Por: Armando Escobar
Twitter: @escarman
La literatura decimonónica en toda la región latinoamericana no se puede deslindar del quehacer político. Partiendo de esta tesitura, las intenciones literarias de muchos escritores latinoamericanos están íntimamente relacionadas con infinidad de pretensiones políticas que se resumen, en primer lugar, en el arraigamiento propio del Estado y, por consiguiente, con el complejo proceso de configuración de Nación. El caso de Domingo F. Sarmiento en Argentina no es la excepción, la intención literaria del Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas (publicado en 1845) es directamente proporcional a la intención política: la posibilidad de fundar a la Nación.
Es necesario preguntarse qué tipo de Nación es la que Sarmiento quiere contribuir a su construcción. De esta manera, es necesario contextualizar el momento histórico – ideológico que permea al Facundo. Es sabido que el Positivismo juega un papel importante en la intención de Sarmiento por derrotar a la barbarie como parte de la transición progresista que la sociedad argentina requería para, lo que el autor consideró, su Progreso. La finalidad propia de la historia radicó en el alcance supremo de la civilización como culmen de la Nación Progresista que se pretendía fundar.
Por otro lado, juega un papel fundamental el Liberalismo que extendía su esfera de influencia por toda la región desde los Estados Unidos de América, que muchos ideólogos latinoamericanos tomaron como modelo a seguir. Desde el punto de vista de ambas ideologías, Positivismo y Liberalismo, la presencia de grupos indígenas, considerados bárbaros, en el territorio se oponía radicalmente a la civilización que se requería alcanzar.
La forma de llegar a esta aclamada civilización varió sustancialmente para el caso particular de cada país en la región. Por tomar un ejemplo, los liberales mexicanos consideraron que el paso de “indio” a “ciudadano libre” habría de mejorar la situación de las comunidades indígenas. La intención liberal mexicana fue que, con el tiempo, el mestizaje y, sobre todo -por las migraciones europeas apoyadas por el Estado-, los indígenas pudieran identificarse con los blancos y formar así una plena y homogénea identidad mexicana. Por su parte, los pensadores argentinos lo pretendieron de otra forma, desde el “ejemplo” tomado de los Estados Unidos que condensaba la eliminación de “lo bárbaro” mediante la conquista de territorios lejanos del centro civilizado, Buenos Aires, y, como producto de ello, el exterminio total de lo indígena.
Sarmiento se planteó una cuestión que hoy día nos podría parecer escandalosa:
“¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.
No es necesario emitir mayores comentarios respecto al párrafo anterior. Sin embargo, lo que sí resulta menester es señalar los objetivos de Sarmiento que se pueden sintetizar en tres puntos: en primer lugar, una defensa del autor en contra de sus enemigos políticos, esencialmente Juan Manuel de Rosas; en segundo lugar, la necesidad del autor de sintetizar y elevar su propia fama fundada, hasta el momento, sólo en panfletos y artículos de periódico y, finalmente, en tercer lugar, criticar el propio régimen de Rosas a partir del análisis estructural de la sociedad argentina: creación de la tesis civilización – barbarie; la barbarie representada no sólo por la antítesis de la ciudad, el campo, sino por el régimen mismo de Rosas.
Hoy día, la influencia de Domingo F. Sarmiento es incuestionable en la historiografía argentina y, evidentemente, para la propia configuración de la Nación. Esta influencia puede ser considerada al observar el impresionante y hasta ostentoso sepulcro en el que descansan los restos de Sarmiento en el cementerio de la Recoleta en Buenos Aires; en las múltiples placas de pleitesía entre las que destaca aquella en la que se inscribe el himno dedicado al héroe: “Con la luz de tu ingenio iluminaste la razón en la noche de ignorancia, por ver grande la Patria tú luchaste con la espada, con la pluma y la palabra”.
Ahora, también existen aquellos que critican a Sarmiento como figura de bronce de la historia oficial, su momento y sus formas. El conjunto argentino Los Piojos (resulta paradójico el nombre del grupo considerando la repulsión que sentía el héroe por estos seres tan ínfimos) nos deja un par de estrofas en su canción “San Jauretche”. La canción es un homenaje que la banda le rinde al pensador argentino Arturo Jauretche quien en su Manual de zonceras argentinas (1968) consideró que la dicotomía civilización-barbarie planteada por Sarmiento era “la madre que las parió” a todas las zonceras. Que conste, entonces, siguiendo a Jauretche, que las zonceras también son de bronce, y pasan a los libros de texto que difuminan la historia oficial.
Hubo un día en que la historia
nos dio la oportunidad
de ser un país con gloria,
no un granero colonial.
Pero faltó la grandeza
de tener buena visión
por tapados de visón
y perfumes de París,
quisieron de este país
hacer la pequeña Europa
gaucho, indio y negro a quemarropa
fueron borrados de aquí.
[…]
Sarmiento y Mitre entregados
a las cadenas foráneas
el sillón y Rivadavia
hoy encuentran sucesores
que les voy a hablar de amores
y relaciones carnales
todos sabemos los males
que hay donde estamos parados
por culpa de unos tarados
y unos cuantos criminales.
Facundo o Civilización y Barbarie en las pampas argentinas de Domingo Faustino Sarmiento ha sido publicado en México por diferentes editoriales, entre ellas Porrúa.