las tarjetas Soriana y la innegable compra de votos le impidieron a Enrique Peña Nieto llegar a la presidencia con legitimidad de origen; segundo, las negociaciones cupulares con los otros dos partidos le brindan una posibilidad mayor para que las reformas estructurales que necesita para hacer realidad su proyecto de gobierno sean aprobadas a un costo político menor.
Pero, si la ganancia para el PRI es mayor que la que pueden obtener PAN y PRD ¿Qué mantiene a sus dirigentes unidos al pacto?
En una primera instancia se puede afirmar que a Gustavo Madero le permitió reposicionarse al interior del PAN y hacer frente a la corriente calderonista, representada por Ernesto Cordero, Ernesto Ruffo Appel, María Luisa Calderón y otros que, en teoría, buscan obstaculizar al gobierno de Peña, como el PRI lo hizo con el gobierno de Calderón. Sin embargo, aún la explicación se queda corta, más allá de las diferencias surgidas al interior del PAN entre personajes connotados, como los aquí mencionados, se puede observar el enfrentamiento entre dos corrientes: una ideológica que pretende volver a los orígenes del partido y retomar los valores que por décadas lo caracterizaron como oposición responsable, ética y moral; y otra más pragmática que ve en la negociación de todo tipo una oportunidad para lograr beneficios personales y de grupo, lo que aún no está muy claro es a cuál pertenece cada quién.
Por su parte, Jesús Zambrano, ante la esperada desbandada que provocaría la salida de Andrés Manuel López Obrador y su promesa de fundar un nuevo partido de izquierda, vio en el Pacto también la oportunidad de fortalecerse antes de enfrentar la competencia que supondrá MORENA en próximos comicios. Pero de nuevo, ¿Qué hay más abajo de esta supuesta estrategia político-electoral?
Al igual que al interior del PAN, en el PRD se han enfrentado dos posturas encontradas: una ideológica, representada fundamentalmente por AMLO y que se negó en todo momento a negociar con quienes considera representan un proyecto de nación contrario al que la izquierda debería defender; la otra, la pragmática, más proclive a ceder ante las exigencias de sus adversarios políticos a cambio de posiciones privilegiadas. La salida de AMLO del PRD dejó a éste en libertad para llevar a buen puerto su naturaleza pragmática.
Una disculpa por la insistencia, pero aún se puede ir más profundo. ¿Qué ganarán los dirigentes de PAN y PRD al mantenerse en el Pacto por México? Se ocurre que es suficiente afirmar que lograrán una mejor posición para negociar el futuro de sus propias carreras políticas. Pero, cabe preguntarse ¿qué están dispuestos a dar a cambio?
Sólo como mera hipótesis, se puede sostener que se ofrecen como instrumentos de un proceso que los supera en cuanto a duración, intensidad y consecuencias y que, a pesar de estar a la vista de quien cuenta con una formación suficiente y la información necesaria, no parece tan claro para el resto de la población: esto es, la intención de apoderarse de todo y dejar a grandes núcleos de población, en México y el mundo, a la deriva de sus propios y cada vez más escasos recursos. Para lograrlo han de apoderarse primero de sus propios partidos, para luego ofrecerlos como cómplices de quien ha de perpetuar un modelo que a todas luces ha ensanchado la brecha entre los que siempre ganan y los que pierden siempre.
Lo anterior no supone cuestionar las ventajas que conlleva el hecho de que por fin las principales fuerzas políticas de este país logren pensar de manera coordinada lo que México necesita para remontar los problemas que lo mantienen sumido en el estancamiento económico, la desigualdad, la violencia, la inseguridad, sino una sana costumbre intelectual de dudar de todo y reflexionar más allá de lo que parece traslúcido; esa es la obligación de quien se pretende analista de la realidad nacional.